Las rías gallegas son un refugio único para la flora y la fauna submarinas. Pero bajo este litoral y paisaje casi paradisíacos se acumulan disolventes, aceites, grasas, vapores combustibles e inflamables, purines, fertilizantes, pesticidas, restos orgánicos de animales aguas residuales sin depurar, residuos radiactivos, sanitarios o industriales tóxicos. El país de los mil ríos y de los casi 1.500 kilómetros de costa soporta continuos focos de vertido, una amenaza que no ha permitido que Galicia tenga sus aguas completamente saneadas pese a que el horizonte fijado por la Unión Europea para garantizar su buen estado ecológico se prorrogó de 2015 a 2021. Un total de 1.575 vertidos llegaron el año pasado a las rías de la comunidad, casi un 3% más que los 1.532 detectado en 2018, pero un 21,5% más que hace un lustro (1.296).

Hace años muchos de ellos ni llegaban a detectarse, pero desde que la Xunta puso en marcha hace ya diez años una red que permite el control en tiempo real de la calidad, se hacen controles más frecuentes y se agilizan los mecanismos de detección y alerta en el caso de que haya alguna incidencia que altere el estado natural de las aguas.

Vertidos de carácter doméstico-urbano, de industrias o causados por deficiencias en las redes de saneamiento, conexiones erróneas en las canalizaciones o carencias en los sistemas de depuración están detrás de los casi 1.600 puntos inventariados el año pasado por Augas de Galicia en las 18 rías gallegas. O lo que es lo mismo, el organismo autonómico identificó en las ensenadas de la comunidad una media de 4,3 vertidos cada día.

Para Augas de Galicia, que ahora depende de la Consellería de Infraestruturas, la protección de las rías resulta prioritaria dado su valor biológico, paisajístico y cultural.

Investigación

De los 1.575 vertidos detectados en 2019, el 80% resultaron no ser contaminantes o fueron subsanados. Pero un total de 253 superaban los límites de carga microbiológica o química fijados por ley (el 16% del total) y en otros 57 puntos el organismo autonómico tuvo que abrir una investigación ya que pese a cumplir los valores marcados, tuvieron impacto en el entorno. La intervención de la Xunta permitió neutralizar 538 focos, un 10,5% más que en 2018. En casi la mitad de los vertidos detectados, un total de 727, se cumplían los límites de carga establecidos.

Los 57 puntos restantes quedaban en fase de investigación al cierre del ejercicio pasado ante los indicios de contaminación detectados por técnicos de Augas, según el balance de del departamento dirigido por Ethel Vázquez.

En los casi 1.500 kilómetros de costa que dibujan Galicia, la ría con más vertidos registrados el año pasado es la de Arousa, con 434 (el 27% de toda la comunidad), seguida por la de Vigo (207), la de Muros-Noia (163) y la de Pontevedra (160). Con un volumen similar se colocan en los siguientes puestos del mapa autonómico las rías de Ferrol (132) y de A Coruña (123).

Pero la verdadera alarma en Augas de Galicia el año pasado la provocaron los más de 250 vertidos contaminantes detectados en las rías de la comunidad. Marcadas en rojo en los mapas de alertas del organismo autonómico están Arousa, Muros-Noia y Vigo; con 60, 45 y 30 puntos, respectivamente, con carga microbiológica o química tóxica. Solo estas tres zonas concentran el 53% de todos los puntos contaminantes de las rías gallegas. Soportan también un elevado nivel tóxico las áreas de Ferrol (29 focos), Ares-Betanzos (19) y Pontevedra (18). Aldán es la única que no registró vertido tóxico alguno. Con uno, están Cedeira, Lires y Corcubión. En la ría de A Coruña se detectaron 4; mientras que en Corme-Laxe, Foz y Viveiro, dos; en O Barqueiro, 3. Baiona soportó 7; Camariñas, 14 y Ortigueira, 15.