Mágico lo que consigue un músico como Roberto González Monjas. Su secreto es la honestidad con la que aborda todo lo que hace y que comienza con el respeto total a la partitura. Su dirección musical nunca está por encima de la música ni de los músicos. Él siempre está al servicio de todos, siendo un gran conjugador de todos los elementos para lograr un resultado final espectacular. ¿Cómo lo hace? Magia potagia: dejando libertad a los músicos en muchísimos momentos para que ellos lleven las riendas de esa música que él invoca desde el podio, alzando la batuta con firmeza en los momentos requeridos. Ese es otro de sus secretos: el don para saber los momentos requeridos para hacerlo. Es un placer comprobar el respeto hacia los músicos de la orquesta, ya sea acompañándolos con gestos durante el concierto o levantándolos al final del mismo como reconocimiento de su trabajo, totalmente correspondido por todos los integrantes de la OSG esta noche. El programa aunó todos los ingredientes para lograr una alquimia perfecta y que el público no dejara de aplaudir tras el concierto.

Comenzó Sophie Koch con un reto enorme, llenar de voz un espacio tan grande. Para los que nos parece imposible tamaño reto, en Koch es algo normal. ¡Qué voz!, ¡qué manera de proyectar hacia un espacio tan grande! Lástima que un lugar así no permita gamas dinámicas más amplias, ni apreciar mejor la dicción de una fantástica intérprete. Acababa el concierto con la Primera de Shostakovich, obra en la que en ocasiones se perciben momentos que utiliza en otras sinfonías y donde claramente empieza a construir su estética musical diferenciadora. Conviene recordar que la compuso cuando estaba acabando el conservatorio y tenía solamente 19 años, y, como curiosidad, se interpretó en A Coruña por primera vez en el Teatro Rosalía de Castro en 1936 por la Sinfónica de Madrid, como bien me apuntaba el crítico musical Xoan Carreira.

La obra da buena cuenta de los magníficos instrumentistas que contiene cada sección de la Sinfónica de Galicia, con Mirás espléndido en todos sus solos esta noche, que parece que lleva toda la vida liderando la sección de chelos; la pontesa Ramos, con impecables intervenciones al oboe; Belmonte, a los timbales; y Sanz, a la caja con destacados momentos. Destacaron también el concertino Spadano y el joven violinista coruñés Rodríguez, al cual auguramos una brillante carrera, con esas pequeñas intervenciones a dúo. Gran concierto de la OSG, que impresiona por el tratamiento exquisito del sonido sea cual sea su sección, a pesar de las salas con las que debe lidiar desde sus comienzos. Creo que como coruñeses merecemos una sala con una acústica number one, como Ferrol o Santiago, pero de eso hablaremos otro día.