Cobran alrededor de 10.000 euros mensuales, entre el sueldo (7.665 euros de salario base), las dietas por desplazamientos, asistencia a votaciones y comida (unos 250 euros diarios), y los 20.000 euros que manejan cada mes para mantener su oficina y contratar asesores, intérpretes o secretarios personales. El escaño de los eurodiputados está muy bien pagado, pero ellos justifican cada céntimo de su salario asegurando que trabajan mucho y muy duro en leyes y resoluciones mucho más influyentes de lo que se cree para el día a día de los europeos.

De los 736 diputados que forman el Parlamento Europeo, sólo tres son gallegos: los populares Carmen Fraga -una veterana en la Eurocámara, a donde llegó como funcionaria en 1985-, y Francisco Millán Mon y el socialista Antolín Sánchez Presedo, ambos europarlamentarios desde 2004. A ellos se sumará en los próximos años Ana Miranda por el BNG, que concurrió en las elecciones europeas de 2009 en una lista rotatoria con otros grupos como ERC o Aralar.

Los europarlamentarios gallegos, como la mayoría de sus compañeros de hemiciclo, viven a caballo entre Madrid (en el caso de Fraga y Millán Mon), Betanzos (lugar de origen de Sánchez-Presedo) y Bruselas, Estrasburgo y un largo etcétera de ciudades por todo el mundo. Y es que la actividad del Parlamento Europeo se reparte entre varias ciudades: Las oficinas de los europarlamentarios -que incluyen una cama, una ducha, además de un despacho y otra dependencia- están en Bruselas (sede de la mayoría de las instituciones europeas, como el Consejo, la Comisión o el Comité de Regiones), donde de lunes a jueves se celebran las reuniones de trabajo y las comisiones parlamentarias. Cada año hay al menos 12 plenos en la sede principal del Parlamento Europeo, en Estrasburgo, en la frontera entre Francia y Alemania, a donde se desplazan una vez al mes los eurodiputados durante tres días para debatir. Pero como las sesiones de Estrasburgo no son suficientes para dar cabida a toda la actividad legislativa de la Eurocámara, especialmente desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, cada dos meses aproximadamente hay otro minipleno en Bruselas.

Además, casi todos los europarlamentarios forman parte de una delegación de relaciones exteriores con algún país -asignado según el orden de preferencias que hubiese solicitado el diputado- al que viajan varias veces al año como parte de su trabajo. Entre tanto viaje, los eurodiputados son asiduos a los aviones y a los hoteles, aunque algunos (los menos) optan por alquilar un piso en la capital belga.

Desde que en diciembre entró en vigor el Tratado de Lisboa, el Parlamento tiene muchas más competencias legislativas que antes: la Eurocámara ya puede aprobar leyes sobre agricultura, energía, inmigración o incluso sobre el presupuesto de la UE, temas en los que hasta enero sólo podían legislar la Comisión y el Consejo. Los europeístas confían en que esta nueva etapa dé más protagonismo al Parlamento y lo acerque a los ciudadanos. Como prueba, recuerdan el reciente no de los diputados a la petición de EEUU para que la UE le cediera los datos bancarios de los viajeros de avión, o el actual debate para que las bajas por maternidad sean de 20 en semanas en los 27 países de la Unión.