Álex Bergantiños salta entre varios jugadores del Celta B. | // VÍCTOR ECHAVE

El Deportivo perdió ayer contra el Celta B igual que antes pudo hacerlo contra el Salamanca, el Guijuelo, el Racing o el Pontevedra. No hizo nada muy diferente a lo que se vio en los siete partidos anteriores; no fue ni mucho menos mejor y quizá sí un poco peor, pero el rival tuvo el acierto que le faltó a los otros. Caer en casa contra el filial del rival histórico, sin embargo, no es lo mismo que hacerlo contra el resto y representa una muesca más en la triste deriva en la que se ha instalado el club durante la última década. Puede que sea el colofón a una trayectoria deprimente en los últimos años, pero tratándose del conjunto blanquiazul tampoco es que se puedan descartar episodios todavía más sonrojantes.

Lo que le ocurrió ayer al Deportivo es que se quedó en cueros después de semanas haciendo malabares con su juego y los resultados. Los segundos maquillaban lo primero, hasta el punto de que los árboles no dejaban ver el bosque. El equipo entró en una espiral de conformismo que ayer le terminó explotando en las narices ante un rival que no fue nada del otro mundo, pero que lo dejó completamente desnudo.

El Deportivo ya no es líder del subgrupo porque lo ha adelantado Unionistas, ya no está invicto, ya no defiende tan bien como aparentemente lo hacía antes, ataca igual de mal y en general sigue jugando regular. Le queda poco a lo que agarrarse y actuaciones como la de ayer multiplican las dudas alrededor de un proyecto que no pareció nunca demasiado sólido. Donde falló el conjunto blanquiazul acertó el filial del Celta, que con dos goles casi calcados puso en evidencia los problemas que arrastran los de Fernando Vázquez. La reacción deportivista no existió, en el segundo tiempo fue más bien un intento a la desesperada de evitar un descalabro histórico por parte de un equipo sin demasiados recursos para solucionar los problemas cuando se le presentan.

El partido representaba una suerte de penitencia que el Deportivo debía afrontar por todos sus pecados de los últimos años y que le convenía solventar de manera más o menos convincente. Recibir al Celta B en Riazor era un peaje incómodo, así que el equipo de Fernando Vázquez se propuso que no se le atragantase más de la cuenta. Por eso se lanzó desde el comienzo a presionar a un rival que dio síntomas de nerviosismo con la puesta en escena blanquiazul. La fórmula consistía en presionar y ahogar al contrario antes incluso de que se diera cuenta de que tenía poco que perder. Anular el atrevimiento del filial celeste era la consigna en esos primeros minutos en los que la defensa visitante temblaba como un flan ante las líneas adelantadas de los de Fernando Vázquez.

Fue la primera vez en toda la temporada que realmente funcionó la presión del equipo. Así acorraló a un Celta B temeroso y encadenó varios saques de esquina. No aprovechó ninguno, un anticipo de lo que después se vería durante el partido. Llama la atención lo poco que el Deportivo aprovecha las acciones a balón tratándose de un conjunto con tantos problemas para crear oportunidades. Es una más de las lagunas de un equipo por momentos indescifrable.

Es difícil comprender, por ejemplo, que después de proponerse presionar arriba la última línea del equipo comenzara a hundirse en su área. El filial celeste aprovechó que el conjunto blanquiazul volvió a ser un equipo largo y que dejó demasiados metros entre líneas. Desde el centro del campo formado por Uche y Borges hasta la defensa de cinco que ayer volvió a colocar Vázquez apareció mucho terreno libre para correr y plantarse sin demasiados problemas en el área de Carlos Abad.

La primera que tuvo la aprovechó el Celta B con un disparo cruzado de Alfon que Bóveda no consiguió tapar. El tanto nació de un centro desde la banda izquierda que un total de siete jugadores deportivistas fueron incapaces de despejar hasta que acabó en los pies del jugador celeste.

La solidez defensiva era supuestamente la seña de identidad del equipo, pero volvió a quedar en entredicho con el segundo tanto visitante. Otra vez Alfon recibió en el costado derecho del área del Deportivo y de nuevo tuvo tiempo para armar la pierna y poner la pelota lejos del alcance de Carlos Abad. El conjunto de Fernando Vázquez, que en siete partidos había encajado dos goles, ayer se marchó con un par al descanso. Ya son tres los que ha recibido en las dos últimas jornadas por uno en las seis anteriores.

Borja Galán puso el empate momentáneo tras una buena combinación entre Rolan y Borges, de nuevo en ese papel más cercano al área que al centro del campo que insiste en atribuirle su técnico. La impresión es que ahí se pierde y debe recorrer demasiado campo. La prueba es que en la segunda parte fue el mejor cuando retrasó unos metros su posición.

El equipo, sin embargo, no le acompañó en una segunda mitad para el olvido en la que se pusieron de manifiesto todos los problemas que arrastra. El Deportivo fue un conjunto errático, sin orden ni concierto y sin una dirección de campo eficaz de Vázquez. El técnico tardó en dejar de lado su plan inicial con cinco defensas, ineficaz de nuevo por la escasa profundidad de la pareja de laterales formada por Bóveda y Salva Ruiz.

El Celta B estuvo cómodo y únicamente sufrió cuando se creó sus propios problemas con pases arriesgados en zonas defensivas. No los aprovechó el Deportivo, que a punto estuvo de empatar en una acción a balón parado protagonizada por Borja Granero y Galán.

Al equipo de Vázquez le queda digerirlo y tendrá tiempo para ello antes del próximo partido de Liga, que será ya el mes que viene.