La Opinión de A Coruña

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La debacle del Dolce Vita de A Coruña: la inversión de 198 millones que se vendió por 12

El ‘crack’ de 2008 y la crisis del modelo de centro comercial hundió el proyecto, que dejó un edificio ruinoso y una finca cuyo valor cayó a la mitad según refleja una sentencia reciente

El centro comercial Dolce Vita el día de su inauguración, el 17 de octubre de 2008. | // VÍCTOR ECHAVE

¿Cuánto vale el Dolce Vita, que en su creación en 2008 llegó a ser el centro comercial más grande de Galicia? Levantarlo costó en su momento 162 millones de euros, que al cambio actual serían 198, una inversión que los promotores estimaban que se tardaría en recuperar “sesenta o setenta años”. Duró poco más de cinco y, golpeado por la crisis y la competencia de Marineda, echó el cierre a inicios de 2014. Los nuevos propietarios de la finca, que promueven en ella la construcción del parque comercial Breogán Park, la adquirieron por 12,2 millones, aunque, según el catastro, el terreno y el inmueble valían casi 59 millones. Ahora han conseguido, a través de una sentencia judicial, que el Concello les rebaje retroactivamente el IBI que les cobraba, reduciendo la valoración a casi la mitad.

La historia de la aparición y depreciación del Dolce Vita es también la de la explosión y decadencia de los macrocentros comerciales, y el del auge y la caída de la economía española al calor de la burbuja inmobiliaria. El proyecto se fraguó al final del largo periodo de bonanza económica de las legislaturas de Aznar y Zapatero, cuando el PIB crecía, el crédito fluía y todas las inversiones parecían seguras. Cuando abrió sus puertas en octubre de 2008, en una época en la que se veían las primeras nubes negras de la crisis que postró al país, en A Coruña se habían creado cuatro centros comerciales en el mismo número de años. Promovía el portugués Grupo Chamartín, con una trayectoria de medio siglo en el mercado inmobiliario.

Y todo parecía presagiar el triunfo. Cuando abrió, 102 de sus 113 espacios estaban contratados, y los promotores esperaban llegar a prácticamente el lleno en pocos meses. Las cifras del centro parecían faraónicas. Más de 62.000 metros de superficie comercial, 175.000 construidos, 3.000 plazas de garaje, cerca de 4.000 empleos entre directos e indirectos.

Abría en Dolce Vita el primer H&M de la ciudad, el primer Primark. Estaban casi todas las firmas de Inditex, restaurantes, gimnasio, aunque no cines, que Chamartín Inmobiliaria consideraba un negocio que “no funciona muy bien” ya en aquella época. Los responsables del proyecto afirmaban que la crisis incipiente no afectaba a las marcas grandes que accedían al recinto; como mucho, señalaban, se verían perjudicados los pequeños negocios, que no encontrarían financiación necesaria para instalarse en uno de sus locales.

Los propietarios consideraban en 2008 que la crisis no afectaría a las marcas grandes

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La inauguración fue el 16 de octubre, y hubiera sido el acto de la semana, de no ser porque el de entrega de las medallas al Mérito de las Bellas Artes había reunido a Antonio Banderas, los Reyes y Melanie Griffith en el Colón el día anterior. Aún así, el acto compitió dignamente con el evento cultural: fue una auténtica gala del comercio que reunió a 2.000 espectadores, presentada por Paula Vázquez.

Hubo espectáculos de baile, láseres y música electrónica, fuegos de artificio y un discurso optimista del alcalde Javier Losada, que prometía que el “tirón” del gran comercio ayudaría a los pequeños y medianos establecimientos. Sonó un tema para la ocasión, Dolce Vita, y un sacerdote bendijo las instalaciones invocando a san Pancracio. Hubo una ligera protesta, en el exterior del centro: medio centenar de miembros de Comisiones Obreras, reivindicando un buen convenio para el comercio.

Pero no deslució el tirón inicial de popularidad. El centro comercial abrió al público al día siguiente, y, aunque era una mañana de viernes, cerca de medio millar de personas hicieron cola para entrar. La afluencia a lo largo del día fue tal que se formaron caravanas de coches, faltó espacio en el aparcamiento, y la Policía Local tuvo que cortar uno de los accesos al centro. Los atascos en Agrela eran tan frecuentes que llegaron al pleno del Ayuntamiento.

