Pensando que iba a ser el último día en el que las puertas del mercado de Santa Lucía estarían abiertas, María Del Riego llevó ayer a sus hijos, Luis y Camilo, a ver el puesto en el que ella se crio. Su madre, Rosa Riveiro Galán, montó una frutería en la plaza, después de haber vendido en la calle y, en medio de aquel silencio, entre los escombros del lugar al que tanto le gustaba ir cuando era pequeña, se le caían las lágrimas.

“Mi madre vendía fruta y mi madrina también, así que, toda mi niñez y mi adolescencia las pasé aquí. Esto era un hervidero, estaba siempre lleno de gente y de vida y ahora, verlo así, la verdad es que me pone muy triste, porque la plaza estaba muy bien y dejaron que se apagara”, comenta María, mientras sus pequeños se entretienen viendo los restos de lo que fue el sustento de la familia de su madre, descubriendo botellas de Bitter Kas todavía cerradas, pero con una etiqueta que ya no reconocen, recuperando una figura de un violinista con chaqueta azul o buscándole sentido a unas ruedas que parecen haber perdido su mercancía.

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Un paseo para decir "adiós" al mercado de Santa Lucía Víctor Echave

Su madre falleció hace catorce años, así que, empezó a ver el declive de la plaza, pero ya no lo vivió tras el mostrador. La renta de los módulos que ocupaba subían —ella ocupaba dos puestos—, los servicios no mejoraban y llegaba la edad de jubilarse, así que, dejó el negocio unos seis años antes de fallecer.

“Mi madre nació en 1931, primero, empezó vendiendo en la calle con mi abuela, en un callejón de la zona de la fábrica de Tabacos, después, pasó a un mercado que había aquí al lado, que ya está cerrado, y estuvieron allí hasta que hicieron esta plaza, que fue donde se retiró”, relata María Del Riego, que recuerda que a su madre, siempre con una sonrisa ante las clientas y también en casa. “Tuvo mucha suerte” porque tenía “muy buenas compañeras” y porque trabajó en un entorno en el que había “mucha unión” entre las placeras. comenta y asegura que su madre era una trabajadora incansable.

“Vine a despedirme de la frutería que está abajo [Lolita], porque seguí viniendo como clienta”, confiesa María Del Riego que, ayer, subió, después de mucho tiempo, las escaleras que separan el lugar actual de las compras de lo que queda de aquellos dos puestos en los que su madre tenía siempre “todo muy cuidadito”, siempre a la espera de que llegasen las clientas que, con el paso del tiempo, se convirtieron ya en parte de su día a día. Tanto, que María Del Riego aún las recuerda y, si cierra los ojos, aún puede ver a su madre colocando la mercancía, la plaza llena de gente, los puestos de carne, de pescado, los de flores y la cafetería y a ella por ahí, intentando ayudar y divirtiéndose entre frutas y verduras.

El mercado se cerrará finalmente a mediados de mes, los comerciantes han buscado ya otros lugares cercanos para poder seguir trabajando. Concello y Xunta están de acuerdo en convertir este inmueble en un centro sanitario para el barrio.