Heredarás los libros: tradición familiar en las librerías de A Coruña

Arenas, Couceiro y Lume, tres veteranas librerías la ciudad, comparten una pasión por la profesión transmitida entre generaciones

Sus responsables repasan lo mejor de su trabajo

Manuel Arenas y su hijo Fernando, en la librería Arenas de la avenida de Oza.

Manuel Arenas y su hijo Fernando, en la librería Arenas de la avenida de Oza. / IAGO LÓPEZ

Los libros se leen, se estudian, se comparten, se aman o se detestan, se sienten, se viven... y también se heredan. “No heredamos la tierra de nuestros antepasados. La legamos a nuestros hijos”. Quizá los padres y las madres de tres familias coruñesas han asumido esta frase atribuida al aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito, al mantener como tradición familiar, en dos o más generaciones, el ejercicio de su profesión: libreros. Porque en Arenas, Couceiro y Lume, durante casi medio siglo en un caso y más tiempo en los otros dos, los libros son cosa de padres e hijos, de madres e hijas. Estas tres librerías coruñesas son el ejemplo de que el oficio se lleva en la sangre. Son la prueba de que en algunos sectores todo queda en casa y el trabajo y la vida se funden casi sin distinción entre las cuatro paredes de un bajo comercial donde reposa el conocimiento, la investigación, el entretenimiento, la ficción, la documentación; donde conviven la prosa y el verso, la divulgación y el ensayo, la ciencia ficción y la novela negra, el romance y la comedia, el teatro, la ilustración, los libros para niños y los libros para jóvenes...

En ese espacio de saber también se forjan relaciones sociales, lazos humanos que llegan a durar muchos años entre librero y cliente, entre experto y curioso, con la lectura como motor. Y es ese vínculo uno de los mayores encantos, y tesoros, que guarda la profesión para Manuel y Fernando Arenas, para Consuelo López y Manuel Couceiro y sus hijas Begoña y Sandra y para Lola Porto y Paula Veira. “Esta es una de las mejores profesiones del mundo”, dicen sin dudar.

Arenas, 75 años como libreros

La familia Arenas acaba de cumplir tres cuartos de siglo en el mundo de los libreros. El siglo XX se acercaba a su ecuador cuando Fernando Arenas Quintela se ponía al frente de la librería Porto, en San Andrés; una década más tarde era responsable de Cervantes, en la plaza de María Pita; y en el número 21 del Cantón Grande fundaba la librería Arenas en 1963. En 1990 su hijo Manuel cogía las riendas del negocio, hasta hoy, 34 años después, cuando su heredero Fernando Arenas de Araújo, la tercera generación, lo ayuda en las dos tiendas del Cantón Pequeño y la avenida de Oza.

“El mundo del libro es muy bello. A mí todo me lo enseñó mi padre”, sentencia Manuel Arenas, que antes de darse cuenta de que su vida estaba inevitablemente unida a los libros había empezado a estudiar Informática y Bellas Artes. “Pero iba a la librería de mi padre, me sentaba en las escaleras y leía los cómics de Tintín”.

Mucho tiempo ha pasado desde la lectura voraz de aquellas aventuras en viñetas, presentes cada día para Manuel cuando observa la figura a escala casi real del héroe creado por Hergé que tiene en la tienda. En Arenas también ha pasado muchas horas Fernando Arenas de Araújo, primero leyendo en verano, “con 8 o 9 años”, luego de cara al público en el mostrador. Va para siete años —empezó con 18— y en tan poco tiempo el hijo no solo disfruta tanto del trabajo como el padre sino que empieza a tener su grupo de clientes de confianza. “Ahora me piden consejo porque sé lo que les gusta leer. A mis amigos les sorprende donde trabajo, pero es una profesión muy bonita. Me gusta pensar que sigo una gran tradición”, confiesa Fernando.

Manuel Arenas coincide en destacar el placer que proporciona el contacto con los clientes que se dejan aconsejar: “Conservo lectores de hace más de cincuenta años, de cuando teníamos la librería en María Pita, algunos son bibliófilos, coleccionistas de los que conocemos bien sus gustos”. Defiende este veterano librero, amante del género histórico —su hijo disfruta más con la novela negra y la ciencia ficción—, que después de cambios de costumbres en su sector, de la evolución de gustos y de la “competencia” de los libros electrónicos, “la gente vuelve al papel”, a “un clásico que pervivirá”, a librerías como la suya.

Couceiro, más de 60 años

La historia de la familia de Consuelo López y Manuel Couceiro y sus hijas Begoña y Sandra es una historia de crecimiento. Fue en el año 1962 cuando el matrimonio decidió abrir un pequeño local en el número 125 de la ronda de Outeiro para vender la prensa diaria, revistas, papelería y algún que otro libro. Con el paso de los años llegaron al comercio los libros de texto y la librería Couceiro revolucionó el barrio de Os Mallos. “Cuando se abrió el negocio a los libros de texto se formaban colas enormes, que daban la vuelta a la manzana”, recuerda Sandra Couceiro, hija de los fundadores.

