Ya no es él, es todo lo que quiso dejar de ser. El Dépor se encuentra en pleno descenso a los infiernos por haberse olvidado de su versión rocosa, por diluirse en las áreas, por no competir. Vuelve a las andadas con casi dos goles por partido desde la lesión de Somma. El 4-0 ante el Almería certifica la cuarta jornada sin ganar y la segunda derrota de la era Vázquez, la más dolorosa de todas, porque amplía la mala racha y por las difícilmente empeorables sensaciones. Al técnico le entregaron en enero una plantilla desequilibrada y las desgracias y sus decisiones han agudizado los problemas y han roto los endebles sustentos de una reacción milagrosa. Los fichajes son inocuos o contraproducentes, los ejemplos hoy fueron Uche Agbo y Emre Çolak. Darwin Núñez, en dos ocasiones, Balliu y Juan Muñoz destrozaron con sus goles a un Dépor que ni siquiera le exigió al Almería mostrar una versión superior para golearlo.

Fernando Vázquez le dio a su once la vuelta más inesperada. Cuando las novedades apuntaban a sacar a Peru de la cueva o a ofrecer variantes en ataque, el técnico sentó a Álex Bergantiños y recurrió a Uche Agbo, un futbolista ahora mismo en slow motion. Su lentitud tiene un punto de apariencia y otro de fuera de forma. No estuvo a la altura de lo que requería el duelo, sobre todo, en el repliegue y en la colocación. En la primera parte aún resultó aparente, en la segunda... Pero más allá de su aportación, el problema es que la solución no fue tal. Seguía Peru atrás, donde no quiere estar, y la zona defensiva continuaba haciendo aguas. Hace semanas, desde que se marchó Somma, que el Dépor se ha olvidado de su razón de ser, de lo que le hizo resucitar. Ya no es una roca y eso no se lo puede permitir. Durante muchos minutos de la primera parte, tuvo la pelota y se manejó con cierta soltura, pero todo eso no tiene sentido si no es capaz de manejar las áreas. Ahí naufragó. Se diluyó en la suya y ni se pasó por la rival. No disparó a puerta hasta el minuto 81. Pocos partidos más cómodos tuvo el Almería en las últimas semanas.

Al Dépor le empezó a penalizar una jugada entre Peru y Montero en la que Darwin se aprovechaba de la endeblez del sevillano y de un rebote para abrir en canal la defensa blanquiazul. 1-0, minuto 12. Ya puede acumular a gente atrás el Dépor, pero como no haya corrección, colocación e intensidad, cualquier fórmula será inútil. Solo Mujaid multipliclándose en las correcciones, se salvó de la quema. Los andaluces, incómodos con la pelota y aún así dominando la escena y el marcador, golpeaban en la primera que tenía.

Los siguientes minutos sirvieron para que el Dépor continuase con sus escaranuzas de peso pluma e incluso para que algún deportivista soñase con hacerle frente a un rival de play off. Antes de la media hora se desvanecieron todas las ilusiones. Balliu volvió a cortar como mantequilla la cobertura coruñesa, Dani Giménez nada pudo hacer. 2-0, minuto 28. Partido roto y sin haber despeinado el Almería. El Dépor no competía, desagradable deja vú que no corrigió en lo que quedaba de primer acto.

Ni en el segundo. Y eso que el 2-0 le hacía conservar un hilo de esperanza al equipo coruñés ante una milagrosa reacción. Era un equipo en pleno naufragio, pero su rival se sostenía sobre todo en base a su pegada. Toda previsión positiva se quedó en nada por la inteligente maniobra de Guti. Cuando todos esperaban que los almerienses le diesen carretera a su rival, fue todo lo contrario. Subió líneas, ahogó, presionó arriba. Quería poner un dique y en siete minutos recogió sus frutos. Pérdida en la salida de balón, Uche Agbo se quedó, sobrepasado, mirando cual cono. Los rojiblancos llegaron en oleadas para ajusticiar a Dani Giménez y finquitar el partido. Juan Muñoz hacía el 3-0.

Más de media hora de trámite en la que Fernando Vázquez apuró los cambios para probar el 5-3-2 en una contexto muy poco fiable. Mollejo vio la décima amarilla y, sobre todo, el equipo coruñés empezó a cabecear y maldecir. Aketxe y Koné pudieron hacer el gol del honor, balas de fogueo. Y hasta cayó el cuarto al borde del descuento. Todo lo que le había costado al Dépor salir de aquel agujero de cuatro meses y ahora parece precipitarse de nuevo en él. Vuelven las tinieblas a Riazor.