"Es todo una cadena y estamos fastidiados", confiesa José Manuel Vázquez, quiosquero de la plaza de Pontevedra, que distribuye periódicos a bares de todo el entorno que ahora no llegarán a las barras para acompañar al café mañanero. "Alguno ya era reacio tras el confinamiento y estos días ya me avisaron que no se lo lleve, es un golpe más", cuenta a pesar de que las autoridades han alejado el fantasma de que el contacto con el papel puede hacer de vector transmisor. Para Vázquez lo peor es la "psicosis". "Tengo clientes de toda la vida que pasan por delante y no compran. Muchos piden bolsa y el margen no me da", lamenta.