Lleva la mascarilla del Deportivo porque Pepe Domingo Castaño no esconde sus colores. Es el equipo de su vida. Igual que A Coruña es la ciudad que le sigue sorprendiendo, la que adora, donde nacieron su mujer y sus hijos. Enamorado de la radio, publica su libro Hasta que se me acaben las palabras, donde tienen sitio todos esos recuerdos que no quiere olvidar. Lo presenta este jueves 27 de enero por la tarde, a las 19.00 horas, en El Corte Inglés de Ramón y Cajal.

¿Cuándo supo que la radio era su medio y su futuro?

Cuando estudiaba para fraile en el convento, en Asturias, el padre Iparraguirre, en una clase de literatura, dijo que iba a montar una emisora en el colegio. Se llamaba Radio Cauriense. Pidió voluntarios para hacer de locutores. Yo instintivamente levanté la mano. Siempre me he preguntado por qué la levanté. Sería porque creía que valía para eso. Nos hizo una prueba y me eligió a mí y a otro. Cuando dejé el convento para ir al noviciado a ponerme el hábito, me dijo el padre Iparraguirre: “Si pasas el noviciado, no vas a ser locutor nunca porque vas a ser un fraile muy bueno, pero si no pasas el noviciado, acuérdate de que eres muy bueno para hacer la radio”. 

Pero fue un choque para su familia que dejase la carrera de fraile.

Sí, porque dejar cualquier carrera es un pequeño fracaso. A mis padres les gustaba la carrera de fraile. Yo me miraba con aquel hábito blanco y decía: “Ya no soy José Domingo Castaño, soy fray Castaño”. Me lo tomé en serio. Estaba todo el día rezando. Era un año de prueba para saber si valía o no. Un día, nos fuimos de procesión por las calles de Palencia. Vi un grupo de chicas que nos gritaban “guapos”. Y dije: “Aquí hay otro mundo que no conozco y debe estar cojonudo”. Se lo dije al padre maestro, que me comentó que todos tenemos tentaciones y lo importante es saber superarlas. Yo no sabía si iba a saber. Estuve un mes más y cada día me gustaba más aquello que había visto. Para mí fue un triunfo, pero para la gente de mi pueblo y para mis padres fue un pequeño fracaso.

La radio le esperaba. ¿Dudó alguna vez de esa decisión?

No. Yo trabajaba en la contabilidad de una empresa, amargado, no me gustaba nada. Veníamos de una fiesta y oí el anuncio de Radio Galicia de que necesitaban voces nuevas, así que tenía que aprovecharlo. Dejé la empresa y estaba tan seguro de que iba a ganar la prueba que les dije: “Me voy a Radio Galicia a trabajar”. Y gané la prueba. A partir de ahí empezó todo. Nunca tuve dudas de que valía para la radio.

¿Y dudas del propio medio? ¿Ha visto cosas que no le han gustado?

Sí, he visto cosas que no me han gustado, gente que no sabía hablar, gente que me daba consejos y yo no sé por qué no los seguí. Yo seguí mi norma. Había uno que decía que yo hablaba demasiado natural, que tenía que cambiar la voz. Era incapaz. Ese tío no ha hecho nunca nada, con la voz tan redonda y bonita que tenía, y yo que no tenía una gran voz de locutor, he aguantado bastantes años. 

¿Ha cambiado la radio?

Claro. La radio va evolucionando, el problema es que si tú no evolucionas a la misma velocidad, te vas quedando. Por eso hay gente que no llega, se queda estancada. Hay que rodearse de gente, primero, mejor que tú y, segundo, más joven que tú. Mi secreto, si es que hay un secreto en esto de la longevidad profesional, es que me he rodeado siempre de gente muy joven. Me he ido de juerga con ellos, a cantar, a comer... Te vas dando cuenta de cómo está cambiando el mundo mientras estás haciendo radio. Eso me ha permitido durar tanto tiempo. 

¿Habrá jóvenes que desconozcan que fue cantante y número 1 en España con Neniña(Viste pantalón vaquero)?

Yo creo que lo saben, pero no les importa. Yo no le di importancia. Para mí, cantar era una necesidad y una ilusión. Nada más. Sí quería ser número 1, demostrármelo a mí mismo. Y lo conseguí, ahí terminó todo. ¿Qué más puedo ser como cantante? Lo dejé porque había cumplido un sueño y tenía que mantener el otro, que era el de la radio, que me costaba más trabajo. No soy ni gran cantante ni guapo y, sin embargo, lo conseguí.

De ese mundo, tiene una gran amistad con Julio Iglesias, que firma el prólogo del libro. ¿Cómo surgió?

