Las dudas persiguieron a Natxo González en sus últimas semanas al frente del equipo. En su búsqueda de soluciones a la mala dinámica de juego y resultados, el técnico exploró diferentes posibilidades a través del esquema. Recuperó el rombo, olvidado en un cajón cuando decidió apostar por las bandas en el ataque, para recuperar parte de la identidad que se fue perdiendo por el camino en los últimos dos meses. El propio Natxo reconoció que ese regreso a su esquema fetiche buscaba reactivar a un grupo que emitía síntomas claros de estar perdido y sin referencias en el campo.

No toda la responsabilidad, sin embargo, es del entrenador, penalizado por el mal momento de los jugadores sobre los que depositó su confianza. El Vicente Gómez de 2019 se parece en poco al que arrancó la temporada; Quique González perdió efectividad cuando se quedó huérfano de un Carlos Fernández lastrado por los problemas musculares; y tampoco respondió Fede Cartabia, llamado a liderar un proyecto que ahora se tambalea. El colofón fue el equipo a la deriva que pudo verse el sábado en Riazor contra el Rayo Majadahonda en lo que fue la sentencia definitiva para Natxo.