Pasan las semanas y las bombas siguen cayendo sobre Ucrania. Desde el pasado mes de marzo cientos de ciudadanos del país, la mayoría mujeres y niños, se refugian en A Coruña de la invasión rusa. Con el tiempo han ido superando el shock y el vuelco en sus vidas de un instante para otro para ir dejando atrás el horror de la guerra entre la continua preocupación por los que se han quedado allí y el proceso de adaptación a su nueva realidad aquí. En esa transición, el deporte está teniendo un papel fundamental, sobre todo para los más pequeños. Porque el idioma es la principal barrera con la que se están encontrando. La mayoría apenas habla castellano. Algunos chapurrean inglés. Pero la práctica deportiva, además de todos los beneficios que ya de por sí conlleva, tiene un lenguaje universal en el que no hacen falta palabras. Algo que hace de ella una válvula para el olvido y una herramienta poderosa de aprendizaje e integración en la que son los propios compañeros los encargados de enseñarles y hacerles sentir como en casa.

El Viaxes Amarelle de fútbol sala, el Galicia Rollers de patinaje en línea, el 100tolos de esgrima, el Orillamar de fútbol, el Zalaeta de voleibol y el Básquet Coruña de baloncesto acogen desde hace semanas a varios de estos refugiados. Cada uno tiene su historia. Han llegado a la ciudad de diferentes maneras. Para algunos el deporte es directamente el motivo para estar en A Coruña. Otros ya lo practicaban en sus ciudades y están intentando retomarlo aquí poniéndose en contacto con equipos. Y hay quien incluso se lo está encontrando por primera vez, por necesidad, y a través de la Oficina Municipal de Atención al Pueblo Ucraniano encontraron acomodo entre los clubes que se ofrecieron al Concello para ayudar en este proceso. El deporte coruñés da ejemplo de solidaridad.

Prácticamente en todos los pabellones se han repetido a lo largo de los últimos días las mismas escenas. Antes de la llegada de alumnos los monitores hablan con los niños para explicarles la situación y pedirles un esfuerzo y su colaboración para que los nuevos miembros se adapten con la mayor rapidez posible. “Es increíble el nivel de conocimiento que tienen los niños hoy, porque cuando hablé con ellos todos ya sabían lo que estaba pasando en Ucrania incluso mejor que yo”, reflexiona Jorge Sanjurjo, uno de los entrenadores de base del Básquet Coruña que tiene a su cargo a Andrii y Volodymir Kozhemiako, de 8 años. Estos gemelos ya practicaban baloncesto en Ucrania. No se les da mal. Termina el entrenamiento en la pista del Agra II y siguen tirando a canasta, incansables. A su manera se entienden a la perfección con su monitor, que a veces solo les tiene que decir una palabra para que entiendan. “Es muy fácil con los ejercicios. Dependen de cómo sean, solo tengo que decirles que miren durante un minuto, ven cómo lo hacen los demás y ya lo han pillado”, asegura.

Es una táctica similar a la que siguen en el Orillamar. El club de fútbol ya tenía experiencia porque cuenta con un programa solidario con refugiados de otras zonas con los que ya trabajaban desde hace tiempo. Mykhailo se incorporó a los entrenamientos de los campos de la Torre con el equipo infantil que lleva Nano. Él da las instrucciones, los compañeros hacen los ejercicios y él detrás va copiando lo que toca en cada caso. No habla español, pero se defiende muy bien en inglés, lo que es una gran ayuda para el entrenador. “Todavía le cuesta, pero cada vez está mejor”, resume. El niño aprovecha el tiempo para aprender y conocer a otros de su misma edad.

A veces incluso hay que frenar las ganas de los compañeros en ayudar, con esa curiosidad gatuna a la vez que inocente e infrenable de los más pequeños hacia todo lo nuevo. “Hay algunos de nuestro alumnos que se han aprendido a decir “¿Quieres ser mi amigo?” para preguntarles”, bromea Iván Rama, presidente del Galicia Rollers. Sus clases de iniciación al patinaje en el pabellón de Elviña I cuentan con un par de familias que han llegado a través de los servicios sociales del Concello y esperan que en las próximas semanas se unan varios grupos más enviados por la Cruz Roja. En su caso, tienen una ayuda fundamental porque una amiga del club, de nacionalidad rusa, se pasa por las clases para ayudar con las traducciones cuando la barrera del idioma se erige como un muro imposible de superar.

Cuando los alumnos son mayores su colaboración es más útil. Norman Roldán se maneja en el Zalaeta con adolescentes y muchas de ellas son una parte activa en la comunicación con Natalia y Nastya. Ellas también ponen mucho de su parte. Y están encantadas tanto con el club como con el entrenador como con la ciudad. Es cierto que lo que están pasando dista mucho de ser una situación ideal, pero dentro de las circunstancias están agradecidas y se esfuerzan por encajar. “Yo les voy diciendo las indicaciones primero en inglés y después en castellano, para que vayan quedándose con palabras”, dice Roldán.

Hay otros casos, como el de Olena Shtanhieieva, en el que no recibe clases, sino que las da. Con apenas una semana en A Coruña ya coge la batuta de los entrenamientos del 100tolos. Tampoco sabe español, pero solo tiene que realizar los movimientos con su propio cuerpo y que el resto de los alumnos, entre los que se incluye su hijo Vladyslav, le copian. Es de la escuela soviética, seria y exigente. Y se pasa las mañanas y las tardes en la sala de la Casa de Agua, convertida en su refugio particular.

