La escritora ecuatoria Mónica Ojeda estará mañana, desde las 19.00 horas hasta las 21.00 h, en la librería Berbiriana. Hablará de su obra y firmará ejemplares de su último trabajo, Las voladoras.

Usted sitúa los cuentos de Las voladoras mo se explica hoy en día la narra dora a través de ese territorio?

Yo creo que quizás tenga que ver con mi propia poética, mi forma de enfrentar la escritura. Yo encuentro que la escritura es como que habita en esos territorios míticos, simbólicos, en esas zonas donde lo misterioso se cuela, o donde lo misterioso incluso tiene una centralidad y en donde somos capaces de construir historias para tratar de explicar lo inexplicable, pero también para tratar de darle sentido a lo que no tiene sentido, como por ejemplo los grandes terrores humanos, la violencia, el horror, todo eso ocurre en el territorio de los mitos.

¿Qué es el gótico andino?

Es un acercamiento al miedo, al horror y a la violencia desde el paisaje andino. Desde lo que eso implica. Implica la importancia mítica de los volcanes, de los páramos, de los valles, de los cóndores, pero también implica todo un misticismo, una cosmovisión, un entendimiento de lo mágico y de lo ritual a través de esos paisajes que generan esa narrativa, esa forma de construir el mundo, esos relatos orales.

Al final el terror a lo sobrenatural y a lo natural es una forma que tenemos los humanos de relacionarnos con la realidad. ¿Abrazar el horror nos hace más humanos?

Abrazar el horror lo que hace es que conozcamos qué es lo humano, ¿no? Que lo conozcamos de verdad, como una especie de vinculación con lo animal, con esas cosas que queremos negar que son parte de lo humano, como lo animal por ejemplo, que somos mamíferos, y que somos violentos, también, y que tenemos deseos, que a veces son destructivos. Todo este tipo de cosas. Entiendo que abrazar el horror puede ser la posibilidad de conocernos más a fondo y, sobre todo, a través de ese conocimiento, la posibilidad de ser menos crueles.

En algunos de sus cuentos es una niña la que mira, la que narra, la que observa. Parece que los ojos de esa niña son lo único limpio que tenemos en el mundo, lo que no deja de ser una forma de esperanza, en cierta manera, dentro de la temática de sus cuentos. ¿Qué motiva la elección de ese personaje infantil y qué tiene de poderoso o qué aporta al cuento esa mirada?

Aporta primero la posibilidad de que el cuento sea contado por una voz de alguien que está descubriendo el mundo, de alguien que está relacionándose con el mundo, desde un punto fresco y también desde el punto de alguien que se ve tal vez sobrecogido por la cantidad de estímulos y también por la hostilidad del mundo. Entonces al verse sobrecogido por todo esto, un personaje que trata, que está ensayando describir la realidad y no tiene todavía palabras para hacerlo, está aprendiendo, a jugar con el lenguaje para poder contar las cosas de su mundo y creo que eso da pie a un ejercicio literario muy interesante, muy potente.

H a dicho el crítico y escritor Antonio Báez que en sus cuentos se refleja la fascinación morbosa que tenemos los humanos hacia la mutilación. ¿Qué le parece esa reflexión?

Yo creo que, en general, todos tenemos esta atracción hacia lo que nos da miedo, es decir, hay una atracción hacia lo mismo que nos repele, lo mismo que nos repugna. Todos nos hemos visto en algún momento mirando con horror y espanto algo, sin embargo siendo incapaces de voltear la mirada. Hay una atracción y una fascinación en el miedo. Y eso tiene que ver quizás con que en el miedo hay un carácter especular, es decir, uno en el miedo se ve a sí mismo, de un modo en el que no te ves en otros lugares. Es como si estuvieras ante un espejo que de repente te muestra una parte de ti que no estás acostumbrado a ver y por eso te quedas fascinado en ello. Y creo que por eso tiene que ver con un espacio de identificación dislocado de ti mismo.

Acaricia usted el incesto y el terror que suele causar. Dice usted en alguna entrevista que ya ha tratado el tema en algunas ocasiones. ¿A qué tememos?

El incesto es uno de los grandes tabúes. Está comprendido en el tabú más grande que es el sexo, es la sexualidad. Dentro del tema del sexo, hay muchas cosas que turban a nuestras sociedades, pero muchos aspectos, y eso tiene que ver con que el sexo es el espacio donde nosotros demostramos o nos damos cuenta, cuando estamos sumergidos en él, que somos animales. Es decir, que es cuando más animales se nos ve y más animales somos. Podemos realmente ver la esencia de nuestra condición. Hay allí algo que turba, nos inquieta, y el incesto es solamente una de las tantas vetas, digamos, pues a mí me interesaba trabajarlo en Las voladoras, especialmente, aunque lo he trabajado en otros de mis libros, pero me interesaba trabajarlo en Las voladoras especialmente porque es uno de los rasgos claves del gótico andino. El gótico andino tiene además muchas narraciones orales y muchos monstruos imaginarios que castigan el incesto. Hay un horror que también es contextual en el territorio de los Andes con respecto al incesto por esto de que fueron colonias y durante mucho tiempo el mestizaje implicaba también muchos hijos bastardos. Entonces hay esta idea de que uno puede acostarse con alguien y no saber que fuera tu hermano. Es como un terror fundacional de las repúblicas latinoamericanas que persiste.