Aunque nací en Pontevedra, desde muy joven viví aquí al trasladarse mi familia, formada por mis padres, Manuel y Amelia, y mis hermanos Ana María, María del Rosario, Carlos Alberto, Cristina y Beatriz, ya que a mi padre le destinaron a la oficina principal del Banco Hispanoamericano en los Cantones, donde desarrolló toda su vida laboral, mientras que mi madre se dedicó a cuidar a todos los hijos y a las labores del hogar.

Al llegar a la ciudad nos instalamos en la calle de San Andrés, donde viví hasta que me casé. Estudié en el instituto Femenino y después en la Escuela de Comercio, en la que fui miembro de la primera hornada de mujeres que ingresaron en ella, ya que hasta entonces solo podían hacerlo hombres. Al acabar la carrera me casé con Francisco Blanco Vázquez, actual presidente de la Sociedad Recreativa e Instructiva de A Gaiteira, con quien tengo tres hijos; Ana, Irene y Francisco, quienes ya nos dieron cuatro nietos: Yago, Irene, Pablo y Victoria.

Conocí a mi marido un día de paseo por el centro con mi hermana Ana y me presentó a sus amigos, entre los que estaba él. Siempre nos reuníamos en el soportal del cine Avenida, al igual que cientos de jóvenes de la época. Mis primeras amigas, que lo siguen siendo, fueron María José Rodríguez, Candela Díaz y Teresa Sanmartín, además de mis compañeras de Comercio, como Pitusa Parcero, Carmen Cancelo, Isabel, Berual y Chus.

Nuestro mejor pasatiempo fue siempre el paso por los Cantones, la calle Real y sus alrededores para tratar de ver a los muchos jóvenes que hacían lo mismo. Las chicas siempre teníamos que ir acompañadas de una hermana mayor o un conocido, porque nunca nos dejaban hacerlo solas y, además, teníamos que estar en casa a las diez de la noche como más tarde, ya que si nos retrasábamos nos reñían, mientras que los hombres no tenían ese problema porque disfrutaban de más libertad. También solíamos ir a todos los guateques que se organizaban en el instituto, en los que tan solo había un viejo tocadiscos, unas gaseosas y unas pocas aceitunas, aunque solo con eso ya lo pasábamos muy bien.

Cuando iba al cine lo hacía con mi madrina o con mis amigas para ir a salas como el Savoy, Coruña, Avenida y Kiosko Alfonso. En ese último había proyecciones en los dos pisos y en verano la de abajo se convertía en cafetería y sala de espectáculos, en la que solían actuar conocidas orquestas coruñesas y jóvenes cantantes que habían participado en el concurso Desfile de Estrellas, que se hacía en el teatro Rosalía de Castro y que fueron muy famosos en aquellos años, ya que acudía mucha gente a verlo.

Tranvía

Me acuerdo de las muchas veces que fui desde mi casa en el tranvía de Riazor mientras estudié en la Escuela de Comercio y en el que algunas veces coincidía con la que era mi profesora de Política.

En verano solía ir a la playa de Riazor con mis amigas y a la de Santa Cristina con mi familia, para lo que usábamos las lanchas que salían de la Dársena de la Marina. También recuerdo cuando a todos los niños nos llevaban a comprar los zapatos a Segarra porque duraban muchísimo, por lo que se formaban grandes colas en la tienda, aunque como eran durísimos nos salían unas grandes llagas. Como yo era la mayor entre mis hermanas y duraban tanto, cada año los zapatos que dejaba de usar yo les pasaban a ellas.

Cuando en los veranos venía Franco a la ciudad, mis amigas y yo bajábamos al centro para verlo llegar con su escolta de motoristas y coches americanos. También íbamos a la Dársena para ver las regatas de traineras que él presidía desde el Náutico, así como las de embarcaciones de motor, que abarrotaban de gente todos los muelles.

En la actualidad dedico el tiempo a cuidar a una amiga que está enferma, a estar con mi familia y a leer en la biblioteca del parque Europa.

Testimonio recogido por Luis Longueira