El 4 de julio no sólo se conmemora la independencia de Estados Unidos, por más que el cine se empeñe en recordarlo. El 4 de julio de 1976 ocurrió algo que marcó a otro país del continente americano: Argentina. Allí hace unos días se ha publicado en DVD 4 de julio, que lleva un subtítulo esclarecedor y nada ficticio: La masacre de San Patricio.

El documental de Pablo Hernán Zubizarreta y Juan Pablo Young intenta arrojar luz sobre por qué fueron tiroteados -hasta 73 balas se encontraron en el lugar- cinco miembros de la congregación palotina -una comunidad de religiosos fundada por Vicente Pallotti- de la parroquia de San Patricio, en el barrio bonaerense de Belgrano R, a la una de la madrugada de ese día. Entre las víctimas (José Emilio Barletti, Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo Kelly) se cuela el nombre de un gallego, Salvador Barbeito, un seminarista de 29 años a punto de ordenarse. Sus compañeros de congregación recaban ahora apoyos ante el Vaticano para que se les reconozca como mártires.

"Era un bocho". Con ese término lunfardo, Young intenta sintetizar la enorme "inteligencia" y "capacidad" de Barbeito, que estudió Filosofía y Pedagogía -carreras que compatibilizó con la docencia de Psicología y Filosofía en varios colegios y su labor de catequista- y además fue rector de un colegio católico donde "vivía el problema de cada alumno de una manera especial y profunda", como señala el padre Rodolfo Capalozza.

Los que lo asesinaron, junto a otro seminarista y a tres sacerdotes palotinos de San Patricio, dejaron por escrito otro calificativo, zurdos, al lado de sus cadáveres tras pegarles un tiro por la espalda. Al parecer, su crimen era, como rezaba la pintada, ser "adoctrinadores de mentes vírgenes" y abanderados del MTSM (Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo). Un punto de vista que no compartían los feligreses, que defendieron que "siempre predicaban la paz".

Falta mes y medio para que se cumpla un año más, 34 ya, de uno de los episodios más oscuros de la dictadura de Videla, un caso sin resolver tras dos causas judiciales. Para el padre John O´Connor, la respuesta es clara: "Como Jesús, murieron víctimas de la violencia del poder de turno".

Y es que los testimonios de Graciela Daleo y Andrés Ramón Castillo, que sobrevivieron a las torturas en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), apuntaron como responsable de la matanza a un cuerpo de tarea -paramilitares vinculados a la dictadura- encabezado por el capitán Antonio Pernías, aunque él se ha negado a confirmarlo. La ESMA es el más emblemático de los centros clandestinos usados por el régimen de Videla para las detenciones ilegales y la protagonista de uno de los sumarios más abultados por delitos de lesa humanidad ahora que ya no están vigentes (como recuerda Zubizarreta, gracias al Gobierno de los Kirchner) las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.

Cerca de la sacristía, en la que cuelga aún la alfombra roja con las marcas de las balas que abatieron a los cinco religiosos, otra pista escrita dejada por los agresores en la puerta de una habitación, según el documental, apunta a los cuerpos de tarea de la dictadura: "Por los camaradas dinamitados de Seguridad Federal. Venceremos. Viva la patria", en alusión a un atentado a una comisaría días atrás.

El periodista Eduardo Kimel fue el primero en cuestionar al juez que investigó el caso durante el régimen en el libro que sirvió de base a Zubizarreta y Young, que crecieron, sin conocerse, en la parroquia de San Patricio. "Fue la masacre más sangrienta que sufrió la iglesia latinoamericana y hay gente en el barrio que no sabía lo que había sucedido. Tal fue el miedo que todo el mundo se calló la boca y hoy en día, además, no hay ningún responsable", afirma Zubizarreta.

Mientras, en la esfera eclesiástica, los caminos son otros. Aunque los palotinos ya consideran a los cinco asesinados como "mártires" de su congregación, falta mucho para que el Vaticano los considere "santos", culminando así un proceso al que dio el visto bueno en 2001 el cardenal Bergoglio.

Hasta entonces, como denuncian Zubizarreta y Young, la Iglesia católica fue cómplice, con su silencio, de la dictadura. "Para mí fue una manera de la Iglesia de limpiarse por este tema, porque en su momento no hizo nada y no hizo ninguna declaración pública contundente pese a tratarse de la mayor matanza de religiosos en Latinoamérica desde la época virreinal", asevera Zubizarreta.