Felipe VI apareció por sorpresa en la Caja Mágica minutos antes de que se cerrase este lunes la capilla ardiente de Manolo Santana. El Rey transmitió sus condolencias a su viuda y despidió en persona “al amigo Manolo”, con quien su padre, el rey emérito, mantenía una estrecha amistad desde hace años. Fue el colofón a una jornada en la que miles de madrileños dieron su particular adiós al tenista.

Eran las doce y siete de la mañana cuando abrían la puerta de la Caja Mágica a la veintena de madrileños que esperaban para despedir a Santana. Cinco fotografías en blanco y negro, así se conocieron sus éxitos en los 60, secundaban el féretro de Santana sobre la tierra batida de la pista que lleva su nombre en la Caja Mágica. Solo en una aparecía acompañado, quizás no casualmente, de Rafael Nadal.

Claudia Rodríguez, su viuda, atendía a los numerosos medios que cubrían la despedida del tenista. “Ha sido un privilegio disfrutar al lado de Manolo estos años. Pidió despedirse de Madrid aquí en la Caja Mágica, con sus amigos y su gente del tenis. Las cenizas volverán a Marbella”, informaba. Junto a ella aparecían los hijos de Santana, alguno llegando desde el extranjero durante el día a la despedida de su padre.

Detrás del féretro, envuelto en la bandera de España, se acumulaban coronas de flores enviadas, entre otros, por Nadal o sus amigos y rivales, Ilie Nastase y el gran Ion Tiriac. Destacaba otra en la que se leía “¡Te queremos, jefe!”.

Desde primera hora de la mañana, junto a la familia, comparecía Feliciano López y su esposa, Sandra Gago. Y según avanzaba la mañana concurrían caras conocidas del tenis como Tomás Carbonell, Juan Avendaño, el presidente de la federación Miguel Díaz Román, Álex Corretja...

El alcalde de Madrid, José Luis López-Almeida, llegó con Begoña Villacís, primera teniente alcalde, y Sofía Miranda, concejal de Deportes. Almeida elogió que “Santana presumía de ser madrileño. Conocíamos su relevancia deportiva, pero destacaría su calidad personal. Merecía despedirse así en la Caja Mágica, su casa”.

Pasaban treinta minutos de la una de la tarde cuando se colocó una bandera del Real Madrid sobre el ataúd de Santana, reconocido madridista. Cinco minutos después aparecía Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, acompañado de Emilio Butragueño, el director de relaciones institucionales del club. Pérez conversaba ante el féretro con la viuda, para después marcharse sin atender a los medios, al estallar la polémica de la repetición del sorteo de Champions. De lo cual, sin duda, pudo conversar también con López-Almeida, reconocido atlético, con el que departió durante buen rato.

Un Corretja emocionado advertía: “Manolo nació con clase y se marcha con clase. Le tengo mucho cariño porque debuté con él en la Davis. Siempre nos dijo que más allá de ser buenos tenistas debíamos ser buenas personas. Cuando nos entrenaba, pedía transmitir buen rollo jugando para devolver a la gente el precio de su entrada. Era alguien con una humildad enorme, pese a ser un tenista reconocido en todo el mundo. Alguien muy divertido, generoso y positivo”.

Había más sonrisas que lágrimas en las caras que desfilaban ante su ataúd, desde la de Felipe VI hasta las de los miles de madrileños anónimos que despidieron al tenista en la Caja Mágica.