Policías y colectivos sociales denuncian un auge de la heroína, que motiva hurtos y robos en A Coruña

Los adictos no suelen cometer crímenes graves, pero sí sustracciones al descuido que luego venden por debajo de su valor o cambian por una dosis | Los sindicatos del 091 reclaman reforzar el personal que investiga los narcopisos

Detenido por la Policía Nacional en una redada contra el tráfico de drogas en A Coruña.

Detenido por la Policía Nacional en una redada contra el tráfico de drogas en A Coruña. / Víctor Echave

El consumo de heroína está subiendo en A Coruña. Lo refrendan los agentes de la Policía Nacional y de la Local, y las asociaciones que trabajan con los adictos, que han visto un repunte de casos en los últimos años. A la espera de que el Ayuntamiento elabore su plan contra la droga, que aprobaron en septiembre todos los grupos del pleno, los agentes advierten de que el consumo de estupefacientes está ligado a la inseguridad. No especialmente a la violenta, pues los drogodependientes coruñeses no suelen protagonizarla, pero sí a los delitos leves, los hurtos en tiendas, las sustracciones al descuido y los robos en automóviles.

Para Sonia Valbuena, presidenta del Comité Antisida de A Coruña (Casco, con un punto de calor en Padre Sarmiento, 24 y teléfono 604.08 2.948), que, entre otros colectivos, ayuda a consumidores de estupefacientes, “está volviendo la heroína: se está consumiendo más, y, sobre todo, están volviendo a aparecer jeringuillas, hacía mucho tiempo que no veíamos esos problemas”. El incremento, considera, se produjo después del COVID, y señala que no tiene por qué tratarse de una subida general de la adicción a drogas, sino puede que sea un “cambio de consumo” enfocado hacia el opiáceo.

Esta droga, advierte, “normalmente empiezas fumándola pero acabas inyectándola”, lo que puede generar otros problemas de salud si se comparten jeringuillas. En cuanto a la relación de la droga con la criminalidad, Valbuena indica que “no se puede decir que toda la inseguridad es por este tema”, pero es clara a la hora de señalar que “uno de los factores más criminógenos que hay es la toxicomanía: con más consumidores, más criminalidad, se puede decir con absoluta garantía”.

Lo mismo indica Borja Varela, del sindicato Confederación Española de Policía (CEP). Para este agente de la Policía Nacional que trabaja en A Coruña, el repunte de la heroína es claro “desde hace un par de años” y “hay una delincuencia asociada a este consumo”. La droga es cara, muchos de los que la consumen, por su adicción o por otras circunstancias, tienen ingresos bajos o carecen de ellos, y “hay muchos toxicómanos que se ven obligados a cometer pequeños hurtos para sufragar esa adicción: eso se puede constatar”.

En los últimos años la tasa de la criminalidad subió hasta sobrepasar la media nacional, y, aunque en el primer semestre de 2023 se han moderado un 13% y la ciudad ya está un poco por debajo del promedio, sigue por encima en hurtos. En los primeros seis meses hubo 2.130 casos, y, si se compara con los que corresponderían con población, este delito es casi un 30% más frecuente en A Coruña que en el conjunto del país.

El presidente de la Asociación Profesional de Policía Local, Manuel Freire, apunta a una posible relación con la droga. Su auge se lleva viendo “un par de años, y están subiendo los robos al descuido, los hurtos en comercio, todo tipo de cosas a las que les puedan sacar beneficio rápido, lo justo para la dosis”. Para corroborar el auge de la heroína, defiende, “solo hay que darse un paseo por la ciudad: ves otra vez chicos y chicas demacrados, y los delitos, algunos faltas, se producen continuamente”. Para los agentes, considera Freire, los autores no son “un gran problema” a la hora de identificarlos o detenerlos, “salvo uno que en un momento dado tenga un mono especial”, pero las frecuentes alertas “dan un montón de trabajo, y a los vecinos les crean un montón de inseguridad”.