Pero el negocio se siguió expandiendo. En el año 1990 el matrimonio apostó por la apertura de otro local a escasos metros de la librería original, en el número 132 de la misma calle, y ocho años más tarde una tercera apertura llegó al bajo del 248. A día de hoy, las tres mujeres de la familia capitanean cada uno de los locales. “Cada una tiene su lugar. Mis padres nos cedieron el testigo a mi hermana y a mí sobre la marcha, pero mi madre no puede dejar de ir por ahí”, relata Sandra.

Sandra Couceiro y Consuelo López, en la librería Couceiro.   | // CARLOS PARDELLAS

Sandra Couceiro y Consuelo López, en la librería Couceiro. / CARLOS PARDELLAS

La familia ha visto pasar generaciones enteras por sus librerías. “Los clientes que venían hace años con su recién nacido siguen viniendo, y ese recién nacido ya es un adulto que también es cliente”, resume la librera, que da valor a la “fidelidad” de la clientela. “Algo de buen trabajo tiene que haber detrás de todo esto. Hemos trabajado mucho y mis padres fueron los primeros en sacrificarse”, comenta.

Su clientela, “muy variada”, se deja guiar por las recomendaciones de las libreras, aunque Sandra ve “un poco romántica” la idea que relaciona el oficio de librero con la lectura. “En horario de trabajo y con todas las novedades que hay es imposible estar al día” explica.

Lo que sí han heredado las hijas es la pasión por su trabajo, un negocio que aprendieron desde pequeñas “rodeadas de libros” viendo como sus padres trabajaban. “Mi niñez la pasé en la librería, mis padres estaban trabajando todo el día. Cuando hacía falta echar una mano la echaba haciendo recados y hasta los deberes los hacía ahí”, recuerda Sandra Couceiro. No le hizo falta sacar una carrera, porque su formación la recibió apenas sin darse cuenta en el día a día en la librería. “Tanto Begoña como yo estamos muy contentas de que haya sido todo así, de esta tradición familiar. Este trabajo supone mucho sacrificio, pero también te da muchas satisfacciones”, celebra.

Lume, hacia el medio siglo

Paula Veira Porto celebrará en diciembre de 2025 los 50 años de Lume, la librería de Fernando Macías. Su madre, Lola Porto, que había empezado a trabajar en Arenas con 14 años y hoy ya está jubilada, cambió poco después a Lume y, con el tiempo, ella y otro empleado se convertirían en sus propietarios. De aquellos “duros” comienzos, y de los años inmediatos a la muerte de Franco, Porto recuerda la persecución que sufría la librería por ser tildada “de izquierdas”. “Para los Guerrilleros de Cristo Rey éramos rojos y teníamos la librería en su zona, vendíamos obras que para ellos no se podían leer. Sufríamos atentados, nos rompían cristales, prendían fuego, venía la policía y no nos dejaban organizar actos”, repasa.

Desde el retiro, Porto asegura que “lo mejor” de su trabajo era “el contacto con la gente” y el acto en sí “tan agradable de vender libros”. Su hija Paula, que desde que heredó el negocio en enero de 2013 se encarga de “tareas más administrativas y de gestión”, está de acuerdo en que lo más gratificante, “además de estar rodeada de libros es poder hablar con todo el mundo que entra en la tienda”.

Lola Porto y Paula Veira, rodeadas de libros en Lume.   | // CARLOS PARDELLAS

Lola Porto y Paula Veira, rodeadas de libros en Lume. / CARLOS PARDELLAS

Lume se caracterizó en una época por disponer de “mucho ensayo político y social”, por darle relevancia a la literatura gallega y tener una variada oferta de libros pedagógicos, cuenta Veira. Añade que desde que se convirtió en su dueña, han ganado y perdido clientes, pero también conservan a algunos “de toda la vida”. Los que se fueron “descubrieron otras librerías, como es lógico” y entre los que llegaron muchos fueron estudiantes y otros lo hicieron de la mano de otra librera veterana de la ciudad, Begoña Varela, quien poco después de desaparecer la librería Colón comenzó a trabajar entre los libros de Lume.

Hoy este templo cultural “mantiene la misma idea de librería que siempre”, admite Veira, y también ha recuperado presentaciones de libros y actos literarios para dinamizar la vida cultural de A Coruña. Como lo hacen, solo con estar abiertas o con sobrevivir, las decenas de librerías de la ciudad, a cuyo frente se sitúan románticos de la palabra y el papel o familias como las de Arenas, Couceiro y Lume que de generación en generación transmiten la pasión por los libros.