El mercado de Santa Lucía trata de recuperar el ritmo mientras los comerciantes de A Falperra coinciden en que todavía falta tiempo para volver a la rutina de antes de la pandemia. Es un barrio con ganas de vivir, pero todavía hay dificultades que afrontar.

Apenas hay colas en los supermercados, esas que se hacían más y más largas durante la cuarentena. "Solo salía a comprar", cuenta una vecina. Otros se recorrieron las calles vacías junto a sus perros. Ahora se alegran de ver viejas caras conocidas. "¿Todo bien?", le pregunta un hombre a otro.

Las pocas terrazas de la zona se llenan de vecinos dispuestos a disfrutar de un café al sol. "Os echábamos mucho de menos", dice una clienta al entrar al bar, ya que ahora se pueden ocupar mesas del interior de los establecimientos. Solo quedan las barras cerradas. "Y esperemos que por poco tiempo", apunta el hostelero.

Los comerciantes se animan unos otros. Esperan impacientes que la clientela vuelva a salir como lo hacía hace ya tres meses. Pero tampoco la economía es la que era. Una situación que les preocupa. Sin embargo, A Falperra mima a sus locales, su comercio de barrio. Los vecinos, algunos con el carro de la compra para evitar cargar mucho peso, paran en la panadería y se cortan el pelo en la peluquería Atrezzo. "Tengo la agenda llena. Se nota que la gente necesitaba ya cortarse el pelo tras tantos días en casa", comenta la dueña.

Los niños del barrio siguieron el confinamiento desde sus ventanas. Viendo las calles vacías, pero los edificios llenos de vecinos dispuestos a pasarlo bien. Todavía se pueden ver carteles en algunas ventanas. "Todo saldrá bien", dicen. arcoíris y corazones que pusieron color a una etapa difícil. Ahora los niños acompañan a sus padres en los recados, pero también escapan de A Falperra para correr al aire libre mientras no se abran los parques infantiles.

A la gente mayor todavía le cuesta salir y visitar comercios o cafeterías. "Se ve que tienen miedo al coronavirus y todavía desconfían", opina una vecina. Hay quien, con mascarilla y guantes, e incluso pantalla, se atreve a salir a hacer las compras diarias. "Poco a poco", apunta una mujer.

Los encuentros en el calle, las conversaciones en la cola de la panadería o los saludos a los trabajadores de los supermercados forman parte del día a día de A Falperra, que empieza a ver la luz al final del túnel.