Mónica Castelo (A Coruña, 1987), exjugadora del CRAT —aunque le cueste decirlo—, ahora en el Rennais francés, vuelve con las Leonas. Lo hace para el Europeo, que España jugará contra Países Bajos y Rusia. Por última vez. Un último baile para dejar la selección, a poder ser con un nuevo título continental.

En el Europeo se enfrentan el sábado a Países Bajos y el próximo fin de semana a Rusia. ¿Cuál es el rival más duro?

Por nivel de juego, Países Bajos. Es que son muy grandes y nosotras, más bien pequeñas. Rusia tiene un juego más físico y los contactos son más duros. Nosotros presentamos una generación seminueva y podemos hacer un buen papel. Las nuevas vienen preparadísimas y la Copa de Europa seguirá siendo nuestra.

Sin el Mundial al final de año, para el que no se clasificaron, ¿queda huérfana la temporada?

Completamente. Fue duro. Muchas me han dicho que ha sido como un duelo, que han tardado meses en poder hablar de ello. Yo no he tenido mucho tiempo, con el cambio de país, la mudanza y tal, pero seguro que cuando en septiembre empiecen los partidos del Mundial, lloraré. Para mí el ciclo con la selección se acabó en Parma. Pero el seleccionador nos llamó a varias de las veteranas para ayudar con la transición y ya que no nos pudimos retirar después del Mundial, como teníamos previsto, hacerlo aquí. Es un pequeño regalo. Ahora tienen que ser otras las que cojan el relevo. Yo he llegado hasta aquí. Tengo 34 años y le doblo la edad a algunas de las que empiezan.

¿Influyó en su decisión de marcharse a jugar a Francia?

Me salió una oportunidad muy buena y en A Coruña ya no me retenía nada más que el rugby, porque no tenía trabajo. Me fui con vistas a jugar en una liga competitiva para preparar el Mundial... aunque al final no nos clasificamos.

¿Qué tal la experiencia?

Es un equipo muy joven y yo aprendo de ellas y ellas de mí. Es una buena simbiosis y el nivel es muy bueno. Yo ya había estado dos meses hace unos años y entre eso y lo que sabía del colegio, me defiendo con el idioma. Al principio estaba un poco cohibida, pero me fui soltando y no tengo problemas de comunicación. Además las chicas son majísimas y me han acogido muy bien.

¿Necesitaba cambiar de aires?

En el CRAT tenía un rol muy marcado, de líder. Y eso mentalmente acaba pasando factura. En el Rennais soy la nueva y eso me hace estar más relajada y centrada en los entrenamientos, pensando más en mí.

El descenso del CRAT sería un golpe durísimo. Somos la aldea gala, la resistencia del norte

¿Sigue lo que están haciendo sus excompañeras del CRAT?

Intento no perderme ningún partido y les mando muchos ánimos. Está siendo un año complicado. Cuando me marché pensé que el equipo tenía muchísimo potencial y posibilidades de play off. Pero tal y como está ocurriendo, con las lesiones y demás, no está pudiendo demostrarlo.

¿Le da rabia haberse marchado cuando peor lo pasa el equipo?

Claro. Yo creo que podría aportar esa gestión de partidos y liderazgo. Pero tiene que empezar a asumir ese papel otra gente. Ni Alevín —Paula Medín— ni Elsa —Porto— ni yo vamos a durar toda la vida.

Si el CRAT tuviera que jugar para evitar el descenso, ¿vendría a ayudar desde el campo?

Ya he preguntado, no creas que no... pero no se puede. El descenso sería un golpe durísimo. En el CRAT somos como la aldea gala, la resistencia del norte. Nos está costando muchísimo mantener el nivel, aquí no salen jugadoras de debajo de las piedras como en Madrid. La pandemia nos ha pasado mucha factura.

Sigue hablando en primera persona del plural.

Aunque ya no esté, el CRAT es mi equipo, mi familia.