Un camino para la autonomía en casa

Una terapeuta ocupacional pone en marcha un servicio de terapia que usa el entorno diario para entrenar las destrezas de los pacientes

La terapeuta ocupacional Desirée Rodríguez.   | // L. O.

La terapeuta ocupacional Desirée Rodríguez. | // L. O. / mARTA oTERO

A veces, no hay mejor campo de entrenamiento que el propio entorno. La terapeuta ocupacional Desirée Rodríguez tuvo la oportunidad de comprobarlo mientras asistía en sus procesos a sus pacientes en la clínica de rehabilitación neurológica en la que trabajaba, donde que fue testigo de una realidad que afectaba a sus objetivos: muchos de sus pacientes aprendían a desarrollar determinadas destrezas en las instalaciones de las clínicas, pero luego eran incapaces de incorporarlas a su día a día. Un contingente frustrante para terapeuta y usuarios, y que acabó teniendo una solución más evidente y sencilla de la que cabía esperar: la atención a domicilio.

Es así como la joven terapeuta ocupacional tomó la decisión, tres días antes del primer Estado de Alarma del pasado marzo, de dejar su clínica en A Coruña y emprender un nuevo camino por su cuenta en base a ese paradigma. “Era una clínica muy buena, pero hay cosas que no funcionan con todos los usuarios. Hay algunos que generalizaban lo aprendido en su día a día, pero otros no eran capaces de llevarlo a sus entornos. Podía haber un niño que aprendía a coger un bolígrafo en la clínica, pero luego no era capaz de hacerlo en el colegio”, ejemplifica Rodríguez. Así es como nace su proyecto Ocúpate Hogar, con el que lleva la terapia no solo a los domicilios de sus pacientes, sino a los lugares más comunes de su rutina, como el parque o el supermercado.

“Siempre me llamó la atención una cosa: si el objetivo es ser independientes y autónomos, ¿por qué hay tan poca terapia a domicilio?”, se pregunta Rodríguez, que observa que la dificultad para adaptar las terapias de sus pacientes a sus rutinas diarias es algo bastante común en pacientes con daño neurológico. “En una clínica trabajas en un entorno muy controlado, con un suelo sin obstáculos y liso, sin gente hablando, sin distracciones. Tu nivel de alerta es distinto que si tratas de caminar en el paseo de Riazor. Es como si cambias conducir por una aldea sin coches con conducir en ciudad con mucho tráfico”, alega.

En casa, lo mismo. No fue hasta que comenzó a llevar las terapias a los domicilios particulares cuando comprendió hasta qué punto cambiaba el paradigma el hecho de utilizar, como materiales, los propios objetos cotidianos: desde que un usuario que ha sufrido un ictus aprenda a transferirse de su silla de ruedas al propio mobiliario de su hogar, hasta el cambio que supone empezar a manejarse con los cubiertos usando alimentos reales en lugar de plastilina. La terapia se adapta a la realidad, y la rutina diaria se transforma en el campo de entrenamiento.

“El entorno es el que determina qué demandas hay, es el que obliga a la persona a poner e marcha una serie de capacidades y destrezas que, cuando hay daño neurológico, están alteradas. El entorno es una parte indispensable porque la gente quiere retomar sus vidas, y sus proyectos vitales, que se han visto truncados de un día para otro”. El objetivo final, que el paciente pueda desempeñarse una vez la terapeuta ocupacional sale por la puerta. Los resultados, por ahora, demuestran que merece la pena. “Hay más confianza entre el terapeuta, el usuario y la familia. Me adapto a sus rutinas, lo que facilita la conciliación porque no tienen que desplazarse. Había objetivos con algunos pacientes que eran impensables. Ver cómo se cumplen es una satisfacción enorme”, asegura.

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