-Roberto Verino prologa su libro, ¿a qué se debe?

-Tiene una explicación clarísima, y no sólo es cuestión de amistad, que la hay y desde hace años. Una gran parte de la riqueza gallega del siglo XVIII estuvo constituída por lo que ahora llamamos el sector de la moda. En aquella época hubo en Sada una fábrica de paños importantísima, estaba la Real Fábrica de la Mantelería y hubo cuatro o cinco fábricas de sombreros importantes, entre ellas la de Juan Francisco Barrié, tatarabuelo de Pedro Barrié de la Maza. También había fábricas de pasamanería y talleres de hilado de lino y de algodón. A Coruña sería hoy tan importante como Cataluña en el sector textil, pero desapareció prácticamente todo con la Guerra de la Independencia.

-¿Por qué la mayoría de los comerciantes coruñeses de esa época eran de fuera?

-Prácticamente todos eran de fuera de Galicia, no sólo de Cataluña, también del País Vasco, de la Rioja, de Castilla, de Francia y de otros países centroeuropeos. Los pocos gallegos que hubo

-media docena- aprendieron en la emigración en América. En el siglo XVIII quienes hicieron el desarrollo económico de A Coruña eran en un 95% foráneos.

-¿A qué se debe?

-Influye decisivamente el carácter gallego. No lo digo yo, lo dicen Castelao, Cunqueiro o Chao Rego. La orografía, el clima y las costumbres son determinantes y hacen al gallego conservador, reticente, poco propicio a asumir lo nuevo.

-Sin embargo, el gallego es emprendedor cuando sale de Galicia.

-Sí, porque es inteligente y trabajador y cuando va a países ricos trata de emular a los demás. Es la capacidad de adaptación al nuevo medio.

-¿Y emularon a esos pioneros?

-Claro, porque muchos se asentaron aquí y fueron sus descendientes.

-¿Por qué vinieron atraídos?

-Por varios factores. En la segunda mitad del siglo XVIII, la Corona establece en A Coruña la línea de Correos Marítimos, y por la liberalización del comercio con América, que facilitó la exportación y la importación de productos, y se vio como una oportunidad de negocio extraordinario. Juan Francisco Barrié, por ejemplo, exportaba sombreros a América y traía pieles para curtir aquí después.

-El nombre de algunos pioneros todavía se mantiene.

-Sí, son los descendientes, como los Torres y Sáez, De Llano, Marcial Francisco del Adalid y su cuñado Martín de Torres Moreno, que venían de la sierra de Cameros. Todos llegaron al abrigo del comercio con las Indias: Barrié, Daubagna, Alsina, Dalmau... O Benito de Agar y Leis. Llevaban vino, cebollas, bacalao, sombreros y pasamanería, y traían especias y pieles. Los Marzal, catalanes, eran importantísimos, tenían una fábrica de cordelería. O Jerónimo Hijosa, un castellano que se dedicó sobre todo al salazón.

-¿Qué queda de todo eso en A Coruña de hoy?

-La ciudad culta, tolerante y liberal, todas esas cualidades que suele invocar el alcalde, son verdad, es así. En aquella época, salir al mundo exterior cuando era prácticamente imposible ir a Santiago o a Vigo, esta gente se iba a Montevideo, a La Habana, a miles de kilómetros. Conocieron regímenes de vida y políticos diferentes, vieron otros productos, otras técnicas de producción, los trajeron aquí y aprendieron a ser liberales y tolerantes. El liberalismo coruñés procede de esa época porque la mayoría de los comerciantes eran liberales. A Coruña de hoy es fruto del trabajo de estos hombres, que supieron dar importancia a la formación y a la cultura, para ellos y sus descendientes y para el resto de los ciudadanos, conscientes de que en ellas está el progreso. Los Adalid, los Torres Moreno, Juan Antonio de Vega, Benito Agar tuvieron hijos mucho más importantes que ellos: Pedro Agar fue un político importantísimo, Antonio de Vega fue el padre de Juana de Vega, Marcial del Adalid fue un compositor de fama mundial. Es decir, que supieron ver la importancia de la cultura y de la formación, pero no sólo para ellos, sino para los demás. A través del Consulado del Mar, la institución que unía los intereses de los comerciantes, se creó un biblioteca importantísima. Se creó también la Escuela de Dibujo, la Escuela de Comercio, la Escuela de Hilazas. Por otra parte, fomentaron los contratos de aprendizaje, instituyeron premios para mejorar las técnicas de producción y cultivaron la invectiva. El contacto con el mundo exterior les dio una apertura de miras, una tolerancia y una receptibidad grande para valorar lo que venía de fuera, porque Galicia vivía ya no mirándose al ombligo, sino dentro de sí misma y a partir de entonces es cuando se abre al mundo.

-¿Perviven aún problemas del pasado?

-Los obstáculos que condicionaron el crecimiento durante el siglo XIX siguen existiendo hoy en día, en alguna medida, como las malas comunicaciones y la falta de suelo industrial. Otro problema es la formación práctica: hay una gran desconexión entre la universidad y las empresas. El funcionamiento de la universidad está desprovisto de pragmatismo.