La magnitud en la clasificación del descalabro del Deportivo ayer contra el Rayo Majadahonda la dictarán los partidos de Mallorca y Cádiz. Si los dos ganan, el conjunto blanquiazul verá comprometida su posición de play off. Las consecuencias inmediatas del sexto tropiezo consecutivo en casa, en cambio, quedaron patentes mucho antes de que el árbitro pusiera el punto y final a otro encuentro decepcionante. El Dépor es un quiero y no puedo, un equipo a la deriva que cada vez ve más lejos el ascenso a Primera y rehén de una dinámica depresiva que compromete a todo el mundo. Directivos, jugadores y sobre todo entrenador son los señalados de una debacle que deja heridas, superficiales en unos casos y profundas en otros. La peor parte, como siempre en este tipo de situaciones, se la lleva el técnico, un Natxo que ayer acabó refugiado en el banquillo mientras arreciaban los reproches de la grada. Era su segundo, Bernardo Tapia, el que daba indicaciones a un equipo confundido que ayer aceleró su hundimiento reciente.

Hubo un momento esta temporada, ya demasiado lejano para los parámetros del fútbol, en el que el Deportivo tenía algo a lo que agarrarse para sacar adelante los partidos. La identidad que logró construir era su mejor recurso cuando se le presentaban partidos incómodos como el de ayer contra el Rayo Majadahonda. De aquel conjunto paciente que maduraba los encuentros hasta llevarlos a su terreno apenas queda nada ya a estas alturas. Por más que quiera y que de inicio busque ponerse el traje que mejor le sentaba, las costuras no resisten.

Afloran así los nervios y el equipo se vuelve impulsivo hasta desdibujarse por completo. Los arrebatos le traicionan, porque lo mismo le permiten estirarse como descoserse del todo ante un rival que le incomode. Son las consecuencias del desconcierto, la desconfianza y la inconsistencia que padece el conjunto de Natxo. Sin alguien que le dé carrete a través de la pelota, el juego blanquiazul transita hacia el vacío. De todo ello ya había dado suficientes muestras el equipo desde comienzos de año, la última contra el Oviedo la semana pasada. Ayer no fue menos contra el Rayo.

A los madrileños les bastó en la primera parte con la desidia de Vicente y Edu Expósito, más el picante que le aportó a los suyos Fede Varela, para ahogar a un Deportivo plano y sin ideas. No las aportó ni siquiera un Edu al que se le esperaba después de su castigo de dos partidos. Era él quien le daba algo de fluidez a un conjunto que solo transmite pereza desde enero.

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Deportivo 0 - 2 Rayo Majadahonda

Por más que la intención ayer fuera recuperar el brillo a través del rombo, el resultado volvió a ser ese Dépor plomizo que no es capaz de dar continuidad a las buenas intenciones que traslada en los primeros minutos. Un cabezazo desviado de Carlos y un disparo sin chicha de Vicente fueron todo el arsenal ofensivo de los de Natxo en una primera mitad en la que el Rayo fue quien llevó más peligro.

Un mal despeje de Dani Giménez que no aprovechó Enzo y una pifia del propio portero al alimón con Pablo Marí en la salida del balón pusieron en bandeja el tanto al conjunto madrileño antes del descanso.

El Deportivo necesitaba en el segundo acto frescura, un elemento que permitiera salvar alguna línea del rival sin recurrir a los centros de los laterales a través de los que se resume el Dépor actual de Natxo. Al desaparecido Vicente lo sustituyó Vítor Silva y el equipo pasó a ordenarse entonces a partir de un 4-3-3. Tampoco funcionó, aunque si hay algo que no se le puede reprochar al técnico en estos últimos meses de retroceso futbolístico es que no haya explorado soluciones.

El problema de raíz, sin embargo, se ha demostrado que no está en los esquemas, a pesar de la testarudez de Natxo en probar a jugadores fuera de sus demarcaciones. Ayer lo hizo con Matías Nahuel, un cortocircuito en la mediapunta durante toda la primera parte.

Nadie luce así, y el que lo hace es por achicar aguar mientras la nave zozobra entre el oleaje. Ayer fue de nuevo un Didier Moreno correcto como recurso defensivo pero nulo para manejar la pelota.

Por no quedar, en el Deportivo ya no queda ni una pareja de centrales antes infalible. Domingos naufragó en el primer tanto del Rayo, cocinado con un lanzamiento a la espalda del portugués, y toda la zaga lo hizo en el segundo, abrochada en la frontal ante el disparo de Aitor Ruibal.

La sensación es la de un equipo a la intemperie bajo el paraguas de un entrenador que lo sujeta cada vez con menos fuerza mientras se suceden las sacudidas. Y la semana que viene toca Pamplona.