Es un contexto más profesional, como el de Daryna Tkachenko, Khrystyna Stepanenko y Olena Klimova en el Viaxes Amarelle, que les ha dado casa y equipo. Sin hablar español se han aprendido las jugadas y los movimientos de sus compañeras. No necesitan más. Han venido para sumar. Incluso ya han podido celebrar algún que otro gol. Y ahí sí que no existe un lenguaje más universal.

Daryna Tkachenko, Khrystyna Stepanenko y Olena Klimova, del Viaxes Amarelle VICTOR ECHAVE

Tres campeonas para el Viaxes Amarelle

Daryna Tkachenko, Khrystyna Stepanenko y Olena Klimova son de Jarkov y militaban en el campeón de liga ucraniano de fútbol sala, el Tesla. Llegaron a la ciudad el 30 de marzo y el Viaxes Amarelle no dudó en darles cobijo. El club se hizo cargo del alojamiento de las tres y de la madre de una de ellas. Las dos primeras, de 19 y 25 años, ya han debutado en el equipo de Segunda, que se ha proclamado campeón de liga y luchará por el ascenso. La tercera, de 29, juega en el filial. Las tres avanzan en su integración, cada día aprenden más palabras e incluso ya golean con sus equipos.

Mykhailo, jugador del Orillamar. Carlos Pardellas

Cambio de césped, de hockey a fútbol

Mykhailo llegó en un bus fletado desde Polonia por empresarios de A Costa da Morte. Una vez instalado con su familia de acogida, ya acostumbrado a sus nuevas rutinas, le buscaron una actividad deportiva como una forma divertida de conocer a otros niños y mejorar con el castellano, aunque de madre ucraniana y padre coreano, tiene una enorme facilidad para los idiomas. En una ciudad en la que manda deportivamente el Dépor, eligieron el fútbol y está en el Orillamar. Aunque a él lo que realmente le gusta es el hockey. No el de patines como el Liceo, el otro rey de A Coruña. Sino el que se practica, también como el fútbol, sobre hierba, que también hay en la ciudad. El Athletic Coruña ya se ha ofrecido a abrirle sus puertas.

Entrenamiento del Galicia Rollers. VICTOR ECHAVE

Patinaje en familia para superar el miedo

Maria y Andreii acuden con su tía a patinar con el Galicia Rollers. La mayor de los hermanos se defiende porque en Ucrania ya se había puesto los patines. Pero el pequeño se estrena y a la vez que va dando pasos cada vez más seguros, va perdiendo el miedo en todos los sentidos. “Notábamos que tenía miedo a la gente y creíamos que esto le podía ayudar”, dice su tía. Casi toda la familia sigue en Kiev. “Intentamos hablar todas las noches pero fallan las comunicaciones”. Ella no lleva puestos los patines pero promete ponérselos para las próximas sesiones en familia.

Natsya y Natalia, en el Zalaeta. VICTOR ECHAVE

Dos nuevas colegiales en el Zalaeta

“Hola, me llamo Natalia, tengo 17 años y soy ucraniana”, dice en perfecto castellano. Su prima Nastya, de 15, se defiende mejor en inglés. Las dos son de Ivano-Frankvisk y llegaron a A Coruña con sus madres y hermanas para alojarse con su abuela, que vive en la ciudad desde hace 18 años. En sus colegios ya hacían voleibol, pero aquí están aprendiendo a pasos agigantados en el Zalaeta con Norman Roldán como entrenador. “Es my bueno”, dicen ambas, que reparten su tiempo entre seguir las clases online de Ucrania, aprender inglés y castellano y ahora entrenar y les gustaría conocer a otros ucranianos en la ciudad.

Maestra y alumno en el 100tolos. CARLOS PARDELLAS

Maestra de armas y alumno aventajado

De escapar de Kiev a tener que hacerlo de Valencia, cuando de un día para otro se quedaron sin casa de acogida. Hasta que el 100tolos se cruzó en el camino de Olena Shtanhieieva y su hijo Vladyslav. “Ya buscábamos un entrenador y surgió esta oportunidad y no lo dudamos. El viernes los echaban y el lunes ya estaban aquí, con piso y contrato”, explica Manel Villadóniga. El marido y padre, que también es maestro, sigue allí y esperan que pueda viajar en los próximos meses. En Ucrania tenían un centro privado de enseñanza de esgrima y ella estuvo en la preselección para unos Juegos Olímpicos.

Los gemelos Khozemiako, en el Agra. VICTOR ECHAVE

Canastas a pares en el Básquet Coruña

Por las mañanas van a clase en el colegio Curros Enríquez y por las tardes entrenan a baloncesto en el Básquet Coruña. Los hermanos gemelos Andrii y Volodymir Kozhemiako, de 8 años, son un ejemplo de esa increíble adaptación a los cambios que tienen los niños. Están en la ciudad con su madre. Su padre se ha tenido que quedar en Ucrania, como casi todos los hombres. El hecho de tener que cambiar de un día para otro de vida es más llevadero porque pueden seguir jugando al baloncesto. “Son unos niños buenísimos y muy educados, todos quieren jugar con ellos y estamos encantados”, señala su entrenador.