De cero a cien en un segundo. Del miedo a la desesperación. De tomarle el pulso al partido a ponerle la mano en el pecho para detener la taquicardia. Todo paso en un minuto. Andone marcó y abrió su tapón y el del partido. Desde ese momento la hora anterior no se pareció en nada a los treinta minutos finales. Excesos, desesperación, empuje, ocasiones para ambos equipos... En este tramo el Dépor también pecó. Ya poco fútbol había mostrado, también le faltó oficio. Hace una semana mejoró ante el Valencia y ahora se vuelve atascar frente a un rival propicio. Esa es la realidad, más allá de los análisis simplistas condicionados por el gol anulado a Babel. Es cierto que el Dépor va a sufrir, pero ¿va a poner algo de su parte para concederse un respiro? Un punto es un punto, pero pocos podrán ver algo positivo en él más allá de la suma aritmética. No funciona. Lo que le queda por sufrir.

El duelo arrancó haciendo honor al horario asignado. Desagradable. El balón volaba por los aires, se fallaban pases, primaban las precauciones defensivas. En los primeros cinco minutos ya se le vio más predisposición al Granada y al conjunto coruñés no le quedaba otra que aguantar. Los equipos son intenciones, pero también nombres. Garitano no cambió a nadie respecto a la revitalizada apuesta del pasado lunes. La única novedad fue Arribas y el central fue de los mejores del Dépor, imperial al corte. Pero el equipo no era el mismo. Riazor siempre se nota, pero había más. El grupo nazarí le obligaba a estar incómodo, la ambición no era la misma, se fallaban pases fáciles. No era un duelo para hacer afición, precisamente.

El Dépor tuvo fases en las que fue el dueño de la pelota, no era capaz de hacer daño. Hasta Emre y Mosquera estaban imprecisos. Aun así, tuvo su gran ocasión. Gran robo de Juanfran, mejor pase de Borges y deficitario remate del colombiano, que acabaría saliendo en camilla en una acción que tiene muy mala pinta. No salía nada, no se jugaba a nada.

El Granada, más por empuje y necesidad, acabó arrimando a su rival hacia su propia portería. Casi todo el caudal ofensivo venía por la banda derecha, la de Isaac Cuenca, y en un centro pasado le faltó nada a Andreas Pereira para acertar de cabeza. El duelo, con un leve toque nazarí, acabó muriendo en este primer acto sin pena ni gloria. El Dépor estaba lejos de ganarse la victoria, tampoco merecía perder.

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El principio del segundo no varió en exceso el tedioso guión. Pocos valores en el fútbol de ambos, las ocasiones escaseaban. Poco a poco el Granada se iba animando, pero finalmente un destello del Dépor fue el que alumbró el primer tanto. El robo de Borges le sirvió a Emre para dar su primer gran pase de la tarde. Andone lo hizo aún mejor, superando al defensor en la diagonal en carrera. Su problema llegó cuando se plantó ante Memo Ochoa. Ahí se le aparecieron todos los fantasmas de estos meses de sequía. Balón al cuerpo del mexicano. El rechace le favoreció y la mandó a la red. 0-1. Una racha ilógica con un final extraño. Lo normal. Tuvo más de alivio que de rabia y alegría la celebración de un Andone, que había logrado su último gol en el Teresa Herrera, también con la equipación gris.

Desde entonces el duelo no tuvo nada que ver con lo que se había visto. Lucas Alcaraz se cansó de meter futbolistas ofensivos y el Dépor de acularse y de concederle opciones a su rival. La entrada de Boga destrozó la banda derecha del Dépor y cada jugada a balón parado era un temblor de piernas para cualquier deportivista. El equipo coruñés se iba salvando como podía y por momentos el milagro pareció hacerse posible. No fue así. Tyton acabó metiendo en su portería un balón que había despejado hasta en dos ocasiones en la misma jugada. Ya bastante había hecho.

Durante ese tiempo de reacción del Granada que acabó con el empate, se produjo una de las jugadas que marcan un partido. Es cierto que antes Undiano Mallenco había obviado un penalti en el área blanquiazul, pero el tanto anulado a Babel, que habría supuesto el 0-2, debió subir al marcador. Todo habría cambiado, aunque en realidad el duelo merece un análisis más general.

La igualada soltó aún más la cadena del partido. Quedaban diez minutos y un mundo. El Dépor, en peligro, y el Granada, también. Los nazarís tuvieron oportunidad, aunque la más clara fue coruñesa. Ochoa estiró la mano cuando Guilherme ya cantaba el 1-2 tras una gran contra de Bruno Gama. Una pena. Al Dépor le faltó fútbol y oficio, mostró un retroceso en un duelo que le podía haber dado aire. Toca seguir enganchado a la bombona de oxígeno.