El fin de un sueño

Pero la crisis golpeó al Dolce Vita, y también la aparición, a poca distancia, de un competidor que sí sobrellevó la caída económica: el Marineda City. Era aún más grande, de capital coruñés y no portugués, y a sus promotores, los empresarios Manuel Jove, José Collazo y José Souto, el Ayuntamiento los libró de la obligación de ceder terreno para construir viales, zonas verdes y equipamientos. También se modificó el trazado de la tercera ronda para hacer posible el proyecto.

Marineda abrió en 2011 y el hundimiento de su competidor se hizo patente en 2012. Eroski cerró un hipermercado de 12.000 metros cuadrados de superficie, y en agosto las cadenas del grupo Inditex abandonaron el proyecto. Le siguieron firmas como Mango o Cortefiel. En la primavera del año siguiente, la empresa de electrónica Darty echaba el candado a una tienda de 7.000 metros cuadrados, y en otoño la seguía Primark. De los grandes grupos, el único que resistió hasta el cierre de 2014 fue Media Markt.

En los últimos momentos del Dolce Vita se anunció un proyecto para revitalizar el centro, Night Coruña, que planteaba convertir las instalaciones en un centro de ocio y hostelería. No llegó a realizarse.

Según recuerda una sentencia del Juzgado Contencioso-Administrativo nº 2 de A Coruña, emitida por un desacuerdo entre los promotores de Breogán Park y el Concello coruñés, la sociedad propietaria del que fuera el mayor centro comercial de Galicia entró en concurso de acreedores en febrero de 2014, poco después de echar el cierre, y se liquidó en noviembre. Esto conllevó “la desatención de su edificio y su correspondiente deterioro”. El inmueble se deterioró y fue objeto de “robos y actos vandálicos”. Las fincas acabaron en manos de diferentes empresas.

El inmueble se deterioró y fue objeto de “robos y actos vandálicos”

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Cuando los promotores del futuro Breogán Park las adquirieron, en 2018, el “deterioro del inmueble había alcanzado tal magnitud, que hacía necesario acometer importantes reparaciones” para que valiese algo. Sin embargo, cobraba IBI en base a un valor, sobre el papel, de casi 59 millones de euros. “El valor catastral superaba en más de 46 millones de euros al precio de mercado” señala la sentencia.

Los nuevos dueños acudieron al Catastro de Galicia, que en 2019 rebajó la cifra a menos de la mitad, 26,8 millones de euros. Solicitaron al Concello pagar el IBI de ese año en base al nuevo cálculo, y, si bien el Ayuntamiento se negó en un primer momento, el juzgado acabó dándole la razón a los promotores de Breogán Park. Los servicios jurídicos municipales no recurrieron la sentencia “al no quedar en la actualidad”, tras las conclusiones del juez, “ningún argumento mínimamente eficaz para sostener alguna posibilidad de éxito de un recurso de apelación”.

Ahora, Breogán Park prevé una inversión de 80 millones de euros para transformar la parcela en un espacio abierto con entre 20 y 30 locales: restaurantes y establecimientos hosteleros, instalaciones deportivas y de ocio. En vez de ser un espacio cerrado como el antiguo centro comercial, los clientes accederán a los negocios desde la vía pública y el aparcamiento. Cuentan con crear 2.000 puestos de trabajo cuando el proyecto se ponga en marcha.

La del Dolce Vita no es la única historia de un centro comercial creado con una gran inversión al calor de la burbuja y luego decaído. El del Papagayo, o Los Cantones Village (originalmente Puerto Centro de Ocio) se mantienen abiertos, pero con buena parte de sus espacios vacíos. El único que cerró, además del Dolce Vita, fue el Comcor, también ubicado en Agrela. Abierto en 2003, se especializó en productos como bricolaje, mobiliario y electrodomésticos, y llegó a albergar a una veintena de marcas, como Pórtico o San Luis. Cerró en 2019, cuando solo quedaban siete negocios abiertos.

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