El Deportivo recibirá esta noche al Mirandés en Riazor (21.00 horas) envuelto en un clima de nerviosismo. El origen no es otro que la falta de resultados y el irregular arranque de campeonato de un equipo que no logra convencer, lo que le ha llevado a acostumbrase a convivir con el ruido de su entorno en estas primeras jornadas. El conjunto blanquiazul lo que necesita es paz, pero para alcanzarla deberá sumar hoy una victoria que le permita liberar presión. La serenidad se construye a base de triunfos y actuaciones que no ofrezcan resquicios para la desconfianza.

Las dos cosas le han faltado a un Deportivo todavía demasiado débil que regresará a Riazor después de dos tropiezos consecutivos ante sus aficionados y con su entrenador, Juan Antonio Anquela, todavía cuestionado a pesar de la tregua que le ofreció el empate en Cádiz.

Ganar se presenta así como el único resultado posible para un equipo que mira la clasificación y le entran vértigos después de seis partidos sin cantar victoria y que tampoco es capaz de ofrecer garantías a través de su juego. En el Ramón de Carranza la semana pasada dio un paso atrás empujado por una fragilidad crónica entre líneas. Anquela renunció a la presión adelantada que desnudaba a sus jugadores y los juntó en busca de solidez. El premio fue dejar la portería a cero por primera vez en la temporada, pero a costa de perder fluidez.

Está por ver qué versión muestra hoy el equipo en su vuelta a Riazor. De cómo consiga ordenarse dependerán sus opciones de éxito ante un Mirandés que no será tan atrevido en Riazor como acostumbra en su estadio.

En la alineación de Anquela habrá cambios, aunque obligados. No podrá contar con Koné, lesionado, y está por ver si puede alinear a Christian Santos después del percance que sufrió el delantero venezolano. Longo o Borja Valle, recuperados, podrían cubrir su vacante.