La presión vecinal expulsa a ocupantes de un narcopiso de Monte Alto tras horas de protesta

Una cacerolada por la inseguridad deriva en un asedio a una casa a la que vecinos quisieron entrar a la fuerza

Cuatro personas salieron de forma voluntaria

Gran despliegue policial

Vecinos fuerzan el narcopiso de la calle Washington

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Monte Alto salió a la calle para echar de una casa a sus ocupantes ilegales, un grupo de personas señaladas como consumidores de droga y responsables de robos e incidentes recientes en el barrio que han hecho sonar la alarma, y encender las protestas, por el aumento de la inseguridad. Una cacerolada convocada por vecinos y comerciantes en la plaza de San José derivó enseguida en una visita al número 5 de la calle Washington, una casa baja en mal estado ante la que se acabaron congregando unas 200 personas con la intención de que de su interior salieran sus moradores. Al cierre de esta edición y tras más de seis horas de asedio popular se habían marchado voluntariamente al menos cuatro ocupantes y dentro podrían quedar dos. La concentración vecinal tuvo momentos de mucha tensión, con el intento de personas de acceder a la fuerza a la casa para expulsar a los drogodependientes, a los que responsabilizan de los delitos. En el dispositivo policial movilizado hubo dos furgones del 091, media docena de patrullas, más de veinte agentes nacionales, entre ellos antidisturbios, y efectivos de la Policía Local.

Cacerolada en Monte Alto por el incremento de la inseguridad en el barrio

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La cita, al son de bocinas, silbatos y golpes en sartenes y cacerolas, despertó con moderación en la plaza de San José. “A las ocho de la tarde ya no hay gente en la calle”; “entraron en la casa de un señor, le robaron y lo dejaron tirado en el suelo”; “paran a los niños y les roban los móviles”; “este barrio era tranquilísimo y ahora es lo peor, a la cárcel con ellos”, expresaban hombres y mujeres, algunos residentes de Monte Alto “toda la vida”. A los diez minutos, los congregados caminaron sin dejar de hacer sonar sus utensilios hacia la calle Washington, a unos 200 metros.

Allí el ambiente, ante el número 5, no tardó en calentarse. Gritos e insultos hacia los ocupantes de la casa precedieron al intento de vecinos y vecinas de entrar por la fuerza en la vivienda golpeando la puerta y la madera de las ventanas. Desde dentro hubo resistencia, pero nadie salió. La policía, que seguía la concentración a distancia, pronto se acercó. Agentes del 091, con el apoyo de algún policía local, se plantaron delante de la casa para evitar que alguien entrase y contener a los más alterados. Los vecinos dejaron claro entonces su intención de no marcharse: “Si ellos no se van, nosotros no nos vamos”. Y de dentro alguien arrojó líquido por una ventana e hizo hervir todavía más el ambiente.

La insistencia de los vecinos movilizó más seguridad y a las siete de la tarde aparecieron los antidisturbios en dos furgones. Para entonces la tensión iba en aumento: de la casa salió volando desde la parte trasera y sobre el tejado una botella de cristal que se hizo pedazos en el suelo cerca de un grupo de personas; y del edificio cercano sus residentes empezaron a protestar por la molestia del ruido de las potas y sartenes, que a algunos no dejaba “estudiar”, como expresaron con mensajes escritos en papel lanzados a la calle.

Hasta una veintena de agentes, entre ellos antidisturbios, han tenido que intervenir en la protesta de Monte Alto

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Con agentes de la UIP dentro se intentó acordar con los ocupantes una salida voluntaria, porque los vecinos, parecía evidente, no estaban dispuestos a volver a sus casas. Sobre las 19.30 un policía informó a un grupo de presentes más nerviosos de que quienes estaban en la casa se comprometían a salir en 24 horas, pero del mensaje no se fió la gente, que no se movió del sitio y aseguró que no se marchaba del lugar al grito de “Monte Alto unido jamás será vencido”. A esperar.

Unos fuera, otros dentro

Poco antes de las 20.00 un patrulla policial se arrimó a la puerta de la casa, de donde salieron agachados y cubiertos con capuchas dos personas voluntariamente. Una hora después lo hicieron otros dos, después de que entre un furgón y otra patrulla actuasen como pantalla para impedir acercarse a los vecinos. A esa hora los había de todas las edades: menores, jóvenes, de mediada edad con sus perros, mayores. Ya no se oían cacerolas, sí gritos como si la pequeña multitud animase a un equipo deportivo o celebrase un triunfo.

Y de marcharse, ni hablar. Entraban y salían de la casa uno o dos agentes, y afuera dos líneas de policías formaban arcos para que nadie se aproximase. “Llamen a un juez y que deje entrar”, gritaba alguno. Un grupo de vecinos se sorprendió entonces por la presencia cercana de un hombre al que apuntaron como contacto de los ocupantes ilegales y que, en un momento dado, se acercó a agentes.

Los policías no negaron el contacto, también advirtieron de que la actitud de los vecinos, en este caso de ocupación, droga e inseguridad, parecía muy convencida de no moverse. Allí seguían al cierre de esta edición. Hoy el sol volverá a salir en Monte Alto, con la incógnita de si iluminará el barrio como un lugar más o menos seguro.