El otro camino de Martín Ochoa hasta su gol: el entierro al que no pudo ir, el psicólogo y el enfado de un niño

Cuatro años después de fichar por el Deportivo, se estrenó en Sabadell con dedicatoria especial al cielo, por su abuelo, fallecido en verano y a quien no pudo despedir por jugar el Teresa Herrera

Martín Ochoa se abraza a Lucas Pérez en la celebración de su primer gol con el Deportivo en la novena jornada ante el Sabadell. |  // LOF

Martín Ochoa se abraza a Lucas Pérez en la celebración de su primer gol con el Deportivo en la novena jornada ante el Sabadell. | // LOF / xane silveira

Xane Silveira

Xane Silveira

Martín Ochoa está escribiendo su propia historia. Una plagada de celebraciones y abrazos de gol, pero también de momentos que la memoria guarda en un rincón más apartado. Aquellos, sellados, que no forman parte de la hemeroteca y tampoco tienen un rincón en los vídeos de highlights de internet. Son, eso sí, imprescindibles, ineludibles para contar cómo ha llegado hasta aquí. Explican cómo es ahora protagonista con 18 años aquel niño que se pasaba las tardes jugando en el parque y que con 13 estuvo un mes entero sin hablarle a su padre porque no le dejó salir de Logroño, aquel adolescente de 16 que tuvo que ir al psicólogo por las lesiones y aquel joven que hace dos meses no pudo acudir al entierro de su abuelo porque el deber con el Deportivo le reclamaba en el Teresa Herrera.

“Fue muy duro”, relata el otro Martín, sénior, quien sufre en silencio cada uno de los partidos de su hijo: “Yo lo llevo por dentro, pero me llevan los mil demonios”. Este sábado no fue capaz de aguantar en el sofá los últimos minutos del encuentro. Saltó de la cocina al televisor, de la pantalla a la habitación y de ahí al pasillo. Una y otra vez sin parar porque “había que ganar”. Pasó los minutos finales “con muchos nervios”, relata, aunque reconoce con “orgullo” y “humildad” que en la Nova Creu Alta “no tenía miedo” por su retoño. “Martín siempre ha marcado goles y estaba convencido de que iba a anotar”, afirma. La fe de un padre es inquebrantable.

Martín Ochoa tardó tres segundos en recibir la pelota y marcar su primer gol; y otros 1.585 días en llegar a aquel arrebato de felicidad. De Logroño a Sabadell, pasando por A Coruña. Un tiempo de ensueño y adaptación; de vivir por y para el fútbol. Pero, también, de crecer y madurar lejos de la familia.

En un mundo marcado por la foto final, el camino no siempre es el que sale en portada. En ese proceso de crecimiento, Ochoa se topó de lleno con la realidad más cruel del deporte: las lesiones. Cuando cumplió su sueño de entrar en una convocatoria con las inferiores de España, sufrió un tirón en el primer partido tras entrar como suplente. No pudo, días después, jugar el encuentro que le hubiese tocado de titular. En la Youth League, mientras sus compañeros disfrutaban de un momento histórico, Martín vivió una nueva lesión. Formó parte de aquel elenco histórico, pero desde la barrera. Fue uno de los momentos más duros de su estrecha carrera. “Entonces necesitó ayuda del club. Tienen una psicóloga que estaba en la residencia, Sheila, y entre todos le animaron a seguir”, cuenta su padre. Le sirvió para “hacer callo” y conocer “el lado oscuro del fútbol”. Aquel que su familia, en especial su tío (exjugador) ya le habían relatado.

En ese viaje idílico a través del gol, Ochoa vivió hace poco otra de las realidades más difíciles de la vida: despedir a un familiar. El primer gol que anotó como jugador del Dépor tuvo un destinatario muy especial: su abuelo. “Falleció este año, se lo quería dedicar a él”, explicó el jugador al acabar el partido. Aquella celebración relataba una situación que no todo el mundo conoció en su momento, porque no lo contó. “El abuelo murió el 4 de agosto y el entierro fue el 5. No pudo venir a Logroño porque tenía partido”, relata su padre. Después de consultarlo con la familia, entre todos decidieron que Ochoa estuviese presente en el Teresa Herrera. Aquel fin de semana se disputaba el decano de los torneos veraniegos. El jugador no comunicó al club la situación y se lo guardó para sí mismo. Quería estar ante el Bragantino en pretemporada. Se estaba jugando un sitio en la primera plantilla blanquiazul.

Ochoa “habló con su abuela” y “con la familia”, pero la decisión final fue que permaneciese en A Coruña y no viajase. “Lo apoyamos siempre”, cuenta su padre. Desde entonces “el crío lo tenía ahí” y en Sabadell lo pudo soltar. Más de dos meses en silencio con el deseo de poder cantar un gol. Con la esperanza de que todos los sacrificios mereciesen la pena.

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Martín Ochoa se ha convertido en un coruñés más después de más de cuatro años en una ciudad que “le encanta”. Ese buen entorno fue uno de los motivos que le llevó a firmar por el Deportivo en 2019 y, ahora, forma parte de su propio carácter. “Cuando está allí es totalmente gallego. El otro día, cuando estuvimos en el puente (en septiembre), estaba deseando que lloviese ya. Se ha adaptado bien”, explica su padre, que bromea con que ha perdido acento. Martín conserva amistades de su paso por el instituto, lo que le permiten, de vez en cuando, poder desconectar y apagar el modo fútbol si es que alguna vez se puede apagar. “Es bueno que desconecte”, comenta su padre, que resalta la importancia de una vida estable en todos los aspectos. No solo influye lo futbolístico, también aquellos aspectos fuera del terreno de juego. “Es importante porque cuanto más tranquilo y más feliz estás, más vas a rendir en el campo”. Desde la distancia, Martín sénior solo tiene un deseo futuro. No quiere hablar de lejanías que se salgan del día de mañana porque, a fin de cuentas, “Ochoa es un jugador del Fabril” y no debe “volverse loco”. Solo pide, eso sí, que nada cambie en el camino: “Que siga igual y no deje de ser él, de ser como es en el terreno de juego. Que siga con esa mentalidad de trabajo, de ser humilde y de ser buena persona”.

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