‘Movemento tolleito’, la revuelta inclusiva

Personas con diversidad funcional impulsan una plataforma para reclamar mejoras de accesibilidad en la ciudad

Héctor Tejón, Yésica Val y Mercedes Legaspi, de Movemento tolleito.   | // CARLOS PARDELLAS

Héctor Tejón, Yésica Val y Mercedes Legaspi, de Movemento tolleito. | // CARLOS PARDELLAS / Marta Otero Mayán

Escalones furtivos, baldosas rotas, terrazas que antes no estaban ahí. Zona peatonal diluida en el carril bici. La calzada se desdibuja tras una acera que ya no existe. La ciudad que recordaba Yésica Val dejó de ser la misma tras la pandemia. Donde antaño había campo abierto con el que maniobrar con su bastón, hoy hay una terraza que le corta el paso. Lo que antes era un firme sobre el que pisar sin titubeos, hoy es un adoquín partido a la mitad que facilita el tropiezo. Patinetes eléctricos zumbando a ambos flancos. “Me habían cambiado la ciudad. La primera vez que salí de casa, sentí una amenaza por todos los frentes”, comenta ella.

A su lado asiente el sociólogo y activista Héctor Tejón desde su silla motorizada. Son muchas las cosas que les separan —“No paramos de discutir!”— pero más las que les unen. “Estaba harta de poner reclamaciones y que nadie me hiciese caso. Encontré a Héctor y vi que íbamos por el mismo camino”, cuenta Val. Juntos impulsan Movemento tolleito, una plataforma con vocación de crecimiento con la que llaman la atención sobre esas fallas urbanas imperceptibles para algunos, pero determinantes para otros. El nombre escogido es en sí un posicionamiento político: con él, hacen suyo un término peyorativo, que tantas veces han tenido que escuchar de boca de quienes no entienden que la accesibilidad compete a todos y no solo a quienes la necesitan.

“Para un tullido que me entra, voy a tener que hacer obra”, ejemplifican como recurrente. El ejemplo no es ajeno a nadie. Tampoco a Mercedes Legaspi, con movilidad reducida, y que acude interesada en el movimiento y teniendo muy claras sus reclamaciones, como también el lugar que representa el colectivo en el orden de prioridades. “¡No es que seamos invisibles. Es que estorbamos!”, matiza. En su caso, vuelve los ojos hacia su barrio como punto de partida. “A mí me gustaría que el Remanso fuese para todos, también para las personas mayores. Creo que habría que arreglar los adoquines de la plaza de San Pedro de Mezonzo, aumentar las plazas para aparcar...”, enumera Mercedes Legaspi. Su fijación es la piscina municipal y las barreras que cercenan su derecho al uso: “No hay una silla donde pueda ducharme. Como no me lleve la mía de casa...”.

La lista de mejoras urgentes, si se aplica la mirada crítica, es inabarcable. Para todos, pero especialmente para las administraciones competentes, va dirigida su Carta a los Reyes Magos, en la que han recogido todas sus demandas y que ya ha llamado la atención en el registro municipal: de actuaciones simples como el arreglo de esas baldosas rotas, el aumento de los tiempos de cruce en los semáforos que no dispongan de dispositivo sonoro, o la correcta delimitación de las zonas peatonales, a otros avances necesarios que exigen un cambio en el comportamiento social y en la concepción del espacio público que ya llega tarde. “Hacer respetar los espacios públicos. Las terrazas de hostelería y las pizarras publicitarias no pueden ocupar toda la calle, impidiendo el paso de los transeúntes”, apuntan. Piden seguridad vial y sanciones para los incívicos que comprometan su integridad, y sobre todo, exigen que el remedio no sea peor que la enfermedad. “Hay rampas con tanta pendiente que casi es mejor no usarlas”, indican.

Sus reclamaciones no suponen ninguna novedad; son los mínimos de siempre. La diferencia es el tono del mensaje: se han cansado de ser siempre los que cedan tiempo y espacio al resto. “Cuando llegamos a un sitio parece que hay que desordenar todo, sembrar el caos”, señalan. El mundo no está preparado para ellos, pero saben que no es su culpa. “No somos incapaces, nos hacen incapaces”. Se han cansado de paternalismos, de que se les trate como “elementos exóticos” de campaña electoral y de tener que cambiar autonomía por calidad de vida. “Cuando se tumba una barrera, surge otra. Acabas dependiendo siempre de alguien. Se trata de pensar qué tipo de ciudad quieres hacer: una ciudad cuidadora, feminista, consciente”, defienden.

Suscríbete para seguir leyendo