La Policía Nacional no realiza valoraciones sobre este fenómeno, pero Marcos Franco, del Sindicato Unificado de Policía (SUP), sin atribuir directamente las altas estadísticas de hurtos a la heroína, apunta a que “el repunte de tráfico de drogas es cierto, y repercute en la inseguridad ciudadana: hurtos, robos con fuerza [es decir, rompiendo objetos], robos en interior de vehículo, sobre todo”.

Para Franco, los consumidores de estupefacientes que roban para satisfacer su hábito “no son gente especializada, criminalmente hablando, y lo que pueden pillar lo pillan”. Son delincuentes oportunistas, que “van tanteando coches por la calle, y si está abierto, van a entrar”, que si están a la puerta de un súper y ven algo a mano “lo van a llevar” y se harán con un “móvil despistado” al que echen ojo en la calle. “Cualquier cosa tiene valor para ellos”, explica, aunque señala que pocas veces recurren a la violencia o intimidación contra las personas. A Coruña “es una ciudad tranquila”, considera.

Este tipo de delitos tiene la particularidad de que muchas veces hay una desproporción que Franco define como “bestial” entre el valor de lo sustraído y lo que reciben. “Una dosis vale diez o veinte euros, y si se la dan por un móvil, les vale”, indica el policía nacional, que señala que hay varias formas de rentabilizar los robos. “Un móvil desbloqueado se lo venden a cualquiera, hasta por la calle”, indica. Si no, “lo venden a mafias, a grupos que lo llevan a África para hackearlo o venderlo allí, o directamente lo llevan al lugar en el que compran la droga” para hacer allí el trueque y que el vendedor lo revenda a las mafias. “Antes iban mucho por casas de compraventa, pero ahora los fichan”, explica el agente.

Tanto Varela como Franco coinciden en que el tráfico de droga no está restringido a una zona, como años atrás en Penamoa, sino repartida por la ciudad, en “narcopisos” por los barrios. “Hay puntos, por así decirlos, míticos, como el Camino de la Iglesia, Monelos, el Barrio de las Flores, Os Mallos”, enumera Franco, y otros en los que el tráfico se nota más “de un tiempo a esta parte”, como Monte Alto, en la zona de Latorre o Santo Tomás, donde hubo recientemente una intervención en un piso, el Agra do Orzán o la calle Barcelona y Cuatro Caminos, también objeto de un registro a un piso hace semanas.

La plantilla que patrulla en las calles no es suficiente, indica Franco, y tampoco el dedicado a investigar a los narcotraficantes. “El personal es muy efectivo pero se necesitaría reforzarlo para abarcar todos los puntos de venta”, añade Varela, que señala que para intervenir en un narcopiso antes hay que realizar “investigaciones laboriosas, que no son de un día para otro, que requieren trámites de vigilancia y autorizaciones judiciales”.

Salir de la adicción

Francisco José Santos, consumidor rehabilitado él mismo, es responsable del centro de O Portiño de Reto a la Esperanza (teléfono 981.273.850) que ayuda a salir de la adicción a los que lo necesitan, y en los últimos tiempos ha notado un “incremento” de la heroína. “El baremo es el ingreso en nuestra asociación” por este narcótico, con un aumento que evalúa en un 10 o 20%, y las escenas que ven durante las acciones que realizan en las calles, repartiendo comida en “los sitios marginales de la ciudad”. También se ha incrementado, advierte, el ingreso de personas que llegan con “problemas añadidos de salud mental”.

“Tiempo atrás la gente venía con otro tipo de drogas, de diseño, cocaína, pastillas”, explica Santos, que señala que, al menos en su experiencia, los que llegan por heroína no suelen ser los más jóvenes. “La gente creo que empieza con otro tipo de drogas”, indica el activista, aunque señala que “ahora se lleva mucho la mezcla, la gente fuma y suele mezclar cocaína con heroína”.

La heroína, explica Santos, genera un deterioro físico evidente, y “el síndrome de abstinencia es fuerte”, con náuseas, vómitos e insomnio. Pero en diez, quince, veinte días, o un mes de abstinencia, el paciente está, “no curado, pero sí desintoxicado”, y, “paradójicamente”, si no tiene otras adicciones uno queda “más o menos limpio”. “Quizás de otro tipo de drogas es más difícil de salir psicológicamente”, señala.

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