Por más que este maldito COVID ya haya convertido en habitual la estampa de las gradas de los pabellones vacías, un Liceo-Barcelona no es lo mismo sin la afición. No parece tanto el clásico habitual, que llegó a reunir a diez mil personas en el Palacio de los Deportes de Riazor. Ayer faltaba el color y el calor, los rugidos de ánimo. La música intentaba llenar el vacío, pero el silencio dejaba escuchar cada grito desde el banquillo, las palabras de los jugadores en la pista, los golpes contra la valla, los sticks golpeando el suelo, las protestas en las jugadas polémicas, los quejidos de los frenos sobre el parqué, incluso las narraciones en directo de las radios y las televisiones que emitían el partido.

Y es que un Liceo-Barcelona no es un partido más y se nota también en la zona de prensa. Pero sin la afición al Liceo le faltó ese jugador número once que aprieta en los momentos difíciles, que le mete presión a los árbitros y que grita los goles como nadie. Aunque no faltaron las celebraciones, desde los banquillos, desatadas porque los dos equipos sabían todo lo que había en juego en este clásico que ya en la primera vuelta en el Palau se tuvo que disputar a puerta cerrada.

A. de C, que no es antes de Cristo, sino antes del coronavirus, los partidos eran a puerta cerrada, la mayoría de las ocasiones, por sanción, para castigar al equipo que juega como local. Porque es eso, un castigo, no tener al público cerca. El Palacio de los Deportes de Riazor estaba frío. Ni los alrededores mostraban el ambiente de las grandes jornadas, con colas para entrar, con las gradas llenas, las voces entonando el “¡Liceo, Liceo!” y los nervios subiendo por momentos la tensión.

El prepartido estaba en las redes sociales con multitud de mensajes de los aficionados coruñeses, que respondieron a la iniciativa de #LiceístasDesdeCasa que impulsó el club verdiblanco. Respondió el público, enviando todo su ánimo e inundando Facebook. Twitter e Instagram de los colores locales.

Sin embargo, la grada no estaba completamente vacía, con familiares de los jugadores y algunos de los miembros de la plantilla del filial, que juega en la OK Plata. Por lo menos en el primer tiempo. En el segundo aparecieron varia s autoridades que obligaron a la directiva verdiblanca a desalojar por completo a las cerca de 50 personas que estaban sentadas. Las nuevas restricciones en Galicia, que afectaron de lleno al deporte, permiten que los equipos de competiciones de categoría nacional continúen con sus entrenamientos y partidos, pero con la exigencia de que estos sean sin público, solo con el personal esencial para su celebración.

Todo eran malas noticias para el Liceo, que además veía cómo sobre la pista se le complicaba la papeleta con un gol tras otro del Barcelona. Tanto que cuando marcó David Torres el segundo gol del Liceo, que suponía el 2-5, prácticamente no se rompió el silencio. Necesitaban cariño los verdiblancos. Que lo volvieron a recibir en las redes sociales. La afición seguía con ellos porque no es el momento de bajarse del barco. Seguirán apoyando para que cuando sea el reencuentro siga habiendo alegrías que celebrar.