La cocaína desbanca a la heroína como droga más inyectada en A Coruña: “Hay más riesgo de sobredosis”

La asociación Aclad ayuda a un “número importante” de jóvenes de 13 o 14 años que empiezan con el hachís | Una de las prácticas de riesgo es consumir la droga de manera intravenosa en fiestas de sexo en grupo

Foto de archivo de la sede de Aclad en A Coruña.

Foto de archivo de la sede de Aclad en A Coruña. / Carlos Pardellas

Hace años la cocaína que se consumía en A Coruña “mayoritariamente se esnifaba”, según explica la presidenta del Comité Antisida de A Coruña (Casco), Sonia Valbuena, pero ahora “en un porcentaje muy alto se inyecta, es un método 100% habitual”, aunque es difícil determinar la proporción con exactitud. Es un fenómeno que se da en toda España: en el barrio catalán de la Mina, históricamente ligado narcotráfico, se encuentra desde 2004 una sala de venopunción, donde los adictos pueden inyectarse droga en un entorno controlado, y en 2023 la cocaína desbancó a la heroína como la substancia más frecuente. Aunque en A Coruña no hay estadísticas semejantes, Valbuena cree que el cambio del opiáceo a la cocaína como droga más inyectada ya ocurrió “hace tiempo”, quizás unos cinco años. La vía intravenosa es un método “más directo, más adictivo, y con más posibilidad de sobredosis”.

La presidenta de la Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga (Aclad) en A Coruña, Rosa Barreiro, coincide en que el paso de cocaína esnifada a inyectada ocurrió hace “cinco, seis años”, y lo achaca a que “se ha perdido el miedo” a la jeringuilla heredado de la epidemia de heroína y VIH de los años ochenta. A la cocaína, explica, accede gente de “perfil económico más elevado” que empieza a consumir directamente la droga, pero también gente joven que antes ha probado substancias más blandas, como el alcohol y el hachís. “Piensan que con los porros no pasa nada, no se dan cuenta de que es una adicción”, señala la presidenta de Aclad, que cree que para muchos jóvenes la iniciación de la droga tiene que ver con relacionarse socialmente o con que “se sienten mayores, como antes cuando se fumaba tabaco”.

Y esto es uno de los aspectos más preocupantes para Barreiro, que alerta de que a Aclad acuden personas con problemas de drogadicción “con 13 o 14 años”: “Nos está alarmando, ya es un grupo importante, no son casos aislados”. A medida que se van haciendo mayores, muchos “quieren probar otras substancias”. El interés puede surgir, por ejemplo, yendo de fiesta: “El alcohol te atonta un poco, necesitas algún aliciente más con otra substancia como puede ser la coca...”. Así se introducen en una adicción muy problemática, pues, como añade Sonia Valbuena, de la cocaína “es muy difícil desengancharse”, genera daños orgánicos y cerebrales y no tiene un equivalente de la metadona. “Es una de las adicciones más difíciles de curar”, resume la presidenta de Casco.

El responsable de Reto a la Esperanza en A Coruña, Francisco José Santos, no coincide con las otras dos asociaciones en su evaluación de cómo se consume este alcaloide. A su entidad, que ayuda a rehabilitarse a personas con problemas de dependencia, “viene más gente por cocaína que por heroína, pero no por vía intravenosa”, si bien hay casos. “No hemos detectado un aumento de los ingresos, si bien en la calle, donde trabajamos, hay bastantes personas que están enganchadas”, puntualiza. Y muchas “durmiendo en las calles, malviviendo”, pues, aunque “hay albergues y ayudas”, pueden ser “insuficientes”, o tener normas que solo permiten a los usuarios estar unos días. Considera que se debería “hacer algo” más para ayudar a la gente que está en la calle.

