-Lleva ya un año con esta obra, tiene dos películas por estrenar y acaba de terminar en Rusia el rodaje de otra. Parece que anda mal de trabajo.

-Este año ha sido muy bueno para mí. Cuando recibes un regalo así, como el personaje de esta obra, sólo obtienes satisfacciones. Lo tenía todo muy encajado, pero se retrasó en Moscú el rodaje de La guerra de Rasputín. Es llevadero, lo peor es estar fuera de casa, eso lo llevo mal, pero tengo unos compañeros muy divertidos y somos todos muy buenos gourmets, aunque hoy (ayer) me encuentro algo cansada pero estamos a punto de pillar unas vacaciones antes del estreno de la obra en Madrid, el 21 de agosto, en el Teatro Maravillas, donde espero que esté mucho tiempo.

-¡Qué lejos los tiempos en que se hacía llamar Lola Menta!

-La verdad es que sí, es lo bueno que tiene esta profesión, de un día para otro te cambia la vida. 'Lo lamento, lo lamento', y pasé de que nadie me quisiera ni para llevar una lanza o una bandeja a que se me apareciese la virgen con Pedro Almodóvar, mi padrino y mi maestro. A él le debo estar aquí ahora.

-¿Empezó como chica de revista con Juanito Navarro?

-Yo venía de hacer teatro en Málaga, coincidí en la Escuela de Arte Dramático con Antonio Banderas y hacíamos cosas dramáticas, como Andrómaca y Medea. Allí la gente es muy graciosa y nosotros no queríamos serlo. Después me fui a Madrid, vi una revista y me contrataron. Duré dos semanas: no sabía andar y mucho menos bajar unas escaleras, así que me echaron. Fue un desastre.

-Antes había estudiado Medicina, ¿lo dejó al descubrir 'el placer del aplauso'?

-Cuando se dice eso parece que soy un Nobel; no, las cosas claras, lo dejé en segundo curso. Yo creí que tenía vocación, pero vi una función de teatro aficionado sobre los Tarantos, me enrolé y descubrí que me gustaba, que podría ser actriz. Más tarde, recordé que ya de pequeña me gustaba bailar e imitar a las monjas y, a veces algunos amigos dicen ahora que hacía otras cosas que yo ya olvidé. En la escuela comprobé que me gustaba ser actriz, que podían pasar horas y horas sin agotarme, y me tiré de cabeza.

-Será para siempre la Candela secuestrada por los chiítas en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Con ese papel ganó el Goya a la actriz revelación, cosa que hoy sería prácticamente imposible porque Almodóvar está fuera de la Academia de Cine. El nuevo presidente, Álex de la Iglesia, quiere ahora atraerlo.

-Es muy positivo el hecho de que Álex invite a Almodóvar, a Garci y a otros muchos más. Cuantos más seamos, mejor. Es muy bueno que la Academia abra las puertas a actores, directores y técnicos que la habían abandonado porque no se sentían cómodos dentro. La Academia estaba anquilosada.

-¿Cuántos papeles le dio su ex marido, Imanol Uribe?

-Tres papeles: en Bwana, El rey pasmado y El viaje de Carrol. En realidad, sólo dos, porque en Bwana me había contratado el director que la iba a hacer inicialmente.

-¿Pocos?

-No está mal, hubiera querido más, pero no le iba a poner una pistola en el pecho.

-¿Su hija Andrea apunta maneras?

-De momento, no, ante lo cual su padre y yo estamos muy tranquilos. Estamos encantados de que no apunte maneras, aunque no apunta maneras para nada todavía.

-¿Por qué llama su segunda madre a Cristina Almeida?

-Yo estaba triste, era una mujer abandonada y ella me acogió en su casa. La recuerdo como una de las épocas más divertidas de mi vida. Cristina fue un pilar muy importante para mí, me enseñó muchas cosas. Siempre digo que desde que la conocí soy mejor persona, mejor mujer y mucho más mona. Me enseñó a reírme de mi sombra, que es muy bueno; me da miedo la gente que no tiene sentido del humor, no les dejaría a mis hijos.

-¿No se le llevan los demonios?

-Sería perfecta, y no lo soy. Intento ser positiva y no deprimirme. Deprimirse, tal como están las cosas, es algo que no puedes permitirte por muy mal que vayan las cosas. Sería estúpido deprimirse.

-¿Por qué odia el móvil y el ordenador?

-El ordenador ni lo toco, es un mueble más sobre el que cae el polvo. Y los móviles los pierdo, hasta me da vergüenza, soy muy despistada, lo pierdo todo. La gente ya no llama a los fijos. Yo soy de las que llamo desde mi mesa de trabajo, odio hablar en un taxi, que escuchen la conversación, o escuchar la de otros.

-¿Es de tertulias?

-Yo las mantengo, de amigas sobre todo. Nos juntamos cada gallinero... Es muy sano. Ahora no puedes sacar la sillita a la calle a criticar porque te atropellan. Como dice un amigo mío, 'ya no se critica como antes'.

-¿Teme la soledad y envejecer, como le ocurre a su personaje?

-Yo no sé estar sola, mi casa siempre está llena de gente. El silencio no es mi música. ¿Lo de envejecer?, igual me lo preguntas en diez años y... Hoy por hoy, no, me encuentro muy mona. Hay que reivindicar las maduras interesantes. Es patético echarte una novia joven, como en la función.

-¿Y las mujeres?

-Las que conozco no te digo yo que no se apañen, pero no presumen.

-¿Cómo es Verónica Forqué como directora?

-Muy exigente, le auguro un gran futuro como directora. A veces la quise matar. 'Verónica, no me hagas esto...' No daba crédito de lo dura que es con el trabajo, pero espero volver a trabajar con ella.