Al Dépor le condena su trayectoria, no su partido. Anquela puede estar viviendo sus últimas horas como técnico blanquiazul justo tras una de las exhibiciones más pundonorosas de su grupo. Aun golpeado por el infortunio y las derrotas y sin una clara hoja de ruta en su juego, el equipo coruñés miró a la cara al partido y no le rehuyó ni con diez. Le sentó bien la entrada de Peru en la zona de centrales y se mostró más armado, más equipo. Tocaba, tocaba. Empujaba, empujaba. Borraba de su mente cada fantasma y luchaba contra la falta de ideas. Nada. No tuvo ni siquiera la pizca de suerte que a veces rescata los proyectos en las situaciones límite. El Dépor saca un punto y deja el farollilo rojo, pero sigue en problemas. Todos los problemas del mundo.

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El Dépor empata en Riazor ante el Almería

Anquela sabía desde la previa que para él podría no haber un mañana y esa mirada al precipicio le empujó a no guardarse nada de nada. Parecía obvia la suplencia de Lampropoulos y el jienense se animó a retrasar a Peru y a recuperar a Gaku para la media. Borja Valle se había ganado un sitio en la izquierda gracias a su gol de Girona. Y el Dépor fue otro en ese primer acto. No lo suficiente para ser punzante y profundo, para doblegar al Almería en ese tramo de partido, pero el paso al frente era evidente. Buscaba la pelota, no la rifaba. Le costaba avanzar con pases interiores, pero al menos tiraba de paciencia. Quería atreverse, le pesaba el pasado reciente, no cejaba en su empeño. Enfrente la actitud del Almería favorecía sus intenciones. El conjunto andaluz estaba cómodo en el repliegue, era una bestia adormecida. Peligro latente. Solo enseñó los dientes en un remate de Vada. No fue gol, sí un aviso.

El resto del primer acto fue un monólogo del Dépor, pero ni en la zona del campo que hubiera deseado ni con la verticalidad anhelada. Tocaba y tocaba, casi siempre se apelotonaba por la derecha, pero ni encontraba a Longo ni probaba con disparos desde la frontal ni exploraba la línea de fondo. Solo Borja Valle, obsesionado con el gol de la pasada semana, se atrevía con los lanzamientos a distancia. René respondía rotundo, al igual que en los escasos misiles de Aketxe. Le faltaba al equipo coruñés, además de profundidad, un poco de velocidad en la circulación. Las pocas veces que llevó la pelota de derecha a izquierda para percutir con el berciano o con Salva Ruiz hizo daño. Fue un paso adelante, pero escaso. El problema es que ya quedaba menos, el Almería seguía agazapado y los fantasmas irían apareciendo a medida que el reloj agotase su arena. Jugaba contra el rival y contra sí mismo.

La segunda parte iba a ser diferente a la primera parte. Era inevitable. El Almería acabaría estirándose y el Dépor descosiéndose por la ansiedad. Era una guerra de fútbol y, sobre todo, de nervios. Y al equipo coruñés solo le podía hacer ganar la mano su necesidad y que jugaba en casa. A los andaluces, el historial reciente, su buena marcha en liga. Los futbolistas de Pedro Emmanuel avanzaron metros. Sin excesos, anhelaban cabalgar en busca de los dominios de Dani Giménez. Pudieron aprovecharse incluso de fallos en la salida de balón de Peru y Álex. Fueron de lo mejor, pero algún lunar tuvo su actuación. En esos minutos, en los que el Dépor tuvo que apretar los dientes mientras corría hacia atrás, emergió la figura de Juan Muñoz. ¡Qué futbolista! Y más en comparación hoy con Longo. Tuvo tres claras, una al palo y casi sin ángulo. Solo falló en la puntería. El Dépor tragaba saliva, rezaba, bajaba la cabeza y se disponía de nuevo a atacar. No le quedaba otra. Honor.

La gran vía de ataque blanquiazul tras el descanso fue el balón parado. Más de una decena de saques de esquina y faltas laterales. Gaku tuvo un disparo desde la frontal, poco más en jugada. René respondió también a otro misil de Aketxe y luego infinidad de uys en el área por centros que no encontraban rematador. Mollejo, Borja, Salva Ruiz... La nómina de proyectos de héroes fue amplia. Ninguno se coronó.

La merecida roja a Montero en los últimos minutos escoció un poco por lo olvidadizo que ha sido el VAR con el Dépor en las últimas semanas con las acciones que le podían haber beneficiar y por lo permisivo que fue el colegiado con la microdureza rojiblanca. Se cocinaron una buena ración de tobillos coruñeses con el único premio de dos amarillas para los visitantes. En esos minutos el Dépor arriesgó y no se rindió, a pesar de que las ideas por el cansancio eran aún menores. Riazor apretaba. En ese tramo, estuvo magistral Álex Bergantiños. Arriba y abajo, ocupó campo, robó, llegó a todas partes. Un Dépor sin juego, pero hoy con corazón, vaciado, se personificaba en él. Solo le faltaba llegar al remate. Sí la tuvo Christian en el descuento en un balón dividido, le faltaron los 21 gramos del alma blanquiazul del '4'.