El Deportivo podría refugiarse en la mala suerte, como hizo después de la derrota en casa de la jornada pasada ante el Betis. Podría rumiar que si aquel remate de cabeza de Valerón con 1-0 todavía en el marcador no se estrellase en el palo de la portería de Courtois el resultado hubiera sido otro. Podría hacerlo y seguir mirando hacia otro lado cuando se trata de analizar las lagunas de un equipo que, ayer, ante el Atlético, rozó el ridículo por momentos.

Se llevó seis goles, cinco de Falcao. La mitad fruto de sus propias debilidades y la otra mitad consecuencia de la indolencia con la que encaró determinadas situaciones. Porque aunque pueda sostenerse que los blanquiazules dominaran hasta el primer gol de los colchoneros, lo cierto es que hasta el remate al palo de Valerón el Deportivo tan solo había disparado en una ocasión a puerta. Eso fue en lo más que se tradujo el dominio de los de Oltra y su control de la pelota sobre un Atlético que apenas se había asomado por la portería de Aranzubia.

Sucede que el fútbol es también reflejo de la actitud de sus técnicos. De ahí brota la personalidad de cada equipo y la de los colchoneros es una fiel imagen de la de Diego Pablo Simeone.

El balón lo desdeña, le importa poco cedérselo a su rival, como de hecho ocurrió ayer en la primera media hora del partido. Se nutre de la filosofía aguerrida inculcada por el técnico argentino, pero no deja de ser un equipo vulgar en lo que al juego se refiere. Es, sin embargo, contundente.

Presiona con ansia voraz la salida del balón del rival y cuando el contrario no se aturulla, lo que le ocurrió pocas veces ayer a los blanquiazules, no duda en replegarse con orden sobre su portería para defender en superioridad. Esa receta se la aplicó ayer con toda su crudeza a un Deportivo más débil que nunca.

El inicio ordenado del primer tramo del encuentro se esfumó con el tanto de Diego Costa y el primero de Falcao ayer en el Calderón terminó por hundir a los blanquiazules, que se desplegaron con el propósito de ahogar a los rojiblancos con transiciones precisas y recuperaciones rápidas del balón.

La presión funcionó en esos primeros instantes del encuentro y el Deportivo recuperaba la pelota antes de que los jugadores rojiblancos consiguieran armar alguna jugada. De hecho no lo hicieron, ni siquiera para anotar los primeros goles del partido. Tampoco les hizo falta, porque primero Diego Costa se aprovechó de la indecisión de la defensa y del portero en un saque de esquina para adelantar a los suyos y después Falcao remató un contragolpe de esos que tanto daño le hacen a los de Oltra.

Entre los dos delanteros rojiblancos suman demasiado peligro para un equipo tan blando como el Deportivo. Más si cabe si ayer son dos novatos, casi juveniles, los que forman en el centro de la defensa. Ambos, tanto Roderick como Insua, estuvieron inocentes en algunas acciones, contagiados de la actitud de la que parece haberse adueñado el conjunto blanquiazul desde hace ya demasiadas jornadas.

Los dos fueron desarbolados por los movimientos de los delanteros atléticos. Lo mismo le ocurrió al centro del campo, sumido en la depresión desde que una pérdida de balón terminó en el segundo gol de los colchoneros, el primero de Falcao.

El segundo al filo del descanso confirmó la bisoñez de los blanquiazules y en particular de Roderick, que picó ante la treta del delantero colombiano. Al punta rojiblanco le habían cedido el balón desde un saque de banda, lo dejó botar, hizo el amago de disparar para buscar el traspié del defensa y se encontró así la portería franca para batir a Aranzubia de un potente disparo que dejaba la segunda mitad como un trámite obligatorio forzado únicamente por el reglamento.

Si algo podía rescatar el Deportivo de esos segundos 45 minutos era la honrilla de maquillar parte de la imagen pusilánime que ofreció ante el, conviene no olvidarlo, segundo clasificado del campeonato. Lejos de hacerlo, sin embargo, agrandó su fama de equipo delicado y evidenció un preocupante daño moral con los goles que todavía le endosaría el Atlético. Fueron todos de Falcao, uno desde el punto de penalti, que cerraron una deprimente tarde para el Deportivo antes de recibir el lunes que viene al Valladolid en Riazor sin margen más allá de la victoria.