Dos valientes aficionados, Manu Sánchez y su hijo Leo, acudieron ayer por la tarde a Alvedro a dar la bienvenida al nuevo técnico del Deportivo, Clarence SeedorfDeportivoClarence Seedorf. Hace menos de seis meses, el 31 de agosto de 2017, fueron más de 200 los seguidores blanquiazules que se agolparon en la terminal para vitorear a Lucas Pérez tras confirmarse su retorno desde el Arsenal. Entonces la ilusión por el equipo era máxima. Ahora, en cambio, arrecian las dudas y el pesimismo por la desastrosa temporada que está haciendo el Dépor. En busca de una reacción inmediata llega Seedorf, cuyo primer objetivo será reanimar a una plantilla cabizbaja para tratar de encarar de la mejor forma posible el encuentro del próximo lunes frente al Betis en Riazor. Seis días de entrenamientos para intentar enganchar a los jugadores y, a la vez, para empezar a ganarse el cariño de una afición desconfiada y desencantada por tanta acumulación de decepciones.

La nieve demoró la salida del vuelo de Seedorf desde Madrid y, tras aterrizar en Alvedro con dos horas de retraso, el entrenador se encontró con muchas más cámaras y periodistas que aficionados. Solo dos. Manu, luciendo orgulloso la mítica camiseta blanquiazul con la publicidad de Galicia Calidade, y su hijo Leo, con una elástica más reciente de portero deportivista. En la terminal coruñesa le esperaban también varios empleados del Deportivo -entre otros, el secretario técnico, Ernesto Bello, que dedicó al holandés un cordial abrazo- así como el intermediario Luis Alonso, de Stellar Group, la agencia de representación que lo asesora.

Sonriente y amable, pero sin querer hacer declaraciones hasta el posterior acto de presentación en Riazor, Seedorf posó con elegancia para los reporteros gráficos, repartió sus primeros autógrafos como técnico del Deportivo y se dejó fotografiar con los dos aficionados y con algún que otro curioso que pasaba por allí. Menos de tres horas después, compareció en la sala de prensa del estadio junto al presidente, Tino Fernández.