1-0 | Quiles y Lucas cabalgan, el Dépor se libera

Fulmina al Ceuta a la contra en el medio de una avalancha ofensiva en el arranque de la segunda parte | Sobrevive otra vez y se pone a dos puntos de la cabeza con quince en juego

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Y el Dépor sabía correr. Ante un equipo agarrado a la pelota, que a veces hasta necesita manosearla, la grada tuvo que frotarse los ojos cuando vio a Quiles y a Lucas como potros desbocados por el prado de Riazor. ¿Eran ellos? ¿Era su equipo? La jugada fue una centella, pero dio tiempo a recobrar la conciencia y pasar de la sorpresa a la estupefacción y a la liberación cuando la pelota de Quiles besaba la red. El Dépor ya ganaba, sobrevivía en una versión meritoria, que no redonda, de sí mismo en el patio de su casa. Es hoy menor esa presión que ahoga cada vez que pierde fuera y se le aleja la cabeza y el ascenso. Llena pulmones, limpia la cabeza. El equipo coruñés no se baja de la lucha, quiere guerra, desea bregar, fango y pelear. El Alcorcón está dos puntos, el Castilla a uno, el Racing de Ferrol acecha. Casi depende de sí mismo. Hay partido.

El Dépor no tenía excusas. Estaba donde le gusta, casi sin bajas y los rivales de la zona alta le habían invitado a una última ronda. Eso sí, para brindar había que superar al Ceuta, la cenicienta que lucha por no bajar, que visitaba por primera vez Riazor, pero que es también el mejor equipo conjunto de la segunda vuelta. Una trampa. Para doblegarlo, Cano sentó a Svensson y recuperó a Isi. No hacía falta tensar y estirar al equipo, el Dépor necesitaba elaborar, ser fino en el toque, saber cuándo acelerar con balón y superar líneas. Isi volvía a la formación inicial tras la sanción y Lebedenko se adueñaba de nuevo de la banda izquierda.

Pronto el ucraniano, más animado que de costumbre, empezó a percutir. La idea era tener paciencia por dentro, extremar las vigilancias y apretar tras pérdida y mover a los ceutís para acabar desarmándolos. La teoría no era fácil, la práctica lo complicó aún más. El equipo caballa vino con unas credenciales y pronto demostró que no eran casualidad. No era para el Ceuta un partido en el que habría de entregarse a una avalancha ofensiva, pero Rodri, en cuanto olía balón, creaba problemas y el grupo estaba perfectamente colocado. Ejecutaba un repliegue medio en el que cerraban pasillos, se vaciaban tapando huecos. El Dépor lo intentaba, apretaba, inclinaba el campo, aunque en realidad tampoco conseguía fabricar ocasiones claras. No le ayudaba tampoco la escasa finura de sus laterales, un problema casi endémico.

El equipo coruñés, aun así, no desesperaba en el juego, sí con el árbitro. Casi desde la primera jugada se vio que Sánchez Sánchez quería estar en el foco y que era un alumno de la escuela de Mateu Lahoz. “Sigan, sigan” parecía decir en cada jugada y eso siempre favorece a quien viene a defenderse, a capear el temporal y ensuciar el duelo. Quien más se enervó con el colegiado fue Lucas Pérez, que vio la quinta amarilla y no jugará en Córdoba. Sale a una por partido y en acciones evitables. Su nivel de cabreo fue en consonancia al de la grada. La explosión final llegó en el descuento con una caída en el área de Quiles. Parecía penalti. Ni cotizaba que iba a mirar para otro lado. Acababa el primer acto y lo importante para el Dépor era no decaer, creer en lo que estaba haciendo, porque ese era el camino, a pesar de que no hubiese creado grandes ocasiones. Paciencia, insistir, tocar, mover y cansar a su rival. Una carrera de fondo a la que le quedaban unas vueltas al circuito.

El equipo coruñés saltó al campo, tras el paso por los vestuarios, como si nunca se hubiese ido. No era patente aún, pero sentía que estaba cogiendo la ola y lo iba a hacer sí o sí. Lucas Pérez y, sobre todo, Alberto Quiles fueron los más hiperactivos. Tocaban, aparecían, se descolgaban, generaban infinidad de rechaces. Era agotador solo de verlo.

El Ceuta tampoco le perdía la cara. Sabía qué era lo primero que debía hacer, pero Mackay se había convertido también un objetivo a medio plazo. En una de esas jugadas que se descolgó de manera tímida, Quiles obró una genialidad en un control orientado en campo propio. El movimiento fue como tocar a arrebato, faltaba Chousa. Salió corriendo, también Lucas, al que le llegó su pase en profundidad. El coruñés no dejó de cabalgar, el 9 tampoco y recibió su asistencia atrás para remachar. 1-0, minuto 54. Estallaba Riazor. Por la liberación, por la factura de la jugada, porque su equipo puede ser otro, uno que juegue a campo abierto.

El gol le quitó por unos minutos el tapón al Dépor. Era una presa liberada. Atacaba por todas partes, era incontenible. Siempre con Batman y Robin guiando. Lucas se colaba en el área y Quiles remataba. De cabeza, con un disparo al palo. El Ceuta se sostenía como podía, aunque sabía que debía aguantar para no salirse y poder dar un paso al frente.

Acabó la avalancha sin gol, llegaron los cambios y el Ceuta se animó. Cruzaba el campo, apretaba, colgaba balones ante un conjunto coruñés al que ya se veía cansado. Las sustituciones también llegaron en el bando local. Uno de los entró fue Kuki, al que Cano situó por detrás de los puntas. Pisó el césped entre silbidos, pero en ese cuarto de hora se llevó varias ovaciones y recibió tras el pitido final infinidad de abrazos de sus compañeros. No ha estado bien este año, es innegable, eso no significa que no sufra, que no se sienta incomprendido. Supo en el duelo hacer lo que requería cada situación. Tocaba, forzaba faltas, recuperaba balones... Hasta mandó una al palo. 

Esa capacidad que tuvo el Deportivo para llevar el duelo a campo contrario y defender con la pelota no evitó que se llevase tres buenos sustos. Uno en un disparo cruzado de Pablo García, otro en una posible mano en el área de Pablo Martínez y el tercero en un cabezazo de Mizziam. Dos de los cambios, dos jugadores que helaron Riazor. El Dépor sobrevivió, ganó y todo eran sonrisas, como casi siempre cuando juega en A Coruña. Se doctoraba, como siempre hace cada quince días, en lo que mejor se le da: caminar por el alambre, salir a flote. ¿Hasta cuándo lo conseguirá? ¿Llegará el día que culmine la remontada?