Entrevista | Daniel Valero, ‘Tigrillo’ Activista LGBTI y divulgador, este sábado en el Corufest

“El activismo mira a un nuevo horizonte: desmantelar el sistema, no amoldarse a él”

“La Gen Z tiene una cantidad de personas que se definen LGBT muy superior a otras”

Daniel Valero, Tigrillo

Daniel Valero, Tigrillo

El divulgador y activista LGTBI, Daniel Valero, conocido como Tigrillo, llega a Corufest este sábado. Intervendrá en el encuentro Igualdad, sexualidad e identidad (19.00 horas en el centro sociocultural Ágora), junto al escritor Nando López; la historiadora del arte y actual directora general de Derechos Culturales del ministerio de Cultura, Jazmín Beirak; y la diputada de la Asamblea de Madrid, Jimena González.

Para empezar a hablar de identidad, sexualidad e igualdad desde una mirada LGBTI, ¿por dónde hay que empezar?

Empezamos viendo las cosas que nos unen y las que nos separan. Siempre son más las que nos unen, no solo entre las personas LGBTI, sino con el grueso de la población. Hacemos jornadas como estas para reflexionar y parece muchas veces que estos temas solo nos incumben a las personas LGBTI o a las mujeres, pero estos temas nos hacen más libres a toda la población. Todo el mundo está subyugado a los estereotipos de este sistema, incluyendo al hombre cis heterosexual, que es forzado a ser el fuerte, no pedir ayuda, a ser el agresivo, a eso de los hombres no lloran... Toda la población se beneficia de que hablemos de cómo desmantelar el sistema sexo-género y sus presiones.

El colectivo se siente interpelado por esta reflexión, pero, ¿los hombres y mujeres cis hetero lo hacen? ¿En qué punto estamos?

Estamos en un momento de cambio de perspectiva sobre cómo vamos a llevar el activismo. Durante muchos años, los activismos LGBTI se han centrado quizá demasiado en intentar demostrar a la población en general que podemos ser iguales que la población heterosexual, entre muchas comillas, formar familias parecidas a las cisheterosexuales, modelos de vida similares. No molestamos, entre muchas comillas, a absolutamente nadie, porque no creamos un cambio dentro del paradigma de cómo se entiende el género o el sexo. Creo que gran parte de la comunidad LGBTI ya estamos mirando a un nuevo horizonte, hacia cómo podemos desmantelar ese sistema y no simplemente amoldarnos a él, ya que al final todo este sistema es el que crea las opresiones. Podemos intentar que nos asimile y pasar lo más desapercibidos posible, pero estamos dejando abandonadas a las personas que no tienen capacidad de ser asimiladas: personas trans menos normativas, de género no binario, o que deciden relacionarse de forma menos tradicional, como las no monógamas. El activismo debe incluir a todo el mundo.

La visibilidad juega un papel importante. ¿Tiene la sensación de que el colectivo sigue pidiendo permiso por existir?

Absolutamente. Creo que tenemos mucha más visibilidad que antaño. Es útil porque salva vidas; que ese niño gay de 14 años sepa que no está solo en el mundo y que su vida no tiene por qué ser peor por ser gay, porque ha visto en una serie a dos adolescentes enamorados, es positivo y necesario. Pero al final, nos estamos supeditando al tipo de representación tímida, que no hace daño a nadie y que no tiene tanto recorrido como nos gustaría. La mayoría de la visibilidad que recibimos está bien para empezar, pero es más urgente que necesaria en muchos sentidos, porque nos amolda a los estilos de vida tradicionales.

Escribió El niño que no fui, que habla de la infancia LGBTI y sus elementos transversales a todo el colectivo. ¿Qué impacto tiene en la adultez haber crecido rodeado de rechazo hacia lo que uno es?

Es un melón interesante que abrir, el de las secuelas que tienes en tu vida cuando te pasas la infancia y la adolescencia recibiendo violencia correctiva. Socialmente, desde que somos pequeños, nos inculcan a tomar el camino del hombre o de la mujer “de verdad”. Cuando no cumples esos estereotipos, te aplican la violencia correctiva. En mi caso se dio en forma de homofobia, bifobia, insulto, agresiones, que me tratasen en femenino, y que mi proceso de socialización cuando era adolescente estuviese marcado por el rechazo de mis iguales, del resto de chavales de mi edad. Crecí creyendo que solo merecía rechazo por parte de la gente que era como yo. Intentas mantener todo el rato una forma de compensar la persona que eres, mediante tu aspecto físico, mediante ser hiper servicial, esconderse para no ser detectado... esto desarrolla problemas de ansiedad, de depresión o intentos autolíticos. Cuando hablamos de LGBTIfobia no nos referimos a la paliza que ha acabado con tu vida, como en el caso de Samuel, sino que hay un entramado mucho mayor de personas que viven su vida afectadas por esas secuelas.

La impresión es que eso ha cambiado en los últimos años, que las personas del colectivo pueden vivir su infancia y adolescencia de una forma más libre.

Sí. Todos los datos estadísticos dicen que la Generación Z tiene una cantidad de personas que se definen abiertamente como LGBTI increíblemente superior a otras generaciones. En EEUU son el 20% de esta generación. Esto es porque desde hace muchos años la visibilidad se vuelve mucho más democrática, tenemos otros medios para visibilizarnos, no dependemos de los medios mainstream, todo el mundo tiene acceso a internet y hay grupos comprometidos que se visibilizan. Yo con 15 años no sabía que existía la posibilidad de que yo podía ser un hombre bisexual. No había escuchado esa palabra en toda mi vida y la única representación de hombre gay pasaba en televisión a las 2.00 de la mañana. Yo no tenía acceso. Muchos medios y grupos han abierto camino para que ahora la gente pueda darse cuenta.