Como ocurrió con los vinos, ahora reconocidos a nivel internacional, se espera que el estudio de los olivos gallegos consiga una producción de aceites propios que permitan para los agricultores y consumidores del "oro líquido" cosechar buenos resultados en el futuro. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con la colaboración de la Asociación de Productores de Aceite de Galicia y la financiación de la Fundación Juana de Vega, recogerán las variedades antiguas de olivos propios de Galicia para documentar sus características. "Es un cultivo que se quedó olvidado en Galicia a pesar de que algunos árboles tienen más de 300 años. Ahora hay un sector interesado en plantar estas variedades y comercializar el aceite", explica Carmen Martínez, directora del Grupo de Viticultura de la Misión Biológica de Galicia, que también colabora en el trabajo.

El primer paso es hacer una prospección de todos los olivos que quedan y, una vez recogidas muestras de todos, hacer análisis de ADN, además de una descripción botánica y agronómica "para comprobar si se trata de variedades únicas que no existen en ningún otro lugar". Por ahora conocen dos variedades, la Brava gallega y la Mansa gallega, que se conservan y los estudios realizados hasta ahora apuntan a cinco variedades más. "Creemos que puede haber muchas más variedades únicas, por eso queremos hacer una recogida y rigurosa.

La intención es que se reconozcan por Galicia, España y la Unión Europea estas variedades gallegas únicas", sostiene la investigadora. Si en Galicia se certifica que existen variedades únicas de olivo, eso significaría que el aceite que se produce en la comunidad es diferente a cualquier otro del mundo y, por tanto, se podrá vender tanto este producto como sus derivados con el nombre de Galicia como lugar de origen en el etiquetado. "El mundo del aceite es un poco parecido al del vino, el consumidor busca aceites originales, que tengan calidad y estén ligados a distintos territorios", apunta Martínez.