Los embustes piadosos, esos que se dicen por afecto, son los protagonistas de La comedia de las mentiras, una adaptación de Pep Antón Gómez y Sergi Pompermayer realizada a partir de los textos de Plauto. Vestidas con un traje nuevo, y con actores como Pepón Nieto, Paco Tous y Angy Fernández para defenderlas, las palabras del comediógrafo vuelven a la vida con una historia de amor prohibido llena de enredos y engaños, que se representará el próximo viernes a las 20.30 horas en el teatro Colón.

-Afrontan la recta final de La comedia de las mentiras , ¿cómo se le ha dado hacer de mentiroso?

-Me lo he pasado muy bien. Es una comedia dura de hacer, muy intensa físicamente. La verdad es que la comedia siempre requiere mucho más esfuerzo que un drama. Y más esta, que dura dos horas y no da tregua a los actores. Pero estoy muy feliz de haber hecho La comedia de las mentiras. Fue un éxito en el Festival de Mérida, y llevamos así desde entonces.

-En el Festival de Mérida ya triunfaban con El eunuco , en el que le daban la vuelta a un texto clásico. En La comedia de las mentiras repiten fórmula, ¿iban seguros del éxito?

-No, al contrario, generaba mucha inquietud, porque nuestro listón estaba muy alto. Además, el director del Festival de Mérida, pensando que íbamos a tener el mismo alcance que El eunuco, nos programó 10 días, e íbamos un poco cagados. Luego resulta que se llenaron y todo fue muy bien, pero al principio una cosa nunca te asegura la otra.

-El éxito se lo dieron personajes como el suyo, Calidoro, el pilar fundamental del entramado de mentiras que construyen.

-Son mentiras piadosas, esas que engrasan un poco la vida. Contamos la historia de dos hermanos, una especie de pijos grecolatinos que están enamorados de las personas que su padre no quiere para ellos. El padre se va de viaje, deja a cargo de todo a su hermana, que es una tía solterona y despechada, a la que el amor le parece horroroso. Su criado, Calidoro, es un esclavo que es mucho más inteligente que el resto y que miente con muy poca vergüenza y mucha desfachatez. Lo que intenta es solucionarles la vida a los chavales. Y la mentira cada vez se va haciendo más gorda.

-¿Mentir por amor está justificado?

-Dicen que en el amor y en la guerra todo vale. Yo creo que todos mentimos por amor. Intentamos dar la mejor versión de nosotros mismos. Todos tenemos luces y sombras, pero en una primera cita no queremos que se vean las sombras. Luego el tiempo ya hace que se vean las sombras, las luces y todo lo que hay [risas]. Pero al principio y por amor, muestras tu mejor versión. Y eso no es mentir, pero es omitir verdades. Son esas las mentiras de las que habla esta función, no de esas que se convierten en desfachateces y que son terribles?

-Y muy actuales, ¿España es una especie de comedia de las mentiras?

-Bueno, lo que pasa es que tiene poco de comedia, se te queda la risa congelada cuando te enteras de todo. Pero esto es lo que nos ha tocado, qué le vamos a hacer.

-¿Cuántas veces le ha salvado a usted una mentira piadosa?

-No lo sé. Yo no suelo mentir, ¿eh? Además, ya tengo una edad. Antes siempre me costaba mucho trabajo decir que no a las cosas, y ahora ya lo digo, así que necesito mentir bastante menos.

-Pero no como actor. Sus personajes suelen ser luminosos.

-También he hecho personajes malos, un personaje tiene muchos matices. Cuando haces una serie de largo recorrido, los personajes pasan por muchos estadios, con situaciones muy dramáticas y situaciones muy cómicas. Ahora estoy ensayando una función que es un drama, en la que el personaje tiene más sombras que luces.

- La culpa , que estrenará a finales de noviembre. ¿Será una historia tan dura como parece?

-Yo creo que va a ser de esas obras que generan mucho debate. Es la última obra que ha escrito David Mames, un director muy interesante que pone encima de la mesa muchas preguntas. Está muy bien ir al teatro a reírse, pero también está bien ir al teatro para pensar y darle vueltas a las cosas.

-¿Y al cine? Porque también ha participado en Lo nunca visto.

-Sí, rodé este verano la última película de Seresesky. Es un filme muy de invierno, en un pueblo aislado en la nieve. Grabamos en verano y fue terrible lo de rodar con tanto calor escenas de tanto frío, con tanta ropa y chimeneas encendidas.

-Son proyectos que se sumarán a una trayectoria que ya es larga. Sin embargo, decía en alguna entrevista que sigue buscándose la vida como cuando empezaba. ¿No desalienta?

-Pero es que no soy solo yo, sino todo el mundo, excepto tres o cuatro de mi generación, que a lo mejor tienen encima de la mesa varios guiones con los que planificar el año. En el mundo de los actores yo soy un afortunado, porque soy de los que trabajan de forma continua, y eso, en una profesión donde hay un 80% de paro es para darle las gracias a la vida cada mañana que me levanto. Aparte, los sueldos en este país no son los sueldos de Estados Unidos. Hacer una película en allí te puede permitir estar un año sin trabajar, pero aquí si haces una película tienes que pensar que tienes que hacer otra después. Lo de buscarse la vida nos pasa a todos, es algo intrínseco de la profesión.