Julio es muy amigo mío desde que grabó Un canto a Galicia. Tenía problemas con el gallego y la compañía me llamó a mí para que fuese al estudio y le echase una mano. Terminamos la canción y fuimos a cenar. Nos llamábamos de vez en cuando. Estuve en su casa muchas veces, fuimos a Ibiza, a Vigo, a comer la mariscada esa que dice que no pagamos. Yo creo que sí pagamos, pero no lo sé. Un día, Julio leyó que iba a sacar un libro. Me preguntó:“¿Y yo salgo en el libro?”. Le dije que sí y que le iba a dedicar un capítulo. Le pedí también que me ayudase en algún recuerdo y me dijo que me iba a escribir el prólogo. Yo había pensado en Iñaki, en Paco González, en Luis del Olmo.... Y a los seis días me mandó el prólogo. Maravilloso.

También cambió el mundo de la publicidad con sus cuñas. ¿Todavía le dicen eso de “Pepe, un purito”?

Sí, claro. Hace 20 años o así que el purito no se puede anunciar, está prohibido. Llegué a pensar en un momento de mi vida que cuando se escribiese la historia de la radio lo único que iba a quedar de mí era: “Pepe Domingo Castaño nacido en Lestrove, el de Pepe, un purito”. Pero no, van a quedar más cosas. Como la publicidad coral, en la que aprovechas a todo el equipo que te rodea en la mesa. Así nació esa publicidad divertida y cachonda, que no rompe con la línea del programa. La publicidad es tan radio como un gol.

Otro capítulo está dedicado al Deportivo. Su equipo, y eso que hay quien dice que los periodistas deportivos no deben posicionarse.

Yo soy del Dépor y creo que no molesta a nadie, ni cuando fue campeón de Liga, Copa y Supercopa. Pienso que el que quiera demostrar en antena que es de un equipo, que lo diga, siempre que sea objetivo en sus comentarios. Si tengo que poner a parir al Dépor, lo pongo. Y si tengo que ponerlo bien, también. Soy justo. Y eso que me perjudicó haber defendido a Lendoiro. Llevaba más de 15 años sin salir en un periódico gallego. En el libro lo digo. Por fin parece que se ha roto aquel veto. No contaban nada de mí nunca. A lo mejor porque no era interesante. Me dolió. Apoyar a Lendoiro era obligatorio en aquel momento. Hizo del Dépor lo que es el Dépor hoy. Ahora está en una liga que no le corresponde, pero es parte de la historia del fútbol español. Yo creo que no cometí ningún error.

¿Le da pena la situación en la que está el club?

Mucho, pero veo esperanza. La Segunda está cerca y una vez ahí hay que ir a por la Primera, que es donde debe estar mi Deportivo.

¿Narrará goles del Dépor en Primera División?

Yo creo que sí, que volveré a narrar sus goles. Lo veré en Primera. Ya no digo ganando la Liga, pero sí jugando en Primera.

También tiene una gran vinculación con A Coruña, donde nacieron sus hijos.

Es una ciudad maravillosa. Hice el pregón en 2005 porque me lo pidió Paco Vázquez. Fue un pregón muy íntimo, muy mío, muy de chorar, como digo yo. Es una ciudad que adoro, que me impresiona siempre. A Coruña es la luz, el sol, el cristal, es la gente guapa y feliz. Cuando nació mi segundo hijo, recuerdo que me acompañó Manolo Roca, el que nos presentó a mi mujer, Tere, y a mí. Tenía una discoteca en Santa Cristina que se llamaba Manuel. Un día, en una discoteca de Madrid, lo veo y le digo: “Te acompaña la mujer de mi vida”. Dije que era para mí ese día y hasta hoy. Quería que mis hijos naciesen en A Coruña.

¿Y Mera? Donde dice que el tiempo pasa lento y felizmente.

Mera es un rincón maravilloso que espero que no descubra demasiada gente para que podamos seguir siendo felices allí, en la intimidad de un pueblo y unas playas maravillosas. No creo que Mera sea Marbella nunca. Mera es Mera. 

También ha presentado el libro en Padrón, donde pasó su infancia. No se olvida de sus orígenes pese a su trayectoria.

Claro. Es muy emocionante. Tengo una familia que me quiere, dos hijos que me quieren, dos nietos, amigos y un equipo de gente de trabajo con el que soy feliz. A mí que no me quiten las juergas, porque el día que me las quiten, me quitan la vida. En mi profesión hago un poco lo que quiero y estoy a gusto. ¿Qué más quiero? ¿Voy a presumir de eso? Pues no. 

¿La pandemia no le robó esas juergas?

Un tiempo solo. Volví y volví con más fuerzas. 

¿También en el trabajo?

Sí. A mi alrededor tengo a Paco González, a Manolo Lama, a Armenteros, y a gente muy joven, como Parra, Hevia, Mansilla... Gente con la que salgo a tomar copas los jueves. Y a veces hasta nos pasamos. Pero viene bien saber cómo es la resaca para no picar demasiado. 

Dice en el libro que la felicidad es salud y mala memoria, ¿de qué le gustaría olvidarse?

De la gente que no ha valido la pena en mi vida, de la que ya me he olvidado. Todo lo que tenía que olvidar, ya lo he olvidado, y todo lo que tenía que recordar está en el libro.