2-1 | El Dépor reina en una oda al error

Los goles de Lucas y Pablo Martínez le dan el triunfo al equipo coruñés en un partido sin anclajes, agotador y profundamente divertido

Acusó las bajas y la exigencia de un Castellón enorme, pero supo resistir

Se cansaron de fallar, de divertir, de insistir. En un fútbol cada vez más medido, sobreprotector y horizontal, el Deportivo y el Castellón protagonizaron un duelo sin mañana, sin anclajes y con el error como principio máximo. El que provocan, el que cometen sin miedo porque vendrán otras, porque crean demasiado. Pocas veces en los últimos años hubo tantos fallos, se crearon tantas ocasiones y se malograron tantas. No hubo descanso ni respiro ni aburrimiento. Los goles de Lucas y Pablo Martínez (los dos jugadores que el deportivismo quiere que se queden) le dieron la vuelta a un duelo que el Castellón gobernó en su mayor parte y en el que se llegó a poner por delante. Eso sí, finalmente el que reinó fue el indestructible Dépor de la segunda vuelta. Esta vez, con infinidad de bajas y con más trabajo que nunca, pero siempre firme, defendiendo el fuerte. Un equipo con mayúsculas. Toca partido, toca diversión en cuatro días en Castalia con la corona en juego de la Primera RFEF.

El Castellón veía precedido de una fama de equipo diferente, a pecho descubierto, a tumba abierta, con la presión por bandera, que jugaba casi a arrebato. Así era casi inevitable que el partido se convirtiese en una ruleta rusa, sobre todo la primera parte. Y no hizo falta que pasase un minuto para sellar ese guión esperado. Ni 60 segundos y el Dépor y el Castellón ya habían pisado las áreas rivales con peligro. A Riazor le aguardaba una noche en el alambre.

Porque si alguien lo pasó mal en ese primer acto fue el Dépor. Se fue perdiendo al descanso, aunque en realidad tuvo las mismas oportunidades que su rival, hasta falló un penalti. Pero era agotador. Se jugaba a lo que pretendía su contrincante, a lo que llevaba perpetrando todo el año en el otro grupo. Presión asfixiante y sincronizada arriba, marcaje al hombre, riesgo en casi en cada centímetro del campo. Pablo Vázquez nunca tuvo tanto trabajo, el Dépor tampoco. Ni en defensa ni en ataque. La catarata de ocasiones, en el medio de ese maremágnum, fue innumerable. Rompieron el contador.

Mella tuvo una clara al cuarto de hora, Barcia salvó un tanto cantado minutos después, insistió Davo, probó Moyita, Lucas remató en el área pequeña cuando ya cantaba el gol, minutos después falló un penalti, Eric Puerto hizo dos grandes paradas sobre la media hora... Era un sinvivir, un no parar... hasta que sí se detuvo el tiempo con el gol de Douglas en el minuto 39. Fue el primero y pudieron llegar más antes del descanso.

El Dépor, agotado y sobrepasado, le aguantó el pulso, a pesar de las bajas. Echó de menos la finura de Yeremay, también la profundidad de Ximo. Al equipo coruñés le faltó claridad en el primer toque porque su rival no regala los segundos. A uno de los que más se le notó fue a Davo. Siempre necesita ese instante de más y ante un rival así, cuando te quieres dar cuenta, ya te pasó la vez. Todo en el Castellón bajó un Medunjanin sublimado. Agarrado a la pelota, con la batuta, en cualquier lugar del campo, da gusto ver a los buenos peloteros disfrutando cada segundo y sintiéndose el centro. La única pena es que el Dépor perdía.

El paso por los vestuarios pareció traer un nuevo panorama en el duelo. El Castellón no quería correr a todas horas y el equipo coruñés pretendía dominar y, sobre todo, parar un poco el partido. Rondó el Dépor el gol con un par de pelotas cruzadas, con un cabezazo con malicia. Nada. Ahí acabó el dominio. Ocho minutos de espejismo.

En nada el Castellón volvió a la carga. Mendujanin, con una pelota al palo, le recordó a Riazor que no se habían marchado. Los visitantes hasta vieron cómo le anulaban un gol dudoso. Fueron dos avisos y el inicio de un periodo de dominio de visitante, pero en el que el Dépor no dejó de ser un equipo afilado. Se defendía, estaba cansado, le costaba ganar duelos y sufría, pero tenía a Davo, a Lucas y, sobre todo, a Mella como unidad de asalto. Y eran un peligro. Sin mucho acierto, pero un peligro.

Y en una de tantas escaramuzas de Mella, apareció de repente una pelota en la frontal que se aprestó a recoger Lucas. Hizo volar a un defensa y encontró un espacio para clavarla la pelota con su zurda en el costado. Gol. 1-1, minuto 69. Una de tantas maniobras de ese estilo del coruñés. Riazor nunca se cansa, Riazor no quiere se vaya y no pierde la ocasión de recordárselo.

Fue el principio de la locura. Porque un Dépor resistente y punzante se aflojaba el botón del pantalón. Apretó y apretó hasta que llegó el premio. Fue otro error. Un saque de esquina, un balón suelto que esta vez se encontró Pablo Martínez y lo acostó a placer en la red. 2-1, minuto 76. Todo había saltado por los aires, una vez más. Una batalla deliciosa.