En las horas posteriores a la tragedia de Lisboa, Bartomeu repasaba en la intimidad de su domicilio las monumentales y cíclicas crisis que han sacudido al Barça en su historia más reciente. Era aún Setién el entrenador. Ni siquiera había ido el presidente a la flamante casa barcelonesa de Ronald Koeman, desengañado, de nuevo, porque Xavi le había vuelto a decir que no. Misma llamada que enero, idéntica respuesta llegó en agosto desde Qatar.

Entonces, rastreando en el pasado en busca de soluciones para un complejo futuro, entendió Bartomeu, y así lo verbalizó sin que ni siquiera nadie se lo preguntara, dónde había terminado su conclusión. "Esta crisis la comparo a la de 1988", confesó el presidente. No le falta nada de razón. Quizá en el fondo, aunque la forma es radicalmente distinta. Ahora no se ha presentado la plantilla casi al completo, como sí sucedió en 1988, pidiendo la dimisión de Núñez, el presidente que solo había ganado una Liga en una década. Ni tampoco ha protagonizado un motín como el del Hesperia.

Messi no ha pedido la salida de Bartomeu, por mucho que este amagara con irse si él era el problema. Aunque Leo haya enviado un burofax que algún día debería estar en el Museu como símbolo de un final que nunca debió darse. Tampoco la plantilla se ha sentado alrededor de un micrófono, como hizo aquel grupo con Alexanko, capitán y portavoz, para denunciar las mentiras del entonces presidente , que se llevó por delante a prácticamente todos.

Núñez continuó;Alexanko, el líder de la rebelión, también, pero en su caso gracias a la férrea voluntad de Cruyff, el técnico que no quería el presidente, quien había diseñado todo su plan deportivo en torno a la figura de Clemente. Sin embargo, al ver la dimensión de la crisis, se entregó al holandés, que era el elegido por la oposición al nuñismo. Mandó subir El Montanyà para darle las llaves del Barça a Cruyff en tiempos depresivos, llenos de oscuridad, en los que se proporcionaron 12 bajas tras el motín.

Mientras meditaba en casa la respuesta al Lisbonazo, Bartomeu desconocía que Messi iba a soltar en público lo que le había dicho varias veces en privado. Intentó, tal si fuera Núñez, convencer a Xavi, el arquitecto designado por Víctor Font, uno de los aspirantes a la presidencia, para reflotar el club. Pero al toparse con la puerta cerrada, volvió a llamar a Koeman, curiosamente el entrenador escogido en el verano del 2003 por Laporta, Cruyff y Txiki Begiristain.