Natación - Campeonato del Mundo

El ‘burn out’ y la salud mental como asignaturas pendientes en la piscina

Muchos nadadores han tenido problemas psicológicos graves y de depresiones ä María de Valdés, subcampeona de Europa: “Llegas a no querer ni ver el agua”

Phelps y Dressel, dos de los mejores nadadores de la historia que han pasado por problemas mentales. |  // EFE

Phelps y Dressel, dos de los mejores nadadores de la historia que han pasado por problemas mentales. | // EFE / María Varela

El Campeonato del Mundo de natación echó a andar en Fukuoka (Japón) sin alguna de sus principales estrellas —ya están en marcha las aguas abiertas, el waterpolo, los saltos y la natación artística, pero las carreras en piscina no empiezan hasta el próximo domingo— como Caeleb Dressel, Kristof Milak y Adam Peaty. Los tres, con una razón compartida: la necesidad de apretar el botón de reset para cuidar de la salud mental. Es una de las mayores asignaturas pendientes de la natación. La lista de nadadores que han sufrido problemas psicológicos graves, profundas depresiones y el síndrome del burn out (quemado) es interminable. Desde los dioses, como Michael Phelps e Ian Thorpe, compañeros de ascenso y caída y que admitieron incluso intentos de suicidio. Pasando por Anthony Ervin, que durante ochos no quiso saber nada del agua para caer en una espiral de autodestrucción y drogas; Ruta Meilutyte, la lituana que fue la niña prodigio de Londres 2012 y que dejó la natación con 22 años envuelta en rumores para regresar y volver a proclamarse campeona del mundo; y sin ir tan lejos, la ribeirense María Vilas, a la que los ataques de ansiedad en la burbuja de exigencia en la que vivía antes de Río 2016 estuvieron a punto de apartarla de los Juegos y a la que atrapó la depresión después de ellos.

El paradigma ha cambiado. Es una tendencia. No por moda, sino por necesidad. Fuera prejuicios. Ahora el que se queja no es un débil, o no está hecho para esto. Ahora el que es capaz de decir basta, de frenar, de poner límites, bien estando arriba o bien abajo, es el que sabe cuidar no solo de sí mismo, sino de su futuro deportivo. “En la natación, tú mismo te sometes a la presión, pero también tu entrenador te lleva al límite para sacar tu máximo nivel. Y hay que saber marcar los límites. Porque si no explotas. Y el problema era ese. Los deportistas no sabíamos, o no nos habíamos atrevido hasta ahora, a decir ‘hasta aquí’. Ahora sí que estamos aprendiendo a exigir ser escuchados. Porque todavía hay muchos entrenadores que no lo hacen. Y exigen hasta que revientas y no quieres volver a ver una piscina delante”, explica María de Valdés, la malagueña afincada en A Coruña que el año pasado fue subcampeona de Europa de aguas abiertas y este se ha quedado fuera del Mundial tras haber pasado por quirófano a principio de temporada.

Además de deportista de alto nivel y máxima exigencia, vivió hace dos años en sus propias carnes ese fenómeno de alergia psicológica al agua y es estudiante de Psicología —“me gustaría dedicarme a la psicología deportiva, pero voy a tener que esperar a cuando lo deje porque el año que viene es ya el olímpico y a distancia me está costando mucho”, admite—. Así que sabe de lo que habla. “Por muy bien que estés físicamente, si tu cabeza no va, no vas. Lo bueno es que ahora se está dando mucha visibilidad y se está avanzando mucho. La Federación Española está haciendo mucho hincapié llevando a los psicólogos a los campeonatos y a las concentraciones. Eso se va a acabar notando en el futuro”, apunta. La nadadora del Liceo cree que referentes como Michael Phelps o Caeleb Dressel visibilicen este tema les ayuda a todos. “Va a dar pie a que si algún día te pasa algo, puedas decirlo. Porque a veces se tiene miedo o se piensa que es una tontería y para mí es más importante que por ejemplo una lesión de hombro —la que ella tuvo—. Porque esta la tratas con unos fisios, te rehabilitas y te puedes recuperar. Pero la salud mental, puedes tardar años. Y quedarte tu solo ahí abajo y no recuperarte”, india. Ella, reconoce, era de las que renegaban pero que después de la pandemia empezó a trabajar con Andrea Cerrejón y le cambió la vida.

Fue una de las que le ayudó a salir del pozo en los tres meses que siguieron a la no clasificación para los Juegos de Tokio. “Lo pasé muy mal. Siempre había dicho que si no iba a Tokio dejaba la natación. Porque yo misma me metí muchísima presión y llegué a pensar que si no iba a los Juegos la gente me iba a dejar de querer o iba a perder mi identidad, iba a dejar de ser María la nadadora. Y así fue. No me clasifiqué y dije: ‘ya no soy nadie, no tengo objetivos, no voy a ser capaz de volver a estar este nivel...’”, recuerda. La piscina se volvió su peor enemiga. Era pensar en ella y echarse a llorar. El proceso para que volviera fue lento y con pasos de bebé. “Primero fui con mi psicóloga a ver un campus de niños. Nada más entrar en la piscina, me puse a llorar. No quería ni verla. Y me daba rabia: ‘¿Por qué me pasa esto?’ Después me pidieron que me metiera en el agua. Y yo que no soltaba del bordillo, como una niña pequeña. Y seguía llorando”, cuenta. Al volver a A Coruña para empezar la temporada, el entrenador Jesús de la Fuente también tuvo paciencia con ella. “Parece un sargento, pero tiene un corazón... si no fuera por él no estaría ahora aquí. Los primeros días simplemente me pedía que lo fuera a acompañar. Y así poco a poco fui perdiendo el miedo”. Y entrando en la que iba a ser la mejor temporada de su vida, la de 2022, en la que se colgó la plata europea y fue quinta del mundo.

Hay que aprender a gestionar el éxito y el fracaso, los miedos, la presión y el hecho de estar expuestos continuamente al juicio de los demás. “Hay mucha presión. Y la presión es muy fácil gestionarla cuando estás arriba. Pero cuando tienes un pequeño bajón... te metes mucha caña a ti misma”, opina. “Muchos me dicen: ‘María, qué suerte, cómo te lo montas, campeona de España, subcampeona de Europa’. Desde fuera se ve todo muy fácil. El trabajo que hay detrás, las horas de llorar y de renunciar a cosas, no se ven”, añade. Unos juicios que, por ser mujer, se extienden también hacia su físico. “Ha habido muchos casos de anorexia y bulimia. Y siempre nos afecta más a las mujeres porque por lo que sea están más detrás de nosotras, no se dicen las cosas con tacto y somos más juzgadas por nuestros cuerpos”, protesta. Así que hay que tener herramientas para afrontar estas situaciones. Ella espera estar más preparada por si el año que viene vuelve a escapársele la opción de ir a París 2024. “Me digo que soy la misma persona con o sin Juegos. Pero siempre hay ahí algo que me dice que qué va a ser de mí si no voy”, reconoce. Este año pasó una prueba al quedarse fuera del Mundial. “Me dio más rabia que tristeza. Pero sé que por la operación tenía cuatro meses menos de trabajo que el resto y que el trabajo acabará saliendo”, concluye.

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