Me crié en la calle Justicia, donde pasé mi niñez y juventud hasta que me casé. Mi familia estaba formada por mis padres, Jorge y Mercedes, y mis hermanos Antonio, Jorge y María. Mi primer colegio fue el Curros Enríquez, en el que estuve hasta los catorce años, momento en el que pasé a los Salesianos, donde hice el bachillerato.

Como no me gustaba estudiar y prefería divertirme, no quise continuar estudiando, por lo que mi madre decidió que me pusiera a trabajar en la carnicería que tenía en el mercado de San Agustín, donde ya tenía experiencia, ya que desde los catorce años la ayudaba, sobre todo en las vacaciones. Estuve trabajando con ella hasta los veintiún años, edad a la que me presenté a unas oposiciones del Ayuntamiento, que conseguí aprobar, por lo que he realizado en esta institución toda mi carrera laboral.

Cuando empecé a trabajar me casé con Pilar, natural de Caión y a quien conocía desde la época en la que ayudaba a mi madre en la carnicería, ya que ella iba a comprar a San Agustín mientras estudiaba en la ciudad en una academia de Riazor. Tenemos dos hijas, llamadas Alba y Carmen.

En mi juventud tuve la suerte de disfrutar todo lo que pude con mis amigos - Peter, Picos, Paco, Rubén, Yenko, Susana y Encarna-, salvo cuando a mi madre le mandaban una nota del colegio por no estudiar, ya que me leía la cartilla y me castigaba haciéndome ir el fin de semana a la carnicería para ayudarla y llevar los encargos a los clientes.

Nuestros juegos los hacíamos en los campos de Marte y Artillería, en especial el fútbol, por lo que a los trece años entré en los infantiles del Deportivo, en el que estuve hasta los dieciocho años, momento en el que sufrí una grave lesión que me alejó durante un año del deporte. Al volver fiché por el Paiosaco, en el que estuve tres años, y después dos más en el Bergantiños. Posteriormente jugué en el Órdenes, Cerceda y Betanzos, hasta que mi trabajo en el Ayuntamiento me impidió hacerlo y me pasé al fútbol sala en los equipos del RACE, Academia Juan Flórez y Philips, con compañeros como Ramiro, Solé, Piña y Castreje.

En mi juventud nuestro punto de encuentro era la cafetería Londoner, en la calle de la Torre, mientras que cuando salíamos por las calles de los vinos parábamos en locales como el Priorato, La Patata Brava, La Cerilla y La Jarra Melada. También solíamos ir a la sala de juegos recreativos El Cerebro, frente al cine Coruña, donde jugábamos al billar, futbolín y las máquinas de pinball, en las que conseguíamos partidas gratis que vendíamos a otros amigos que pasaban por allí.

Recuerdo que cuando íbamos al cine y la película era para mayores de edad, algunas veces teníamos que esperar a que se marchara de la entrada el inspector de policía que vigilaba para que no pasara gente sin el carné de identidad. Cuando lo hacíamos en el Rosalía de Castro, solíamos comprar en el puesto de Manolita en los soportales un par de pitillos para fumarlos entre todos mientras hacíamos tiempo.

Para divertirnos solíamos ir al baile de La Granja, en San Agustín, y a la discoteca Los Porches y al Copacabana, así como al Chevalier en Santa Cristina cuando empezó a haber animación allí. En verano también íbamos a esa playa en la lancha Chinita, aunque la que más nos gustaba era la del Orzán.