El ‘The End’ de los videoclubs de A Coruña: en verano ya no quedará ninguno

Adiós a los dos últimos negocios: Atlántico, en Os Mallos, cierra en abril tras 40 años y AíndaDVD, en Monte Alto, lo hará en el estío

Rubén García y Marina Castro, madre e hijo y responsables del videoclub Atlántico.   | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

Rubén García y Marina Castro, madre e hijo y responsables del videoclub Atlántico. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA / marta otero mayán

Sayonara, baby. Títulos de crédito y aplausos. Siempre nos quedará Netflix. En A Coruña, este verano, ya no quedarán más videoclubs. Tras el anuncio del propietario del videoclub AíndaDVD, en Monte Alto, de que bajaría la verja por última vez este verano, las esperanzas de los cinéfilos con querencia por los formatos clásicos estaban puestas en el Atlántico de Os Mallos, que quedaba como último bastión de un negocio que se contaba por decenas en la ciudad hace unos años. Su gozo en un pozo.

El establecimiento de Francisco Catoira también prepara su clausura definitiva, que llegará incluso antes que la de su homólogo de Monte Alto. ¿Razón? La más legítima: jubilación. “Toca descansar y disfrutar un poco de la vida”, resume Marina Castro, que ha sido su rostro más visible, junto con Ángel García, ya retirado, de uno de esos negocios que se han ganado la etiqueta de “míticos” del barrio, y que ahora se prepara para echar el cerrojo. “Esto abrió en el 85. Yo ya venía de niño a echar una mano —cuenta Rubén, su hijo—. Fueron casi 40 años, da pena, pero bien no iba, claro. Porque el local era de ellos, pero en la pandemia, los que no tenían plataforma, ya se la hicieron”.

El videoclub, desde su fundación en su emplazamiento original de la ronda de Outeiro, vivió períodos de bonanza, pequeñas crisis transitorias y hasta un lento ocaso final, ligado al auge de las plataformas de streaming y a otras posibilidades audiovisuales de internet pero al que, no obstante, han ido sobreviviendo gracias a una clientela fiel que han mantenido hasta el final. “Esto abrió en pleno auge del videoclub, en A Coruña había más de 50. El principal problema, primero, fueron las cadenas privadas en los 90. De eso nos recuperamos, pero luego vino la piratería, que era competencia desleal, y no hubo forma de cortarla”, enumeran.

El auge del DVD en los primeros 2000 les dio aire de nuevo una temporada más, pero la popularización de las páginas de descarga gratuita, como Emule o Torrent, impactó pocos años después con las perspectivas de un negocio que algo conserva de romanticismo cinéfilo. Los tiempos cambiaron, pero sus precios no lo hicieron. “Ni inflación, ni crisis, ni nada. El alquiler de películas siempre fue a 1,50, incluidas novedades. Cuando abrimos eran 200 pesetas. Ni más ni menos”, resumen.

El videoclub Altántico ha ejercido también de termómetro de las tendencias cinematográficas; nunca dejó de adquirir novedades, de variar géneros, aunque hay cintas que nunca pasan de moda. “Las de Star Wars se siguen alquilando mucho. Titanic es de las que más. Las sagas, como por ejemplo la de Harry Potter, funcionan bien: cuando se estrenaba una nueva entrega en el cine, la gente venía a llevarse todas las anteriores para verlas en casa”, enumeran.

Al final, y paradójicamente, no hace falta ser un gran aficionado al cine para regentar un videoclub. “La gente viene y te cuenta la película, no hace falta verla. Te dicen hasta los finales” , aseguran. Tras el mostrador del Atlántico han cultivado no solo un ingente conocimiento fílmico, sino también unas nada despreciables dotes de consejeros en la materia. “Hay gente que ni pasa del mostrador, les traes tú las recomendaciones en función de sus gustos. En el otro local la gente incluso esperaba su turno, había hasta sillones para sentarse”, recuerdan.

Madre e hijo han comunicado ya a los clientes habituales que les queda poco más de un mes para disfrutar del ritual de acercarse a elegir una película, verla y devolverla días después. “A muchos les da pena. Siguen viniendo muchas personas, también jóvenes, no te creas. Da pena, claro”, reconocen. Ahora se afanarán en ir poniendo todo el género a la venta en internet para colgar el cartel de The End —en el Atlántico y en el sector coruñés del videoclub— sin tareas pendientes.

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