La mirada de los niños es transparente. Y cuando delante tienen a dos de sus ídolos la cara les delata la ilusión, los nervios y el respeto de verse en la pista con Pablo Cancela y Jordi Bargalló. "Vale la pena venir solo por verles sus caritas", dicen. Compañía de María es el escenario por el que durante tres semanas y repartidos en tres turnos, casi doscientos niños no solo de la ciudad, sino también de Vigo, Madrid, País Vasco e incluso Portugal, pasarán por el campus de los dos jugadores del Oliveirense. No hace tanto que eran ellos mismos los que acudían a este tipo de entrenamientos. Cancela iba a Reus de la mano de Alejandro Avecilla. Bargalló, a La Mina para trabajar con Miquel Umbert. Pasados los años y los éxitos, ambos son ahora los que marcan el camino y devuelven lo aprendido. El objetivo, enseñar a los niños y que estos se diviertan con el hockey sobre patines. Pero sobre todo, que se hagan amigos.

"Vamos a enseñarles valores", dice Pablo Cancela. ¿Qué valores? La palabra está manida. "Pues que lo importante es ser amigo de tus compañeros", responde. Las jornadas son intensas. Trabajo de pista sobre los patines y sin ellos, pero también momentos de diversión con visitas a la playa y a la Casa del Agua. Mientras los niños reponen fuerzas, Bargalló y Cancela se sientan a atender a la prensa. Cuesta sacarles más de dos frases serias seguidas. Coruñés de A Coruña y coruñés de Sant Sadurní d'Anoia, la complicidad se ha instalado entre ellos y se están divirtiendo una vez terminada la temporada. "Ya que la selección nos da vacaciones...", bromea Jordi Bargalló, por primera vez en muchos años fuera de la lista del combinado nacional.

Fue un año de reciclaje para los dos, recién aterrizados en Portugal. Cancela venía de jugar los últimos cuatro años en el Forte dei Marmi italiano, Jordi de desarrollar prácticamente toda su carrera en el Liceo. Se encontraron con una liga muy competitiva, con cuatro gigantes (Benfica, Oporto, Sporting y Oliveirense) y con una clase media que no regala nada a nadie. Y tuvieron opciones hasta el final de luchar por todos los títulos, pero se quedaron sin ninguno. "Esperamos ser más competitivos el año que viene", analiza Jordi, que señala más a errores propios que a la polémica arbitral de las últimas jornadas. "No creo que los árbitros nos penalizasen", subraya Pablo. "Hay que ser positivos y pensar que el año que viene será mejor", añade.

Otro de los descubrimientos fue la pasión de los aficionados. "Los grandes equipos son de estructuras de clubes grandes, de fútbol, y eso mueve a mucha gente. Son muy apasionados. Tuvimos follón en casi todos los desplazamientos. En tres, salimos escoltados por la policía", recuerda el catalán. "En España el hockey es aburrido. Algún partido termina 1-0. Así no se engancha nadie. El portugués es un juego mucho más físico", critica Cancela. "A mí me enseñaron que hay que divertirse y divertir porque aquel que paga una entrada por venir a vernos, tiene que ser compensado por ello", añade Bargalló.

Dieron una muestra de ese juego en A Coruña cuando jugaron contra el Liceo en la Liga Europea. Muchos goles y espectáculo. Poca defensa y estrategia. "Yo prefiero que el año que viene no nos vuelva a tocar... se lo dejamos a Toni Pérez (que jugará en el Sporting)", dice Bargalló. El coruñés, en cambio, acepta el reto encantado: "A mí no me importaría. Supone venir a casa, jugar ante tu gente. Además ganamos y metí goles. Claro, como Jordi no marcó ninguno, por eso no quiere volver". "Yo estaba preocupado en pasar la bola", le responde entre risas el ex capitán verdiblanco. La conversación se interrumpe porque uno de los niños no quiere terminarse el bocadillo. Los otros monitores ya tienen todo dispuesto para que los más pequeños se vayan a dar un baño a la playa mientras los mayores pasan a la pista. Porque también aquí lo importante es trabajar en equipo. Es el Campus de Pablo y Jordi, pero es asimismo el de Josep, Willy, Neto, Ignacio, Juan, Pablo, Luis, María, Yago, Pol y Miki. Y sobre todo, de los niños.