"Hay muchos compañeros que tienen miedo, porque estás jugando con tu salud para salvar otra. Y yo también lo tengo. Pero es la profesión que hemos escogido, y lo primero es ayudar, porque está muriendo gente". La vocación se filtra en la voz de Patricia García, una de las estudiantes de enfermería de la Universidade da Coruña (UDC) que se ha presentado como voluntaria ante la pandemia del Covid-19 y la evolución de casos en el área coruñesa. Desde que se abrió a mediados de marzo, su nombre figura en el listado que prepara el Sergas ante un escenario en el que los hospitales se queden sin recursos humanos, y sean los alumnos de cuarto -esos que están ya a las puertas de la profesión- los que arrimen el hombro para atender a los enfermos.

La intención es que sean la última bala en la recámara, realizando labores asistenciales como muestras de sangre o toma de constantes supervisadas cuando ya no queden profesionales jubilados o liberados a los que llamar. Será entonces cuando cojan el teléfono estudiantes como García, que se decidió a echar una mano "por solidaridad con los sanitarios que están cayendo", aun a pesar de ese miedo que atenaza, ya sea más o menos, al resto de voluntarios.

Los de la Facultad de Enfermería de A Coruña, en la que estudiaba hasta el estallido del virus, son cerca de medio centenar. También la Facultad de Enfermería y Podología del Campus de Ferrol ha encontrado una buena respuesta en sus aulas, en las que la decana Emma Rodríguez cifra en 31 el número de inscritos. Muchos de los que no se han animado "ya eran auxiliares que están trabajando o tienen circunstancias familiares que no se lo permiten". García, que vive sola por la avanzada edad de sus padres, no dudó en ofrecerse "desde que se dio la opción", aunque su madre, confiesa, "está muy preocupada".

"Me pregunta si estoy segura, pero yo estudié para esto. Cuando vi que nos necesitaban ni lo pensé, me siento preparada con las prácticas", afirma. Más lejos de esa seguridad reconoce sentirse Ana García. La estudiante dice que la situación es tan novedosa que irá "a ciegas por completo" y que lo mismo le ocurrirá a los otros, aun con el trabajo práctico que se realiza desde segundo curso en la carrera. A pesar de ello, no se planteó echarse atrás. "Quiero ayudar en lo que sea. Dentro de tres meses seré enfermera, y si estaría dispuesta a trabajar entonces, ahora lo mismo", indica.

Su juventud -tiene 21 años- la tranquiliza frente al riesgo de contagio. "Igual no soy muy consciente, porque como me veo joven pienso que no voy a estar en la UCI", reflexiona, aunque sabe que también puede jugarle malas pasadas. Revela que no sabe cómo afrontará "ver a gente fallecer", porque es algo en lo que "no tiene experiencia". Ese estrés emocional es también una preocupación para Carlota Moral, estudiante en A Coruña, que augura que "a la larga va a haber bastantes bajas por la carga psicológica" de la tarea.

Desde el decanato, saben que los alumnos entrarán en el sistema cuando esté "desbordado", pero esperan que tengan "la madurez para soportarlo" del mejor modo posible. Algunas como Moral ya lidian con una situación compleja en casa, al pasar la cuarentena sola por miedo a contagiar a sus mayores. La estudiante, que quiere especializarse en salud mental, es la que puso en marcha en su centro el programa de voluntariado. Se enteró de la petición del Sergas a raíz de la trasladada a la Facultad de Medicina de Santiago, y contactó como delegada con la directora para moverla en su clase.

Cada registro se realiza de forma individual, pero todos comparten una determinación común. Incluso aquellos que no confían en escuchar el teléfono, como le ocurre a Manuel Tuimil. El alumno del Campus de Ferrol considera que "no se nos va a llamar porque estamos casi en el pico de la curva". Con todo, afirma que descolgaría, porque si suena"es porque somos realmente necesarios".

"Sé que habría sido más cómodo no apuntarme, pero más tarde tendría cargo de conciencia", asegura el joven de 23 años, que ya colaboró durante años en la Oficina de Cooperación de la UDC. A Tuimil tan solo le intranquiliza la escasa información proporcionada sobre el voluntariado, un desasosiego que comparte Ana García. La estudiante denuncia que "hay a quien ya lo han llamado sin acabar antes las listas, y quien trabaja sin estar supervisado", y pide que no se les "use como mano de obra barata".

El papel de la Universidad

Para Emma Rodríguez, la UDC es clave en la pandemia, dado la "importante cantidad de activos humanos" de la que dispone. La facultad que rige en Ferrol ya ha puesto a disposición del área sanitaria el material de protección del que disponía, como máscaras y batas. En A Coruña, del centro de enfermería también se obtuvieron trajes desechables, y la mayoría de su profesorado se encuentra realizando trabajo asistencial. La UDC ofrece además la residencia Elvira Bao, con el fin de que la use el personal sanitario que lo precise.