Pudo ganar, empató, en cualquier caso ya había perdido. El Dépor es a día de hoy un equipo que hace aguas en casi todas las facetas del juego y a la tripulación y al capitán se les ve muy, muy pérdidos. Sin rumbo, sin nada. Riazor se hartó de pitar durante casi todo el partido. Debió ser goleado el equipo coruñés en el primer acto, supo rehacerse para, en fogonazos, acumular un resultado abultado para sus méritos y acabó regalando dos goles sobre la hora para que subiese el empate al marcador. Ahora mismo el Dépor debe mirar hacia abajo para huir de la Segunda B. Lo dicen los puntos, lo grita el propio equipo con su desempeño sobre el terreno de juego. A Anquela solo lo sostiene el sonrojo de prescindir de un entrenador en la jornada seis. Parece cuestión de tiempo. El eterno retorno de este club en los últimos años.

El equipo coruñés decidió desde el inicio volver a la casilla de salida. Todos los pequeños pasos que había dado hacia adelante, casi gateando, se convirtieron en polvo. Fueron cuatro minutos en los que se vio la diferencia entre un conjunto con confianza y que sabe lo que hace y otro absolutamente desquiciado y sin brújula. Con la ayuda de Escassi en la zaga, el equipo soriano tocaba y tocaba con una facilidad insultante. Mal colocados, los blanquiazules perdían todas las disputas, no llegaban a nada. El amago de presión arriba era contraproducente con una zaga aculada. Ni 300 segundos de juego y ya pitaba Riazor ante tal baño, tal rondo sin respuesta de los locales. A los doce minutos ya ganaba el conjunto numantino. Merecido. Al mal funcionamiento como grupo, el Dépor sumó en esa acción un fallo en la marca a la salida de un saque de esquina. A Escassi le podía haber dado tiempo a pedir un café mientras se armaba para el segundo remate en el área. 0-1. Calcado al tanto de Mario Suárez en Vallecas, un desastre indescriptible.

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Al Dépor le empata el Numancia en el descuento

Los siguientes minutos fueron muy duros con un Dépor ante el abismo y sin respuesta. El agujero negro pudo ser mayor, ya que el colegiado revisó una mano en el área de Montero que no consideró penalti. El equipo coruñés, sin éxito y mostrando aún más sus deficiencias, intentaba rehacerse. Continuaba la música de viento en el estadio. Los futbolistas coruñeses no sabían qué hacer y eran un manojo de nervios. Mal cóctel. Solo alguna arrancada de Koné o alguna maniobra de Mollejo daban segundos de respiro. Casi marca el marfileño en un cabezazo.

Un poco por el empuje coruñés y un poco porque el Numancia levantó el pie del acelerador el Dépor disfrutó de sus mejores minutos hasta entonces. El nivel seguía siendo paupérimo, pero al menos empujaba y daba más de dos pases seguidos. Un lanzamiento desde fuera de Koné, las jugadas a balón parado... Poco bagaje más. Los últimos minutos del primer acto volvieron a desnudar a los blanquiazules. David Simón tuvo que salvar bajo palos. Riazor, entre tanta desesperación, no salía de su asombro. Cada vez peor, no había suelo en el descenso.

El Dépor salió con el corazón en la boca tras el descanso. Sin excesiva maña, estaba dispuesto a apretar, a subir líneas. En dos minutos ya había pisado el área en un par de ocasiones. Algo había cambiado y pronto recogería réditos. Mollejo, el más bajito del campo, se impuso a todos en el corazón del área e hizo el 1-1 de cabeza. Riazor estallaba, sin quitarse del todo el enfado de encima. Poco necesita este estadio y le estaban dando lo mínimo. Le llegaba.

Minutos después llegaba otro truco de magia de Aketxe. Puede estar desaparecido, desconectado y errático que cuando engancha una falta frontal hace temblar a cualquier portero. Esta vez fue a Dani Barrio. Lanzamiento, bote delante del meta y adentro. 2-1. El estadio celebraba cinco minutos que serían un oasis en el desarrollo del juego. Al Numancia le quedaba media hora para remontar y lo peor es que al equipo coruñés, deshilachado cada vez que no atacaba, le restaba el mismo tiempo para que se le vieran todas las costuras. Un drama.

El Dépor tuvo en los minutos sucesivos varias acciones en las que rondó el gol. Un mal centro de Salva Ruiz, una jugada de Koné... Empujaba y empujaba buscando finiquitar el duelo. Para entonces el Numancia ya se empezaba a estirar. Cada vez que pasaba del medio del campo sus futbolistas se colaban con una facilidad pasmosa entre las líneas blanquiazules. Era un toma y daca lleno de imprecisiones. Finalmente, al Dépor le tocó en suerte un penalti en el área y Koné no falló. El 3-1 parecía otorgar la tranquilidad necesaria para respirar, mientras miraba atrás escapando de la explosión. Pero al conjunto blanquiazul no se le puede subestimar, todo puede pasar con un equipo de un nivel tan justito como el coruñés.

El equipo de Carrión se echó arriba y, en dos acciones pésimamente defendidas, logró el empate con dos centrales descolgados. Primero Erik Osede y después Escassi. La sangría coruñesa no paraba, los pitos se multiplicaban. No era para menos. Hasta con la victoria se tendrían que haber producido los silbidos al final del encuentro. Pobre Dépor. ¿Qué te has hecho? ¿Qué te han hecho?