En su asociación siguen recibiendo a usuarios con adicción a la heroína, y tanto en Aclad como en Casco coinciden en que esta droga, aunque lejos de ser mayoritaria, está viviendo un repunte. Desde Aclad, Rosa Barreiro indica: “Estamos viendo que gente que consumía heroína hace tiempo está consumiendo otra vez”, y lo achaca a que ahora hay “más entrada” del opiáceo en el mercado. “La heroína había prácticamente desaparecido, era residual, pero en los últimos años volvemos a verlo de manera más habitual, algo que nos extraña”, señala Sonia Valbuena, que añade que “volvemos a ver jeringuillas ahí tiradas”. Un fenómeno que, considera, “normalmente está más ligado con la heroína” que a la coca.

Vínculo con prácticas sexuales

Con lo que sí está relacionada la cocaína es con el chemsex, una práctica en la que un grupo de personas pasan noches o fines de semana en apartamentos en los que se consumen drogas y se tiene sexo de forma generalizada. “Es más frecuente de lo que creíamos”, explica el médico Álvaro Mena, que colabora con Aclad y es parte del grupo de Enfermedades Infecciosas del Complexo Hospitalario Universitario da Coruña (Chuac). Y según una encuesta realizada a pacientes “en el último año”, se ha “normalizado” el uso de drogas como la cocaína y el popper.

Los participantes en chemsex, señala, son sobre todo “hombres que tienen sexo con hombres”, y también mujeres transexuales, y Mena pide “poner el foco” en esta práctica, que, advierte, conlleva riesgos para los participantes. “Hemos tenido ingresos en psiquiatría de personas con cuadros agudos” relacionados con el consumo de drogas en el chemsex, o cuadros depresivos, y a otras con traumatismos o desgarros por las prácticas sexuales. Además, añade, de las infecciones de enfermedades venéreas. Valbuena alerta de que “no estamos haciendo caso” de estas prácticas y de que “estamos teniendo un problema con la gente que queda para tener sexo colectivo con droga, también cocaína, y en un alto índice también inyectada”. En Aclad vinculan el consumo en el chemsex “sobre todo con la coca”.

“Tenemos pacientes que cogieron hepatitis C tres o cuatro veces por las jeringas”

El uso de jeringuilla para consumir droga entraña riesgos además de los de la propia substancia, como explica el médico Álvaro Mena. Aunque se empleen jeringas nuevas, el pinchazo se hace “en una situación no controlada y por personal no cualificado, el propio consumidor o un amigo”, con lo que hay “mucho riesgo de infección”. Este se exacerba porque los pinchazos de droga no son intramusculares, sino que van directamente a las venas e introducen en el torrente sanguíneo la suciedad y gérmenes que haya en el instrumento. “Inyectas una bacteria en la sangre, que coloniza un tejido propio, como la válvula cardíaca: empieza a crecer y la acaba destruyendo”, indica el doctor, miembro de la unidad de Enfermedades Infecciosas del Chuac, que señala que en el hospital “vemos con frecuencia infecciones muy graves” por este motivo. “Todos los años hay varios ingresados, y puede llegar a ser mortal”, especifica.

Otro de los riesgos es compartir jeringuilla, que se convierte en un vector de transmisión de enfermedades. “Puede ser el VIH o hepatitis virales: tenemos tratamientos para la hepatitis C, pero las personas curadas no están exentas de volverse a infectar”, señala Mena. De hecho, en el hospital tienen pacientes que han tenido “tres o cuatro veces” esta enfermedad: “lo volvemos a curar y vuelve a compartir jeringuilla”.

Y la aplicación intravenosa de la droga causa un mayor efecto, pero también es más peligrosa: hay más posibilidades de que se produzca una sobredosis, potencialmente letal. En el caso de la heroína, u otras drogas que relajan, la muerte es normalmente por “inhibición de respirar”, pero con la cocaína es la “taquicardia”. “Es una droga estimulante”, cuenta Mena, y tomada en exceso puede sobrecargar el corazón. Aunque esto puede ocurrir esnifándola, inyectársela hace que la dosis sea “más difícil de controlar”.

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