Hoy no toca hablar del Liceo. Hoy hay que alabar, necesaria y merecidamente, al Barça, su máximo rival. Porque para estas cosas da igual la camiseta que vistas. Los ejemplos de deportividad y compañerismo están por encima de los colores. Hoy hay que mirar, remirar, ponérselo a todos los niños del planeta, lo que pasó en la final de la Supercopa de Europa del pasado fin de semana. Aitor Egurrola, el legendario portero del Barcelona, había jugado todo el partido -con tres faltas directas paradas- y la prórroga -en la que detuvo un penalti-. Pero cuando empezó la tanda de penaltis encajó dos de los tres primeros lanzamientos del Porto. Entonces decidió que no estaba dando lo mejor de sí mismo, que no se estaba encontrando cómodo y que era mejor que entrara su compañero. Sergi Fernández salió, paró dos tiros y el Barça se proclamó campeón. El equipo por encima del protagonismo individual. El bien común por delante del ego personal.

Para entenderlo todavía mejor hay que explicar quién es Aitor Egurrola. El aficionado de hockey sobre patines lo sabe. El resto, por desgracia, seguramente no. Porque Aitor Egurrola lo ha ganado todo. Y no es una simple frase hecha. El Pulpo, como se le conoce, además de ser uno de los mejores porteros del mundo y de todos los tiempos, es ya el jugador con más títulos de la historia. Si se pone, llega a cien. Porque lleva 72. Sí, 72: 68 con el Barcelona y 4 con la selección. Pues él que lo ha ganado todo, que lo ha sido todo, acepta sin estridencias, sin dramas ni malas caras, que a su lado se siente otro de los mejores porteros del momento, Sergi Fernández. Y que la alta competencia entre ambos le mande muchas veces al banquillo. Cuando le toca salir a la pista, tiene que aprovechar sus minutos para demostrar lo que vale. Y aún así decidió sacrificar su protagonismo en la final por el bien de su equipo. Curiosamente, había pasado algo parecido en la final a cuatro de la Champions del año pasado cuando la titularidad era de Sergi Fernández y se la cedió en la segunda parte a Egurrola. Ya lo dicen los carteles que Abanca ha colocado por A Coruña con tres canteranos del CRAT como estrellas: " Ninguén é tan bo como todos xuntos".