Iba a ser la competición mediante la que supuestamente llegaría la profesionalización al tercer escalón del fútbol español, pero ya nació torcida. La Federación (RFEF) enseguida tuvo que corregir sus ambiciosas previsiones por derechos de televisión y la estimación de 15 millones iniciales se rebajó hasta los ocho por los que fueron adjudicados finalmente a Footters, que explota un campeonato que tiene al Deportivo como uno de sus principales atractivos. Casi un tercio de la audiencia total de la competición la aporta el equipo blanquiazul, protagonista involuntario esta semana de una más de las carencias de la bautizada como Primera RFEF.

El aplazamiento del partido que debía disputar ayer contra el Racing de Santander en Riazor desnuda todavía más al campeonato que debía dejar atrás a la antigua Segunda División B, devaluado primero por su escaso tirón televisivo y después por los problemas de Extremadura y Badajoz. El futuro de ambos, inmersos en graves problemas económicos, pende de un hilo en la temporada del estreno de la competición organizada por la Federación. El capítulo de la suspensión del partido de ayer entre el Deportivo y el Racing de Santander expone a mayores la falta de un criterio unificado de actuación cuando surgen positivos y sienta un nuevo precedente en la competición.

Es un aplazamiento sin precedentes dado el número total de positivos —el Racing de Santander comunicó los de dos jugadores, pero la resolución de la Federación mencionaba tres— y por su carácter preventivo. El Juez de Competición decidió posponer el encuentro en Riazor, el gran atractivo de una jornada en la que no había partidos en Primera División, por el temor a que pudiera surgir un brote durante el desplazamiento en autocar del conjunto cántabro hasta A Coruña y a pesar de que las pruebas de antígenos habían descartado nuevos positivos antes del viaje.

El Racing de Santander defendió la existencia de jugadores con síntomas compatibles con el COVID que, según la resolución del Juez de Competición, deberán guardar cuarentena a partir de la confirmación del primer contagio (26 de enero). Esa medida, sin embargo, parece en el aire en una nueva incongruencia de la competición, que no posee las atribuciones para decretar el aislamiento de una plantilla. Serán los tests que practique el Racing los que determinen la existencia o no de un brote.

Confirmados tenía dos casos, los de Íñigo y Soko, dos jugadores importantes en las alineaciones, además de un tercero sin identificar. Nunca antes esta temporada se había suspendido un partido con esa cifra de positivos. Hasta este fin de semana. El Juez de Competición aplazó el Deportivo-Racing de Santander y el Racing de Ferrol-Rayo Majadahonda, tan solo unos minutos antes de la hora a la que debía empezar a disputarse. Los ferrolanos habían jugado el miércoles en El Sardinero y notificaron tres contagios.

Los aplazamientos siempre habían sido a partir de brotes por encima de lo seis positivos, a excepción de la segunda ocasión en la que se pospuso el Sabadell-Betis B. La tendencia se rompió este fin de semana y abre la posibilidad de que se multipliquen las peticiones a conveniencia de los equipos por la ausencia de un criterio común.

Dudas en el Real Unión

Después del aplazamiento del partido ante el Racing de Santander, el Deportivo mira ahora a la situación que atraviesa el Real Unión, afectado por un brote masivo y que debe visitar Riazor el sábado a las 19.00 horas. El equipo de Irún no pudo jugar el pasado fin de semana contra el filial del Valladolid debido a la aparición de once contagios en su plantilla.