La entrada en la final de Bale, con una chilena de ensueño en el primero de su dos tantos, impulsó leyenda del rey de Europa, un Real Madrid que conquistó en Kiev su decimotercera Champions, ante un Liverpool que acusó la lesión de Salah y acabó siendo víctima de los errores de su portero.

La Liga de Campeones de las chilenas. De la deseada de Cristiano Ronaldo en cuartos a la de Bale en la final. Un tanto de dibujos animados que decidió una gran final de Liga de Campeones.

Los grandes partidos son imprevisibles. Cualquier plan trazado cambia el rumbo por un detalle inesperado, como la lesión de Salah, un frenazo a la exhibición física del Liverpool, que salió a morir al césped. Once años sin una final invitaba a retar el reinado madridista en Europa a base de coraje. La presión asfixiante, velocidad con el balón y verticalidad, anularon de inicio todas las virtudes del Madrid.

El Liverpool mostró por qué se convirtió en el equipo más goleador de una edición de Champions. Su presencia en la final estaba justificada con unos minutos de vértigo que finalizaron por el impacto psicológico de perder a su estrella.

Instaló los nervios en la salida de balón madridista. Varane y Ramos achicaban agua como podían ante el juego directo inglés. Tapándose uno a otro con velocidad. Los laterales, arma clave ofensiva de Zidane, bastante tenían con mantenerse en pie ante la avalancha.

El Madrid pedía a gritos la aparición de Modric, de Isco, de uno de sus magos con criterio para pisar el balón y detener el tiempo. Desaparecían en ayudas defensivas, con Zidane desgañitándose para que sus jugadores adelantasen líneas.

El miura que dijo Ramos vestía de rojo. El campeón encerrado, un muro ante las oleadas tapando disparos y la figura de Navas emergiendo con una parada de reflejos al disparo potente de Arnold.

El punto de inflexión fue la lesión de Salah, un directo al mentón del Liverpool que perdía velocidad pero ganaba control con Lallana. Respiraba el Madrid que pasaba a adueñarse del balón, a encontrar la movilidad de Benzema, haciendo daño cayendo a bandas y asociándose en el inicio de un recital en su lectura de partido.

El plan de Zidane se alteró por una situación inesperada. Carvajal caía en la batalla. Una nueva lesión muscular que metía en la final al comodín Nacho. El balón se tiñó de blanco y la recta final del primer acto dejó un aviso del campeón.

En cuanto apareció Isco, que puso un balón medido desde el costado derecho al vuelo de Cristiano. Su potente testarazo lo sacó con una mano salvadora abajo Karius, en su acción más brillante de una final que será su mayor pesadilla de por vida.

El rechace lo mandaba a la red Benzema en una acción anulada por el colegiado. El francés estaba metido como nunca en el partido, respondiendo a la confianza de Zidane, que apostó por él en el once pese a su bajo rendimiento en la temporada.

Cerró la primera parte con un balón medido a la incorporación de Nacho, que chutaba al lateral de la red, y un disparo lejano ajustado al poste. El preludio de lo que llegaría nada más arrancar la segunda parte, con Isco apareciendo ante un balón muerto para tocar el balón con mimo, picado, y verse frenado solo por el travesaño.

No hubo tiempo para las lamentaciones. Al espectáculo solo le faltaban los goles de dos equipos nacidos para atacar y Benzema encontró un nuevo regalo de un portero en una concesión increíble de Karius en la final.

De un balón largo de Kroos que detuvo el portero nació el saque con la mano de puerta, la intuición de Karim para meter el pie y mandarlo a la red en uno de los tantos más absurdos de una final en el fútbol moderno.

Ningún golpe tumbaría definitivamente a un Liverpool que firmó una Champions inolvidable. Llegó a empatar el partido, resucitando la final cinco minutos después. A balón parado, con Lovren ganando el salto a Ramos y Mané atento para remachar a la red. Era el último guiño de orgullo de los reds.

Isco se marchaba del campo a la hora de partido. Tras probar a Karius con un buen remate a centro de Nacho. Zidane sacrificaba su magia porque aceptaba el intercambio de golpes en el juego directo que le planteaba Klopp. Bale entraba en escena. Era su final.

El primer balón que tocó, al centro de derecha de Marcelo, se inventó una chilena de ensueño. En el aire, de zurda, golpeó el esférico con una parábola imparable. Un gol de dibujos animados que ensanchaba la leyenda europea del Madrid. El tanto soñado por cualquier en la tercera final marcando del galés.

Si era su último partido de blanco no pudo tener un mejor final. Los intentos a la desesperada del Liverpool murieron en un disparo lejano al poste de Mané. Cómodo con espacios los hombres de Zidane, sentenciaron. Casemiro regaló el gol a Cristiano, que perdonó el portugués muy lento en la definición. Salvaba Robertson poco antes de que Karius extendiese su noche negra. Un zurdazo lejano de Bale le dobló las manos y el balón besaba la red en el punto final a un gran espectáculo que dejó sin opciones al Liverpool.