Con la misma seguridad con la que recibe y devuelve la pelota. Toca, toca y toca. Siempre sin perderla, con fluidez. Ya no se hablará de potencial, de lo que pudo ser y no fue. Quedan atrás las dudas. Los dos últimos partidos en Riazor le han arrancado a Edu Expósito la etiqueta de meritorio futbolista de la cantera. Nada de proyecto, es uno más. Siempre quedará la eterna discusión de dónde se traza la línea que lo pueda considerar un producto de la casa o lo deja simplemente en una buena captación a un paso de la élite. El pivote catalán se ha colocado a la altura de sus competidores. No es poco. Los habrá mejores, peores o distintos, pero él está para pelear de tú a tú con todos por un puesto. Ya nadie lo juzgará ni será condescendiente con él por su procedencia.

Su llegada al primer equipo, al igual que la de Diego Caballo, es el triunfo de la normalidad. Solo hay dos representantes del arrollador Fabril de Cristóbal en el proyecto de Natxo, pero están bien arraigados, no van de comparsas. A nadie se le escapa que el descenso facilita el salto, pero en los últimos años cada paso al frente de la cantera o de un futbolista de la casa ha sido un intrincado proceso que se movía entre las dudas, lo emocional y hasta lo identitario. Era, además, una visita al diván. ¿Por qué no hay nadie de Abegondo sobre el césped? ¿Se les está proporcionando la tranquilidad y el espacio necesarios para desarrollarse o es todo desconfianza y murmullo? ¿Por qué, en cuanto el Dépor sube, Álex empieza a quedarse sin sitio en la plantilla? Siempre todo desde la duda de si la grada de Riazor tiene interiorizada la cultura de cantera o está preparada mentalmente para soportar un modelo de estas características. Edu Expósito ha aligerado el debate. Él se aísla en torno a la pelota y todo fluye. Para la afición es una preocupación menos y la constatación de que ese último paso en la base también puede estar rodeado de sencillez. Derribó la puerta y ahora solo le queda jugar al fútbol y que Natxo se anime a probarlo como titular fuera de casa.

Su entrada en el once ante el Reus lo notó sobre manera el equipo, que estuvo más aseado con y sin la pelota. Con Vicente Gómez yendo a más tras entrar frío en Córdoba después de la lesión, el equipo se sostuvo algo mejor el centro del campo. Eso sí, no todo el tiempo, no fue tan lineal en su rendimiento. En el Nuevo Arcángel naufragó durante muchas fases del encuentro y en Riazor fue arrollador a ratos, pero no dominador los 90 minutos, como sí ocurrió frente a Sporting o Granada. Busca más un intercambio del que también debe salir victorioso. No es preocupante, pero por momentos se descose en la media y muchas veces coincide con instantes de viento favor en los que la tensión competitiva no es la misma. Es necesario tener siempre los ojos bien abiertos para captar las señales. También hace falta saber ampliar registros y no dramatizar. El Deportivo se muestra, sobre todo en su estadio, como uno de los equipos más sólidos de la categoría. Sus rivales se resisten ante su escalada y aun así poco a poco empieza a acechar la zona de ascenso a directo. No hay prisa.

Y este paso al frente de la cantera llega con la base afrontando altibajos con el Fabril en la cuerda floja, el Laracha en línea ascendente y el juvenil en una posición antinatural. El filial, ahora dirigido por Sergio Pellicer, sigue siendo un equipo a merced de los avatares de los partidos, sin confianza. Pudo pegarle un buen tajazo al Coruxo en los primeros minutos y acabó sucumbiendo en el típico encuentro que penaliza a conjuntos con problemas. La Liga será dura y el desenlace está más que comprometido. Necesita más un psicólogo que un entrenador. Cuenta con futbolistas jóvenes dando el salto y otros que están a un paso de agotar su formación, justo cuando este verano anhelaban convertirse en profesionales. La tarea será ingente para el nuevo entrenador, hay materia prima.

Un partido de Primera

Mientras el Dépor se recoloca a todos los niveles, asoma en el horizonte una verdadera prueba de nivel a domicilio. El estadio de Gran Canaria exigirá al máximo con un equipo que ya doblegó en su feudo al Málaga y que luce en sus filas a muchos jugadores de Primera División. Examen emocional dado el flujo de peloteros entre las dos entidades en los últimos años, pero sobre todo futbolístico. El trío formado por Rubén Castro, Rafa Mir y Araujo aparece como la gran amenaza de un conjunto acuciado por la inversión y con una estructura inestable. Más allá de los nombres, que también los tiene, el Dépor debe reforzar su centro del campo, llevar el duelo a esas coordenadas y mostrar el cuajo de su proyecto para dar un golpe encima de la mesa. Partidazo.