El primer mes de 2022 fue el enero menos lluvioso en A Coruña de la última década, con 36 litros de agua por metro cuadrado, el registro más bajo de precipitación desde los 20 litros de 2012, de acuerdo con los datos de la estación meteorológica del dique de abrigo. El número de días en los que llovió el mes pasado fue inusual, solo cinco, frente a los 15 de diez años atrás con precipitación más baja. Enero tuvo otras características meteorológicas inesperadas para ser invierno, como temperaturas cálidas, de hasta 23 grados de máxima, y casi tres semanas continuas de sol.

Estas anomalías se pueden atribuir al cambio climático y al aumento de la temperatura media del planeta (calentamiento global), que en la ciudad, y en Galicia, se han visto reflejados no solo en una manera distinta de llover sino en la aparición de riesgos climáticos como inundaciones o mayor frecuencia de sequías, señalan los meteorólogos de MeteoGalicia.

Un coche atraviesa un gran charco de lluvia en la avenida de la Marina. | // VÍCTOR ECHAVE

El aumento del nivel del mar y el incremento en la frecuencia de temporales de oleaje que traen consigo una mayor erosión costera y el riesgo de inundaciones de mar, como las que se han podido ver en la ciudad en los últimos años en la ensenada del Orzán y Riazor —el agua rebasando las dunas artificiales y llegando hasta el asfalto—, son algunos de los efectos significativos que los expertos consultados por este periódico advierten en A Coruña. Son fenómenos más visibles como consecuencia de un incremento de los gases de efecto invernadero al que se vincula el cambio climático. El aumento de los fenómenos extremos se traduce en lluvias intensas, temporales de viento, temporales de mar u olas de calor, que según los meteorólogos “podrían hacerse más intensos y más frecuentes”.

¿Cómo es ese cambio en la manera de llover (índice de torrencialidad, en la denominación técnica)? Se hacen más largas las rachas de días sin lluvia, pero cuando llueve lo hace con mayor intensidad. Descargas fuertes de agua que han traído borrascas en los últimos inviernos o temporales de lluvia y viento como el de enero de 2016, cuando el día 7 registró la mayor precipitación en la ciudad en una década, sirven de ejemplo. Aunque solo llovió cinco días en enero, el número no es significativo desde el punto de vista estadístico, puntualiza MeteoGalicia, ya que en las series anuales se recogen años secos y años húmedos.

Respecto a la temperatura, la variabilidad natural que determina las tendencias meteorológicas en un periodo de cinco o diez años apenas se traduce en un relevante cambio en los termómetros. En las últimas décadas el aumento de la temperatura en Galicia, y aplicable también a A Coruña, es del orden del 0,2% por década sin demasiadas variaciones. “No obstante, la variabilidad puede indicarnos que las temperaturas presenten grandes cambios en dichos periodos, con inviernos más secos y calurosos de lo normal y con veranos con mayores olas de calor. Estas situaciones implican cambios en el medio ambiente y, en consecuencia, en la vida cotidiana de las personas”, comentan los meteorólogos.

La temperatura media en A Coruña para los periodos más fríos es de 12 grados centígrados y para los estivales puede alcanzar los 22, indican los expertos. Según las mediciones de la estación del dique, enero de este año tuvo una temperatura media de 10,6 grados, un registro no muy distinto al del mismo mes en los últimos diez años, con una oscilación entre los 9,7 grados de 2019 y los 12,2 de 2016.

“Hay muchos meses que en los últimos años han sido cálidos con respecto a la media climática. Sin embargo, la variabilidad natural sigue existiendo y, por tanto, seguirán apareciendo en los registros algunos meses fríos”, señalan los expertos. Aunque la incidencia del calentamiento global y el cambio climático es cada vez más notoria en alteraciones de la temperatura y las precipitaciones, los meteorólogos estudian las tendencias a través de la evolución de las medidas en periodos de al menos treinta años. Con décadas de estadísticas los registros pueden ofrecer una visión más clara de la crisis climática.

El plan municipal de inundaciones, fuera de la agenda

El Concello no tiene plan contra las inundaciones, pese a estar obligado a contar con uno. Es una exigencia de la Xunta, aunque sin plazos ni sanciones por no ser cumplida, que recoge el Plan especial de protección civil ante el riesgo de inundaciones de Galicia (Inungal) y que concierne a 62 ayuntamientos gallegos, los más expuestos al riesgo de desbordamientos de agua. Se trata de un plan de actuación específico para alertar y proteger a la población de las inundaciones y organizar los dispositivos de emergencia. Pero la obligación no tiene eco entre los municipios que no la cumplen y solo dos aprobaron el plan desde 2020. El Concello coruñés no tiene previsto elaborar dicho plan, al menos a corto plazo. “No se descarta”, matizan fuentes municipales. El Gobierno local no ha considerado en los últimos años que la ciudad esté expuesta a un alto riesgo de inundación, añaden sus fuentes, por lo que el Concello ha dado prioridad a otros planes de seguridad ante posibles emergencias que afecten a los vecinos sin dejar de tener en cuenta directrices autonómicas para casos de fenómenos meteorológicos semejantes, apuntan las fuentes. El documento de la Xunta, en cambio, sitúa A Coruña entre los 62 municipios que deberían contar con un plan contra los desbordamientos y le otorga como zona inundable una peligrosidad media y un riesgo medio-bajo. El resto de concellos de la provincia coruñesa que también están obligados a tener un plan contra las inundaciones homologado por la Xunta son As Pontes, A Pobra do Caramiñal, Paderne, Patrón, Dodro, Rianxo, Rois, Teo, Camariñas, Ponteceso, Laxe, Cambre, Culleredo, Oleiros y Sada. En Pontevedra son 19 concellos, en Lugo siete y en Ourense seis. Estos planes, que solo tienen en la actualidad 14 ayuntamientos gallegos, son protocolos para reducir el impacto negativo de inundaciones o lluvias torrenciales sobre la población y los bienes privados y públicos. Deben “prever la estructura organizativa y los procedimientos para la intervención” de los servicios de emergencia, a la vez que identifican de antemano los “elementos vulnerables” ante las riadas y establecen los pasos a seguir para reducir los tiempos de actuación.